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Brasil
Columna
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¿Una nueva bandera de Brasil después de Bolsonaro?

Otro Brasil necesitaría una nueva bandera que no esté contaminada por el virus bolsonarista

Juan Arias
Jair Bolsonaro
Jair Bolsonaro, el pasado 29 de junio en una ceremonia en el Palacio de Planalto, en Brasilia.Eraldo Peres (AP)

Brasil está políticamente agitado, en altamar, sin saber aún dónde va a desembocar. Si las diferentes encuestas no mienten, parece cada día más cierto que el actual presidente Jair Bolsonaro, tachado de nazifascista y de genocida por el abandono al que ha dejado al país con su negacionismo de la pandemia, está en caída vertical. Podría ni llegar a la reelección de 2022 y en caso de que llegara no solo el expresidente Lula sino varios otros candidatos del centro lo derrotarían.

Quizás por ello, al verse cada día más acosado, su agresividad aumenta y sigue cada día amenazando con no aceptar el resultado de las urnas en caso de derrota. Se arropa en las Fuerzas Armadas y policiales y hasta en las milicias para prepararse para la guerra. Y lo más grave como acaba de escribir Eliane Brum en su reciente columna en este diario -Bolsonaro es un mito, sí - no basta derrotar al presidente a través de un impeachment, por urgente e importante que sea. Lo más importante y urgente es acabar con la “criatura mítica”, ya que el mito del capitán va a continuar aún con él fuera del poder.

Para destronar no solo al presidente sino acabar con el mito será necesario, según Eliane Brum, “refundar a Brasil”. Y es cierto que el Brasil actual, el del mar de víctimas de la pandemia, en el que se hayan humilladas y pisoteadas la cultura, la educación, el medio ambiente, los derechos humanos esenciales y perseguidos los diferentes y los medios de comunicación, ha sido no solo humillado sino destruido y pisoteado. Y como afirma Eliane, para destruir no solo el poder de Bolsonaro sino al misticismo al mito sería preciso “refundar a Brasil”. Y es que el país ha hecho rebrotar con el bolsonarismo lo peor de su historia, sus instintos más primitivos, su persecución a los diferentes, su racismo y su abismo de desigualdades sociales.

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La bandera de un país ha sido siempre el emblema de su esencia, lo mejor y lo peor de su historia pasada y presente. Y el mito bolsonarista ha ensuciado la bandera de este país al apoderarse de ella, un gesto que ha significado también la ruptura de la gente, la división que es siempre algo satánico. Es como si hoy existieran dos países y la bandera que era de todos hubiera sido usurpada por el mito.

Durante las últimas manifestaciones de protesta del “Fuera Bolsonaro”, el pasado sábado día 3 de junio, uno de los presentes en São Paulo, Paulo Cesar, dijo algo muy gráfico a mi colega Regiane Oliveira que cubría el acto. Según él: “la bandera de Brasil ahora representa a la muerte, ya no es orden y progreso sino desorden y regreso”.

Existe, en efecto, un consenso de que el bolsonarismo raíz ha asesinado la bandera que era de todos los brasileños al adueñarse de ella como símbolo de destrucción y muerte. Por ello, si como afirma Eliane Brum para librarnos no solo de Bolsonaro, por urgente que sea, sería necesario también refundar al país. Y una de las primeras cosas sería que naciera una nueva bandera que fuera el reflejo de un país también nuevo liberado de los demonios que el bolsonarismo ha exacerbado envenenando al país.

Esa nueva bandera podría ser el símbolo de un país no solo reconciliado que consiga rescatar de los escombros sus esencias perdidas sino que acogiese también lo que hoy le falta a los símbolos de su bandera actual. Un nuevo Brasil necesitaría incorporar a la sociedad con todos los derechos, a los descendientes de los esclavos, todas las personas de color que hoy representan la mayoría del país y los indígenas, los verdaderos herederos que siempre estuvieron apartados y despreciados y que hoy el mito intenta exterminar para adueñarse de las pocas tierras que le han quedado ya que todo Brasil era suyo.

Sí, un nuevo Brasil necesitaría una nueva bandera que no esté contaminada por el virus bolsonarista. Así como después de una larga dictadura los países que recuperan la democracia suelen rehacer su Constitución, del mismo modo muchos rehacen sus banderas. ¿Por qué no hacerlo en Brasil? Bastaría una constituyente especial formada con personas de todas las clases sociales, artistas, pensadores, trabajadores, indígenas. Y hasta por los niños que serán quienes hereden esa nueva bandera.

He estado analizando el mapa de todas las banderas del mundo, y la actual de Brasil es de las pocas en la que no figura el color rojo que suele significar la sangre derramada en las conquistas. Brasil no ha sido un país de hablar de sus grandes conflictos sangrientos y ha privilegiado los colores de la vida y de la felicidad, como el verde, el azul, el amarillo y el blanco.

La nueva bandera de un nuevo Brasil debería ser pensada para que refleje y resalte todas las lagunas de la sociedad, todos los atropellos a los más humildes, el desprecio por los diferentes sexualmente, los derechos humanos pisoteados y el relieve que deben tener los afrodescendientes a los que la cultura de Brasil tanto les debe. Sería como arrojar de dicha bandera todos los demonios del bolsonarismo genocida y su predilección por la violencia y la muerte, la división y la falta de humanidad. Brasil, el más genuino, el de sus esencias mejores, el envidiado fuera, el que con razón o sin ella se identifica con los valores de la felicidad, la alegría, la acogida y su riqueza de culturas, necesita de una bandera que sea su mejor espejo en el que no haya rastro de las bajezas y desgarros del bolsonarismo que está destruyendo el alma de este pueblo.

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