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DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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El chico más bello en el pueblo más bonito

Los lectores nos recuerdan que debemos eludir cualquier tipo de sensacionalismo

Fotograma de Björn Andrésen en la película 'El chico más bello del mundo'.
Fotograma de Björn Andrésen en la película 'El chico más bello del mundo'.Mario Tursi (Sundance Institute)
Carlos Yárnoz

Siete de las 15 noticias más leídas en EL PAÍS en los últimos doce meses tienen que ver con la pandemia. Lógico. Otras, con las elecciones de Estados Unidos o Perú. Normal. ¿Resulta lógico, por el contrario, que en esa lista se haya colado un texto titulado `El chico más bello del mundo´: el dolor de Tadzio? Pues sí, por ser “el más…”, que en este caso simplemente reproduce el título de una película. Solo por ese encabezamiento que lleva esta misma columna (“el más...” por duplicado), acumulará seguramente más lectores de lo habitual.

Un objetivo elemental de los periodistas consiste en que sus piezas las lea el mayor número posible de personas. Para conseguirlo, sus titulares deben ser atractivos. Internet está lleno de consejos al respecto pero, a menudo, esas recomendaciones sobrepasan los límites éticos del periodismo. Ya se sabe que un encabezamiento que incluya “el más”, “lo mejor”, “el peor”, “histórico”, “todos”, “nunca”… o cualquier otro concepto superlativo tendrá más opciones de ser pinchado en la web. Sin embargo, el abuso de esa práctica, su uso indebido, contraviene este principio del Libro de estilo: “Los titulares han de ser ajenos a cualquier clase de sensacionalismo”. Los lectores nos lo recuerdan continuamente.

Hace dos semanas, en la lista diaria de los diez textos más leídos se mantuvo varias jornadas una información con este encabezamiento: Nuevo Baztán, el invento más insólito de un visionario navarro. La villa dieciochesca triplica sus visitas durante 2021 después de que Turismo la elija como `el pueblo más bonito´ de España. “El más” por partida doble…, pero no era cierto. Lucía Rilo Castelao escribió al periódico para decir que existe una asociación privada que engloba a decenas de pueblos considerados “los más bonitos de España” —se ha incorporado ahora Nuevo Baztán—, pero que no los clasifica por orden alguno. Por tanto, ni “Turismo” ni “el más bonito”. El autor lo asume: la información “peca de optimista o de imprecisa”, pero al error, explica, lo indujo un comunicado poco claro.

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Apabulla la acumulación de titulares superlativos: La luz marcará hoy el sábado más caro de la historia, El precio de hoy será el segundo más alto de la historia, El lado más salvaje de la vida, La última plaga, Las horas más bajas de Matteo Salvini, El Sheriff más inaudito, El barrio más amenazado de Kabul, Martín Cuenca retrata las pulsiones más primitivas…

El uso del término “todos” también es un buen anzuelo que los lectores critican por innecesario en muchos casos. Dos de esas 15 informaciones más leídas lo incluían: Todos los mayores de edad podrán ser movilizados…, “…todos se han hecho ricos, menos él”. El abuso de “todo”, “todos” o “total” ha provocado que, en una sola crónica, se haya llegado a emplear una decena de veces. O a forzar la expresión “todo o nada”: “…le apoyaron en cada comunidad en el pulso que mantuvo a todo o nada contra Susana Díaz” (pasado día 18), “…la estrategia del todo o nada…”, “…el debate a todo o nada…”

Por incluir expresiones alejadas de ese rigor que exige el Libro de estilo —los titulares deben ser “inequívocos”, “concretos”, “escuetos”—, dos lectores han afeado que publicáramos en portada que el último Nobel de Literatura, Abdulrazak Gurnah, es “un desconocido”.

El lector I. Rojo expresó su sorpresa porque un premio Nobel, dijo, será “desconocido” para quien pone ese titular, pero no para mucha gente. Y María Dolores Gauna escribió cinco días después para celebrar que el crítico del periódico Javier Rodríguez Marcos pusiera “en su sitio” al periódico en la columna titulada La tumba del escritor desconocido, en la que señalaba: “No existe un escritor desconocido que pueda llevarse un premio así. Desconocido es un calificativo que dice más de quien lo pronuncia que de la persona a quien se le atribuye”.

No menos sorprendente le pareció a Ana María Gómez que un reportaje sobre el rescate a toda prisa de objetos valiosos en viviendas de La Palma por parte de sus propietarios lo tituláramos así: “Ladrones en su propia casa” (edición impresa del 13 de octubre). Obviamente, se trataba de una metáfora, pero para la lectora se convirtió en prueba de “poca sensibilidad”. Y Juan Carlos Sanz Polka se queja de “la tendencia de titulares impactantes” que llevan a “una magnificación y exageración de la actualidad”. Lo comenta a raíz de este encabezamiento: Erupción volcánica en La Palma: el día después de la hecatombe. ¿Hecatombe sin una sola víctima mortal?

El Libro de estilo destaca estas dos lapidarias frases: “Los titulares constituyen el principal elemento de una información. La calidad del titular da la medida de la calidad de la noticia”. Pues eso.


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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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