La siguiente generación de líderes alemanes
La gran crisis de Europa no es la inestabilidad macroeconómica, sino el declive tecnológico; si algo tienen en común Los Verdes y el FDP es que ambos viven en el siglo XXI digital, y los demás no
Llevo haciendo campaña en favor de la integración política y económica europea desde que tengo uso de memoria. Algunas cosas se han hecho realidad, como el euro. Buena parte sigue sin materializarse, como la unión fiscal. Sigo creyendo que la integración política europea constituye un requisito previo para que Europa pueda defender sus intereses en el mundo. Pero ahora mismo no recomendaría a los líderes europeos que empeñaran su capital político en cuestiones como la reforma del Pacto de Estabilidad. Ha surgido algo más importante.
Hay que reconocer que esta vez la UE ha acertado en líneas generales con la macroeconomía. Cuando la pandemia golpeó, relajó la política fiscal. Pero lo más difícil es gestionar el desplazamiento estructural: impulsar lo digital a costa de la economía analógica.
La política económica tras la pandemia debe centrarse en competir por el liderazgo en alta tecnología. Ahora mismo esto es más importante que la macroeconomía. Europa necesita acelerar el desarrollo de la fibra óptica y de las redes móviles, invertir en inteligencia artificial y en tecnología verde. Este trabajo no puede dejarse exclusivamente en manos de los gobiernos o de las grandes empresas europeas.
Va a ser un sector esencial. Las ciudades de la UE están muy rezagadas en la clasificación de las empresas tecnológicas, por detrás de Silicon Valley, Nueva York y Londres. Con toda probabilidad, si la humanidad alguna vez consigue superar el cambio climático, se hará gracias a tecnologías que aún no se han desarrollado, por empresas que aún no han sido creadas. Si la política europea sigue equiparando lo que favorece a las empresas con lo corporativista, como ha hecho en el pasado, acabará igual que los dirigentes de la CDU la semana pasada: sorprendidos por la repentina comprobación de que ya no mandan ellos.
Ya escribí en otra ocasión que los historiadores del futuro no se maravillarán por la longevidad política de Angela Merkel, sino que considerarán su mandato como la época en la que Europa caminó sonámbula hasta la irrelevancia económica. Con las elecciones, un soplo de optimismo ha alcanzado al Berlín político. Los Verdes y el FDP podrían llevar a Alemania y a Europa por un nuevo camino. Son los partidos de los votantes jóvenes. La clasificación de los partidos políticos alemanes en la franja de edad de los jóvenes de 18 a 29 años es: 1. Los Verdes; 2. FDP; 3. SPD; y 4. CDU/CSU. La política alemana es como una matriz. Por un lado, está la clásica división izquierda-derecha. Pero en el otro tenemos la división por edades. Hay muchas cosas que separan a Los Verdes y al FDP, pero lo que tienen en común es que ambos viven en el siglo XXI digital, y ambos se dan cuenta de que el resto de Alemania no lo hace. Tampoco lo sabe su futuro socio de coalición, cualquiera que sea.
Los Verdes hacen hincapié en el papel del Estado. El FDP es partidario del sector privado. Esto no es tan incompatible como parece. La mayor parte de la inversión para salvar el planeta provendrá del sector privado. El sector público desempeñará un importante papel de apoyo a través de las infraestructuras públicas, las normativas, los incentivos a la inversión y la educación. La gran cuestión de la política alemana no es tanto que la próxima coalición se llame semáforo o jamaica, sino que el FDP y Los Verdes consigan dar prioridad a las cosas que importan, y que puedan atraer a su futuro socio de coalición pata llevar a cabo un programa de inversión y modernización.
La coalición del semáforo (SPD, Verdes, FDP) parece ser la combinación favorita de los analistas en estos momentos. Cuesta ver a un gobierno liderado por el SPD convertirse en los abanderados de la cultura empresarial de las empresas de nueva creación (startups). El programa electoral del SPD incluía la amenaza de imponer los comités de empresa a esas compañías. Si se quiere acabar con las empresas de nueva creación, la mejor arma no son los impuestos, sino la burocracia.
De eso trata la verdadera batalla política. Las opiniones de Christian Lindner sobre el Pacto de Estabilidad y cómo frenar la deuda alemana, en cambio, son secundarias. Soy consciente de que los analistas de fuera de Alemania están obsesionados con este tipo de cosas. Pero la gran crisis de Europa no es la inestabilidad macroeconómica, sino el declive tecnológico. Estados Unidos y China están por delante de la UE en casi todas las categorías de alta tecnología. La influencia mundial de la UE desaparecerá a menos que pueda competir. La autonomía estratégica puede compensar eso. No hay que pensar ni por un momento, como hacen algunos en Bruselas, que la UE puede influir en el mundo a través de las normativas. Si no pintas gran cosa, no vas a convertirte en el regulador del mundo.
Sabremos que Europa ha triunfado cuando los políticos empiecen a pensar en las criptomonedas como una oportunidad, y no como una amenaza, como hacen ahora. Tengo la impresión de que ni siquiera los Verdes y el FDP están aún ahí. Lo suyo es una especie de modernidad anticuada. Sus líderes, a diferencia de Olaf Scholz y Armin Laschet, son al menos lo suficientemente competentes como para saber hacerse un selfie. Por algo se empieza.
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