Fuera fascistas de la universidad
Muchos celebran, con razón, que el clima haya mejorado en Cataluña. Que la mejoría sea real exige aceptar la pluralidad interna en la comunidad y no tolerar o minimizar actos antidemocráticos
Esta semana, la carpa de la asociación constitucionalista S’ha Acabat! ha sufrido un ataque de radicales independentistas en la Universidad Autónoma de Barcelona. La seguridad privada no logró contener a los asaltantes. Los Mossos no acudieron a la llamada porque las autoridades no quieren que entren en la Universidad. Después de asaltar y derribar la carpa, los activistas cantaban “Pim-pam-pum, que no en quedi ni un”. En el Parlament la CUP aplaudió el valeroso acto de resistencia antifascista. Se refería al de los que impidieron que otras personas defendieran pacíficamente sus ideas.
Vemos instintos totalitarios en todas partes salvo cuando los tenemos delante. A veces definirse como antifascista sirve para comportarte como un fascista con aquellos a los que llamas fascista. S’ha Acabat! reivindica en su página web el pluralismo, el bilingüismo y la convivencia entre catalanes y entre Cataluña y el resto de España. La acusación —que aunque fuera cierta no justificaría una agresión— es delirante, pero quizá resulta más deprimente el comunicado de la universidad que lamenta la situación de tensión y la instrumentalización política (la declaración de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas no es mucho mejor).
Como ha señalado el historiador Joaquim Coll, la declaración no dice nada de quien insulta, boicotea, coacciona y agrede: debe de ser un poco como el volcán de La Palma, que no es culpa de nadie. La equidistancia entre la víctima y el agresor no es neutralidad: Coll se preguntaba si sería cobardía o complicidad, y quizá sea una mezcla de las dos. Por desgracia, no es un episodio aislado.
El profesor de Derecho Constitucional Josu de Miguel escribía que en Cataluña hay un concierto público-privado para socavar los derechos fundamentales de lo que se entiende como “minorías sobrantes”. Da igual que sean pocos y que hablen en voz baja: parece que quienes defienden esos derechos siempre resultan un poco demasiado estridentes. La atribución dadaísta de “principio democrático” al independentismo catalán pasa por alto el frecuente desdén hacia los que tienen opiniones distintas y la estigmatización de quienes reclaman que se les escuche. Muchos celebran, con razón, que el clima haya mejorado en Cataluña. Que la mejoría sea real exige aceptar la pluralidad interna en la comunidad y no tolerar o minimizar actos antidemocráticos. @gascondaniel
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