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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Prometedor deshielo comercial entre EE UU y UE

Los socios deben ahora avanzar en la desescalada de las luchas arancelarias desatadas por Trump

Ursula von der Leyen, Joe Biden y Charles Michel ayer en Bruselas
Ursula von der Leyen, Joe Biden y Charles Michel ayer en Bruselas.OLIVIER HOSLET (EFE)

La primera cumbre bilateral de la UE y EE UU en la era Biden, celebrada este martes en Bruselas, se ha saldado con un acuerdo para poner fin a la disputa comercial sobre Airbus y Boeing. El conflicto, el más largo de la historia comercial reciente con 17 años de duración, ha sido un fuego cruzado de subvenciones a la aeronáutica europea y estadounidense consideradas ilegales en ambos casos por la Organización Mundial de Comercio. Las represalias arancelarias de uno y otro lado alcanzaban ya un valor de 10.000 millones de euros y suponían un serio percance para el área comercial transatlántica, la mayor del mundo.

La cumbre marca así el inicio de una desescalada en la tensión comercial entre la UE y EE UU, agravada de manera inquietante durante el mandato de Donald Trump. La primera reunión en Bruselas no ha logrado desmantelar aún los aranceles introducidos por el anterior presidente para proteger a la industria del acero y del aluminio de la supuesta competencia desleal de los productores europeos. Pero, momentos antes de comenzar la cumbre, Biden dejó clara su posición: “tengo una visión muy diferente de mi predecesor”, dijo.

La presencia del nuevo inquilino de la Casa Blanca garantiza que, salvo contratiempos imprevistos, la guerra arancelaria ya no irá a más. Pero eso no basta. Bruselas y, sobre todo, Washington deben allanar ahora el camino para la retirada de todos los aranceles punitivos introducidos durante la era Trump. El acuerdo sobre Airbus y Boeing debe ser el modelo para la recuperación de un espacio comercial libre de trabas innecesarias. Biden debe resistir la tentación proteccionista que se ha instalado en EE UU y que anida tanto en demócratas como en republicanos.

Los últimos 70 años demuestran que, a pesar de las teorías de Trump, el libre comercio transatlántico ha redundado en beneficio de ambas orillas del Atlántico. Se calcula que la inversión europea en EE UU genera allí más de tres millones de puestos de trabajo. Y la estadounidense en suelo europeo, unos 4,8 millones de empleos.

La UE y EE UU suman casi la mitad del PIB mundial y casi un tercio de los flujos comerciales de todo el planeta. La sintonía política y económica de un bloque de tal magnitud debe explotarse para fijar estándares comerciales, sociales o medioambientales que sirvan de referencia para el resto del planeta. El dividendo de la paz comercial entre Bruselas y Washington será así mucho más que un mero desarme arancelario. Puede y debe ser la recuperación de un multilateralismo que Trump dejó tambaleante.

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