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Viaje a la zona cero de las inundaciones en Europa

Schuld, en Renania-Palatinado, es el pueblo más afectado por las graves riadas que han causado al menos 143 muertos en Alemania y 27 en Bélgica

Elena G. Sevillano
Schuld (Alemania) -
Casas destruidas por las riadas en el pueblo alemán de Schuld, este 17 de julio.
Casas destruidas por las riadas en el pueblo alemán de Schuld, este 17 de julio.CHRISTOF STACHE (AFP)

Ha salido el sol en Schuld y dos vecinas octogenarias están sentadas frente a la casa de una de ellas. Las vistas a este lado no son muy agradables: camiones, vehículos de bomberos y retroexcavadoras suben y bajan por su calle empinada sin descanso. Al otro lado, desde la impresionante terraza de Gertrud Trimborn con vistas al río, son desoladoras. “Es muy triste. No queda nada”, dice la mujer mientras invita a pasar para mirar ladera abajo, hacia el Ahr, un río habitualmente inofensivo, casi un riachuelo en algunos momentos del año.

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En Schuld, un pueblo de casi 700 habitantes, el Ahr forma un meandro tan pronunciado que casi se cierra sobre sí mismo en un círculo. Era una de las cosas que hacía del pueblo un lugar tan pintoresco. El miércoles por la tarde las aguas embravecidas lo arrasaron. Cuatro casas desaparecieron, como arrancadas de cuajo. De otras dos apenas queda alguna pared. Otras 50, asegura uno de los bomberos que trabajan en la zona, están tan dañadas que son irrecuperables.

Vista aérea de Schuld (Alemania) el sábado 16 de julio.
Vista aérea de Schuld (Alemania) el sábado 16 de julio. MARTIN SCHLICHT (Reuters)

El sol ha secado el barro y el paso de los vehículos pesados provoca unas polvaredas que hacen toser a los vecinos y a quienes han llegado para ayudar. La parte más cercana al río sigue embarrada. Hay montañas de escombros. Dos helicópteros van y vienen constantemente. En las primeras horas muchas personas fueron rescatadas por el aire. Varias de las carreteras de la zona están cortadas. Alguna para facilitar el paso de los vehículos de emergencia, pero en otras el agua ha provocado socavones y desprendimientos que hacen muy peligrosa la circulación. Schuld, en el Estado de Renania-Palatinado, al sur de Bonn y a 50 kilómetros de la frontera con Bélgica, es el pueblo más afectado por las graves inundaciones que se han cobrado al menos 143 muertos en Alemania. En Bélgica hay al menos 27 fallecidos

Schuld quedó prácticamente aislado tras la inundación. Todavía no hay agua corriente ni electricidad, y la cobertura telefónica se ha recuperado este viernes. Pese a la incomodidad, Margret Gremm, de 82 años, no ha querido irse de su casa, situada justo frente al río pero en una zona un poco más elevada. “Hemos tenido mucha suerte. El agua llegó tan deprisa… No hubo tiempo para reaccionar”, dice, y señala dos mojones de piedra que formaban parte de un puente que cruzaba al otro lado del río. Es lo único que queda. “Era como un tsunami que lo arrastraba todo a su paso: árboles grandes, electrodomésticos, coches…”.

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Dos hombres caminan junto a un socavón en una calle de Schuld (Alemania) el 16 de julio.
Dos hombres caminan junto a un socavón en una calle de Schuld (Alemania) el 16 de julio.CHRISTOF STACHE (AFP)

La fuerza de la lluvia, que cayó con una intensidad nunca vista en la zona, se llevó por delante otros dos puentes. Los meteorólogos habían advertido de precipitaciones abundantes, pero nadie pensó que pudiera llegar a caer tanta agua. Los ríos, muchos afluentes del Rin, no pudieron asumir tanto caudal y se desbordaron.

