Cambio climático: lo que será necesario hacer
El calentamiento global es un reto que exige resolución tenaz y liderazgo político, no programas difusos ni listados. Conseguir que Rusia y China se sumen al esfuerzo debe ser la prioridad
El cambio climático es un reto que exige resolución tenaz y liderazgo político, no programas difusos ni listados. Conseguir que Rusia y China se sumen al esfuerzo debe ser la prioridad.
Así es. Pero si el mundo consigue controlar la crisis climática, me atrevería a conjeturar que los futuros historiadores no recordarán el Programa Objetivo 55 de la Comisión, ni el Green New Deal, y mucho menos el plan de acción climática del Banco Central Europeo (BCE). Nadie se acordará de en qué fecha acabamos de retirar los coches diésel.
Lo que sí recordarán los cronistas del futuro serán las impresionantes innovaciones que permitieron la producción sostenible de energía, una agricultura viable desde el punto de vista comercial, y la explotación de la energía del hidrógeno, todas ellas financiadas por el que podría ser el mayor plan de inversión de la historia humana. Con todo, lo que más rememorarán será el momento en el que Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia dejaron de lado sus diferencias y acordaron una manera de cooperar en lo que sería el equivalente a la Conferencia de Yalta en el siglo XXI.
Llegar a ese punto exigirá un cambio importante de nuestra política exterior. En mi columna de la semana pasada escribía sobre la sobrecarga de operadores, es decir, sobre el peligro de intentar alcanzar demasiados objetivos con un único juego de herramientas. Lo que es cierto para los bancos centrales es válido también para la política exterior. Podemos priorizar los derechos humanos en nuestras relaciones con China, o también podemos hacer como los alemanes, a los que todo les da igual mientras puedan vender sus coches diésel.
Por lo general, soy reacio a trasladar los buenos consejos para los negocios al mundo de la política, pero las tareas que nos esperan en estos momentos se parecen mucho a las del mundo empresarial. Google es la búsqueda. Amazon es el comercio minorista por Internet. Facebook es la red social. Mercedes era el mejor coche sin discusión, y General Electric, los electrodomésticos de calidad. La excelencia se basaba en una descripción absolutamente sencilla, detrás de la cual había una compleja maquinaria oculta que la hacía posible.
La política exterior necesita su momento Google, en particular en Europa, donde el pensamiento estratégico en este terreno está ausente en gran medida. Centrarse en una cosa implica, por definición, no centrarse en otra.
Puedo ver un argumento en defensa de dar prioridad a los derechos humanos. Es el siguiente: si un país no los respeta, tampoco se preocupará por el cambio climático. La acción climática y los derechos humanos son dos caras de la misma moneda. Estoy de acuerdo desde el punto de vista conceptual, pero es un razonamiento que no nos permitirá cumplir el objetivo a tiempo.
Tenemos que hacer frente al cambio climático como una cuestión prioritaria ahora mismo. Por lo tanto, concluyo de mala gana que Estados Unidos y la Unión Europea no deberían asumir la tarea de hacer la revolución en las calles de Pekín, Moscú o Minsk. Eso es algo que deberíamos dejar a la ciudadanía de esos países. Mientras tantos, cooperemos con quienquiera que esté en el poder, siempre que cumpla sus compromisos internacionales.
¿Cómo sería una política exterior centrada en el cambio climático? Un comienzo útil podría ser añadir la condicionalidad climática a los acuerdos comerciales existentes y futuros. La crisis climática tiene que desempeñar un papel mucho más importante en los procesos relacionados con la política sobre la competencia. Es justo que los países que infrinjan los compromisos internacionales sobre el clima se enfrenten a la discriminación comercial cuando los incumplen. Se trata, en definitiva, de un argumento de igualdad de condiciones, con la salvedad de que el objetivo no es proteger a los productores nacionales, sino fomentar el cumplimiento de los acuerdos climáticos. Una política exterior con la vista puesta en el cambio climático también debería ser crítica con el Nord Stream 2 por dos razones. El gasoducto hace que Europa siga siendo dependiente de los combustibles fósiles más tiempo del necesario. Este, y no la relación tal vez demasiado amistosa de Alemania con Rusia, es el verdadero problema. El G-7 debería ofrecer a Rusia una vía condicionada de vuelta a lo que antes era el G-8. Nuestro sacrificio sería dejar atrás la anexión rusa de Crimea y seguir adelante. No puede haber una estrategia mundial eficaz para el Ártico sin Rusia, y eso significa, en un futuro cercano, sin Vladímir Putin.
La alternativa a una política exterior centrada en un solo tema es una política exterior no centrada en ninguno.
Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com.
Traducción de News Clips.
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