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Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Personalismos sin más

Gustavo Petro busca romper su techo, en el centro la atomización impide acuerdos y la centroderecha se fortalece

Diana Calderón
Gustavo Petro Colombia
Gustavo Petro durante un debate presidencial en mayo de 2018.Anadolu Agency (GETTY IMAGES)

Si bien cuando empezaron a aparecer los nombres de los aspirantes a la presidencia el panorama mostraba para Colombia una serie de figuras que prometían enriquecer el debate democrático, a hoy muchos se han desdibujado, otros no alcanzan a conectar con las audiencias y casi todos los demás se pierden en discusiones de mecánica electoral.

Las tentaciones por dividirse, incluso en partidos que como el Verde parecían muy cohesionados, están a la orden del día. La posibilidad de escoger un solo nombre para que el centro pueda enfrentar a un Gustavo Petro desde la izquierda más radical, que crece o se sostiene, y una derecha que por ahora aparece hablándole a Colombia desde Miami, donde hicieron su último debate, plantea un escenario sombrío.

Ninguno se diferencia. Y no lo hacen porque no hay propuestas en torno a los grandes temas del país y mucho menos sobre un verdadero modelo de nación más allá de los lugares comunes. Frente a las coyunturas territoriales se repiten las consabidas necesidades de la presencia estatal sin que se encuentren las respuestas al cómo. En general se les escucha en algunos foros hablar de democracia económica, justicia, respeto a los derechos. Frente a las problemáticas medio ambientales, las dificultades del modelo extractivista y educativo, los crímenes crecientes, ningún candidato plantea la idea de la Colombia que se imagina gobernar.

Los hechos de la última semana muestran el mismo pragmatismo de Gustavo Petro, mejor su oportunismo político, con la reiterada llegada de los cristianos a su Pacto Histórico, así como antes recibió a los clientelistas y el discurso provocador de la expropiación de tierras; Alejandro Gaviria busca una coalición de centro más allá de la coalición de la Esperanza, donde no ha sido bienvenido porque se niega a aceptar que le pongan condiciones como rechazar al Partido Liberal. Mientras tanto, Sergio Fajardo repunta en las encuestas de segundo detrás de Petro y los candidatos que recogen firmas, como Federico Gutiérrez y Enrique Peñalosa, reciben la invitación de Juan Carlos Echeverry que los convoca a una nueva coalición, pero ya no de esperanza sino de expertos. Un circulo de ires y venires y propuestas vacías que nada le dicen al votante potencial.

Pareciera estar abriéndose camino una coalición quizá más clara en la centro derecha con la jugada anterior y la apuesta del Partido Conservador por el senador David Barguil, quizá en una actitud que debe ser bienvenida. Me imagino un escenario en el que desde los partidos empiece a forjarse un cambio desde adentro ante el resquebrajamiento de su credibilidad.

Menester que los liberales y otros iniciaran por escoger para las próximas elecciones del Congreso en sus listas a candidatos sin tacha ni investigación alguna. Ya ha aceptado Humberto de la Calle encabezar la lista de la Coalición de la Esperanza, poniendo la vara alta para los demás partidos. La U se fue por la medallista olímpica Catherine Ibarguen en busca de un cambio de imagen que la jefa de la colectividad, Dilian Francisca Toro, sabe que necesita, pero que no será suficiente si no depura la lista completa.

El Centro Democrático se queda sin su líder para las parlamentarias. Álvaro Uribe da un paso al costado, dejando a los suyos huérfanos y en busca de una nueva figura, ojalá joven, como parecen ser Miguel Uribe y Paloma Valencia.

Lo claro es que la campaña está estancada, los movimientos de cada día muestran la tentación por los personalismos, pero no los de la corriente de poner a los ciudadanos en el centro sino en los del interés por sí mismo, en el culto a la personalidad en que ninguno cede al otro en función de los demás. Y en el entre tanto, viejas organizaciones como Oxígeno Verde, de Ingrid Betancourt, y Salvación Nacional, ahora en cabeza del conservador Enrique Gómez, buscan recuperar su personería jurídica como ya lo logró el Nuevo Liberalismo a la cabeza de Juan Manuel Galán, partido que por estos días es la bonita de la fiesta, que ojalá no vayan a dañar.

No encuentro en esta búsqueda de revivir movimientos nada distinto a recuperar las plataformas jurídicas para incrementar la política de pareceres y garantizarse la entrada a la coaliciones que terminen por cocinarse y sin nada de contenido, de argumentación, de política de la grande, que es lo que se esperaría en este y cualquier otro país que ha pasado por la época oscura de la pandemia, donde se profundizaron las brechas de la desigualdad y se requiere una mirada de futuro con algunas certezas.

Por ahora, Petro busca romper su techo, en el centro político la atomización y los personalismos impiden los acuerdos, la centro derecha se fortalece y los viejos movimientos políticos buscan su reencauche en los tribunales. La esperanza de unas listas al Congreso con figuras respetables se abrió paso con la elección de Humberto de la Calle, pero tendría que ser uno muy ingenuo para pensar que las maquinarias no empezaran a aceitarse y los bolsillos a llenarse como cada cuatro años.

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