En todo el distrito de Ahrweiler, al que pertenece Schuld y el más afectado por las riadas con 98 víctimas mortales, se podían ver el viernes zonas anegadas. Los expertos han explicado que el terreno estaba muy húmedo después de muchos días de lluvia y las precipitaciones récord de esta semana hicieron imposible filtrar tal cantidad de agua. “El río Ahr crecía cinco centímetros cada minuto”, explican dos adolescentes, Alanna y Anna, que salen de la zona cero de los destrozos llenas de barro hasta las rodillas. La planta baja de la casa de Anna ha quedado arrasada por el agua y el barro. “La cocina, el salón… Hay que ir sacándolo todo y tirándolo”, enumera. Ella, sus padres y su hermana están viviendo en casa de los abuelos. “Fue todo tan rápido… En poco más de 10 minutos nos llegaba el agua hasta aquí”, dice, y se señala la cintura: “Es un río pequeño… Jamás habría pensado que pudiera causar tanta destrucción”.

Trabajadores de servicios de emergencia frente a casas dañadas por las inundaciones en Schuld (Alemania).
Trabajadores de servicios de emergencia frente a casas dañadas por las inundaciones en Schuld (Alemania). CHRISTOF STACHE (AFP)

Las inundaciones han afectado también a Holanda, Luxemburgo, Suiza y el este de Francia, pero ha sido en Bélgica y, sobre todo, Alemania donde han dejado un rastro de devastación e imágenes de pueblos enteros anegados bajo las aguas de ríos como el Ahr o el Erft, afluentes del Rin, en amplias zonas de dos Estados federados, Renania-Palatinado, y Renania del Norte-Westfalia. En Bélgica, el Mosela, cuyas aguas también van al Rin, es el que ha provocado más daños. “Han desaparecido carreteras y autopistas enteras”, dijo Fabien Beltran, alcalde de Trooz, una de las localidades con víctimas mortales. Para Alemania es la peor catástrofe natural desde 1962, año en el que unas inundaciones en el mar del Norte mataron a 340 personas.

Entre los muertos por las inundaciones hay 12 residentes de un centro para personas con discapacidad intelectual en Sinzig, en la confluencia del Ahr con el Rin. “El agua alcanzó el techo del primer piso en un minuto”, dijo a la televisión pública ARD el director gerente, Matthias Mandos. Los trabajadores que estaban de guardia por la noche consiguieron trasladar a algunos residentes a pisos superiores, pero no llegaron a todos. “Cuando fueron buscar a los siguientes, ya era demasiado tarde”, relató Mandos. El viernes, según las imágenes de la cadena, se veían las marcas de barro en las paredes del edificio hasta los tres metros de altura. Entre las víctimas del temporal hay al menos cuatro bomberos, según los medios alemanes.

Restos de casas reducidas a escombros y de árboles y otros elementos arrastrados por el agua en Schuld (Alemania).
Restos de casas reducidas a escombros y de árboles y otros elementos arrastrados por el agua en Schuld (Alemania). Michael Probst (AP)

Desde el miércoles no ha parado de aumentar el número de fallecidos. Sigue habiendo decenas de personas en paradero desconocido. El jueves, el distrito de Ahrweiler informaba de 1.300 personas desaparecidas, pero la zona ha estado sin cobertura telefónica, lo que podría explicar que muchas personas no hayan podido comunicar a sus familiares que se encuentran bien. En otro distrito, el de Heinsberg, los servicios de emergencia tuvieron que llevar a cientos de personas a un lugar seguro el jueves por la noche después de romperse un embalse. Alrededor de 700 personas tuvieron que abandonar sus hogares. La situación sigue siendo tensa en esta zona, cercana a la frontera con los Países Bajos. La búsqueda de muertos y heridos continúa entre los escombros en distintos puntos de los dos Estados afectados.

La canciller alemana, Angela Merkel, tiene previsto acudir el domingo a las localidades afectadas —probablemente Schuld será una— tras regresar de su viaje oficial a Washington. Este sábado visitó la zona el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, y el candidato conservador a las elecciones generales de septiembre, Armin Laschet, presidente también del Estado de Renania del Norte-Westfalia. Ambos recorrieron Erftstad, otro de los distritos muy castigados por el temporal. Laschet se vio envuelto en una polémica en redes sociales porque en las imágenes en las que Steinmeier comparece para expresar sus condolencias a las familias de las víctimas, se le ve en el fondo riéndose con otros participantes en la visita. Faltan menos de dos meses para las elecciones generales.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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