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Columna
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Vodeviles Giró

La maniobra del ‘conseller’ de Economía de la Generalitat a cuenta del aval público a los exdirigentes independentistas merecería un récord Guinness a lo esotérico

Xavier Vidal-Folch
Jaume Giro
El conseller de Economía de la Generalitat, Jaume Giró, durante una intervención en el Parlament.David Zorrakino (Europa Press)
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La Generalitat rectifica y avalará directamente a los encausados por el Tribunal de Cuentas

Si no fuera porque hay gentes honorables (al lado de consabidos piernas) que, como Andreu Mas-Colell, se juegan hogar y salud. Si no fuera porque el procedimiento inquisitorial del Tribunal de Cuentas ningunea el derecho de defensa hasta niveles iliberales polacos. Si no fuera porque eso nos distrae de la ampliación del aeropuerto de El Prat, el Presupuesto o la táctica para frenar la quinta ola de la pandemia...

Si no fuera por todo eso, el vodevil del conseller de Economía, Jaume Giró, a cuenta del aval público a los 34 exdirigentes indepes encausados por las frágiles cuentas de la acción exterior de la Generalitat secesionista, habría merecido ya un premio... al récord Guinness de lo esotérico. Cuando aún está por dilucidar su legalidad por —este sí, respetable— el Consejo de Garantías Estatutarias. Y cuando aún el tribunal-no tribunal, caducado y marchito, ni ha pedido perdón por sus modos, ni rectificado en nada sustancial, ni su talibana se ha autorrecusado.

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Giró inventó el contraval del Institut Català de Finances (ICF), dependiente del Govern, perjurando que algún banco avalaría. Todos le dejaron en fuera de juego. Incluso la Caixa dels Enginyers, de atribuida filia soberanista, se negó a jugarse los cuartos. Todos ignoraron el argumento girondista de que la operación era “impecable”. Todos es todos (siempre de momento), incluidas las entidades internacionales. La tracción y complicidades financieras del consejero eran la nada.

Al fracasar, deglutió en 24 horas su justificación de que optaba por la banca y no directamente por el ICF porque así evitaba “someter a ningún profesional” del mismo a “dar curso a una operación que provocaría angustia, inquietud y miedo a ellos y a sus familias”. Y pasó a fabular con las ganas de autoinmolarse de su gent para imponer al instituto el aval directo.

Fábula. Ningún profesional quiso arriesgarse a perder hasta la cubertería. De los 11 dirigentes del instituto, los seis independientes nombrados por su calificación técnica se negaron a firmar: la mitad dimitió (su mandato, ay, como el del Tribunal de Cuentas, caducó) y los otros tres votaron en contra. Los cinco cooptados por política se impusieron por asalto, con rabulerías procesales (ausencias ad hoc, voto presidencial dirimente...).

Así que el último vodevil de Giró disipa, en un plis plas, toda expectativa de lograr del BCE para el ICF una ficha bancaria (promesa electoral indepe): ha demostrado que ni es un organismo técnico, ni independiente, ni confiable. Sombra, nada más.

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