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COLOMBIA
Tribuna
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Lo que está en juego en Colombia

El país se transformará paulatinamente de una economía petrolera a una agropecuaria, manufacturera y de servicios

Colombia
Niños y niñas juegan en una calle de La Esperanza (Antioquia).JOAQUIN SARMIENTO (AFP)

El pesimismo ha invadido a varios países de América Latina, y a españoles y otros europeos que se interesan en la región. En el caso de Colombia, pocas personas parecen percatarse de que está en el umbral de una década promisoria y esperanzadora. Colombia se transformará paulatinamente de ser una economía petrolera a una agropecuaria, manufacturera y de servicios. Estamos por redescubrirla con base en ver lo que no hemos visto, en lugares que han estado olvidados y desatendidos.

Descubrir será hacer las cosas de manera diferente, “crear” nueva economía, justo donde no la hay. Es ahí donde nos jugamos el futuro. En el anillo pobre, tanto del país, como de las ciudades. Para descubrir al país y crear economía, Colombia debe abordar un nuevo proceso de descentralización. Durante las cuatro décadas petroleras Bogotá envió transferencias hacia las regiones para educar a niños y jóvenes, universalizar la salud y dotarlas de infraestructura. El futuro está en mover el centro de creación de riqueza. Motivar a los pioneros, nacionales y extranjeros, a ver con ojos distintos a muchas zonas del país. Esa es la única forma eficaz de combatir las dos Colombias que existen, separadas, distintas, hurañas. Una pobre y otra rica.

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El Estado debe parar de ser un estorbo que impone trámites y regulaciones, y dificulta cumplirlos; que no hace las vías capilares ni las mantiene; que no pone jueces suficientes, no los dota de tecnología, ni los entrena continuamente, con lo cual no hay justicia; que no le facilita al empresario el acceso a la tecnología para poscosecha, empaque y aduana, transporte y puertos, trámites de comercio y diplomacia comercial, lo cual impide inundar al mundo de productos colombianos.

Debemos devolver la pedagogía a la educación. Estar sentado en un colegio y una escuela y hacer tareas por las tarde no es educación, a menos que muchas cosas pasen dentro de las mentes y corazones de los chicos. Si esos conocimientos que descubren no los transforman, y se limitan simplemente a memorizarlos y repetiros, la educación se vuelve una pérdida de tiempo para niños y maestros. Debemos llenar a las mentes y los corazones de los jóvenes de futuro para que cuando lleguen a él encuentren trabajo, y no caigan en el desespero y la protesta.

Buena pedagogía formando jóvenes y nuevas empresas apostando por las regiones y las zonas pobres de las ciudades crearán los trabajos del futuro y les pondrán dinero en el bolsillo. Los jóvenes crearán muchas de esas empresas. Seremos un país que crea y soluciona, y no que entorpece y descree.

Una Colombia que confía y en la cual confiar. El niño que realmente aprende. El padre de familia que sabe que por las tardes sus hijos están haciendo deporte, cultura o aprendiendo oficios, y no a merced de que les ofrezcan drogas. El agricultor y el empresario manufacturero que sabe que puede contar con un precio justo para sus productos, y puede sacarlos a tiempo y rápido al mercado y hacer ganancia.

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El sistema financiero que se esfuerce por apostar por el flujo futuro y el éxito del empresario y el agricultor, entendiendo a fondo su negocio. El Gobierno que ayude a compartir el riesgo para que los créditos lleguen a tiempo y sean abundantes y baratos.

El funcionario público que entiende, en cada minuto, que su función es ayudar honradamente a que esas personas produzcan y progresen, las empujen y apoyen en lugar de ofuscarlas y entorpecerlas; les allanen el camino a los mercados y les faciliten vender y comprar. Que adapte la tributación para crecer, y no al contrario. Ese sí que sería un Gobierno para crecer y crear economía.

La verdadera redistribución de ingresos y riqueza son los puestos de trabajo nuevos para jóvenes y padres de familia, todos formales y bien pagos. No habrá ningún trabajo informal en Colombia. Se debe adaptar la formalidad a la realidad y transformar esa realidad para que cada trabajador, bien sea independiente o empleado, progrese y gane. Los primeros empleos de cada persona deben desligarse de su seguridad social. Contribuirá cuando haya adquirido experiencia y avanzado en sus ingresos.

Más que un país unitario, Colombia es la suma de regiones heterogéneas. Se construirán vías terciarias y se mantendrán las existentes. Debemos volcarnos sobre la Colombia lejana para que no quede a merced de fuerzas oscuras, hoy más potentes que nunca. La batalla por la paz, la seguridad y la justicia es también la batalla por la economía. Cumpliremos con la paz, pero ganaremos las guerras que aún persisten.

Esto requiere un reenfoque de los empresarios, desde su comodidad y mercados actuales, y un rediseño a fondo del Gobierno nacional, desadaptado frente al país que comanda. No conoce a fondo el terreno, no vive en él, no está involucrado en resolver sus problemas. No más frustración causada por la corrupción para contratistas y funcionarios que viven de estrangular el progreso y desnaturalizar al Estado. La gerencia de la integridad y la ética debe liderarse desde la cabeza del Estado. La estructura centralista del Estado es anacrónica, ineficaz, ignorante, desconectada del terreno, bomberil, firmona, ombliguista, complaciente e insensible.

Si creemos que el problema de los jóvenes son los jóvenes, nos equivocamos. Es problema de los jóvenes es un país mal gestionado, mal entendido, que no parece saber de dónde sacar diez millones de buenos empleos, dignos, bien pagos, nuevos y creadores de riqueza genuinamente nueva.

Las soluciones están en sus cerebros, en sus manos, en su intuición, en su tierra y trabajo, en sus atractivos locales, allí donde viven y pueden producir cosas para vender en todos lados. Está en rodearlos de nuevos negocios, con mercados, tecnología, logística, empresarialidad, justicia, Estado no entorpecedor sino facilitador, no paquidérmico y costoso, sino liviano, ágil y barato; está en llevar pioneros a las regiones y unir capacidades, conocimiento de mercados y tecnología, con las potencialidades locales.

La quinua en el Macizo colombiano, los caprinos y ovinos en La Guajira, la miel y el cacao en Arauca, el ganado de exportación, la nueva papa en Nariño, la oferta turística integral, etc. son ejemplos de un gran iceberg económico hundido, que hay que dejar emerger.

A las finanzas públicas y a la calificación Grado de Inversión los salva el mayor volumen de negocios, no las reformas en el Congreso. A la turbina de los combustibles fósiles la reemplazará paulatinamente la nueva turbina de más y genuinamente nueva economía.

Defiendo un enfoque basado en cinco pilares: 1) Transformación y no solo reformas. 2) El cómo y no solo el qué. 3) Desde las regiones y no solo desde Bogotá. 4) Crear economía y no solo crecer. 5) Pedagogía y nunca demagogia.

Juan Carlos Echeverry es precandidato presidencial para elecciones de Colombia 2022

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