Teatro Real: la senda de la excelencia
Un prestigioso premio internacional corona la notable progresión de la institución lírica madrileña
La concesión este lunes al Teatro Real del premio a la mejor compañía del mundo de 2019 en los prestigiosos International Opera Awards es el reconocimiento a la progresión de un coliseo y una ciudad con menos tradición que las grandes capitales líricas del mundo. El Real, fundado en 1850, permaneció mudo durante 70 años del convulso siglo XX español. Reabrió sus puertas en 1997 y en este tiempo, con el esfuerzo de todos los participantes en la empresa, ha logrado ir afianzando sus credenciales como un centro de producción relevante y cosmopolita.
Visto en retrospectiva, la llegada al teatro de Gerard Mortier en 2010 resultó decisiva, aunque entonces cosechara la reacción negativa del sector más conservador de los abonados, una querella entre antiguos y modernos que sigue siendo irresoluble más de cuatro siglos después del nacimiento de la ópera. Joan Matabosch lo sucedió en los mandos poco antes de la muerte de aquel y continuó con la receta: apuesta por creadores y estéticas contemporáneas, producciones (y coproducciones) con ambición internacional y repertorios no tan trillados.
Un buen ejemplo de esa ambición acaba de echar el telón en Madrid. El Peter Grimes, con el que la ciudad ha continuado su idilio con el compositor Benjamin Britten (un montaje de Billy Budd le valió hace un par de años su primer premio en los International Opera Awards), muestra de lo que es capaz el Real, y también su orquesta y su coro, estabilizados en un nivel notable. Para ello, ha sido decisivo sacar a la institución de la primera línea de la política, donde era empleado, como antes el Reina Sofía o el Prado, como arma arrojadiza entre partidos políticos.
No es descabellado pensar que la distinción del lunes está relacionada con el hecho de que esta temporada, la más difícil que se recuerda, sus responsables hayan hecho todo lo posible por mantener la programación, con una inversión extraordinaria para adecuar su práctica a la nueva normalidad sanitaria, aunque sin evitar polémicas como las protestas de parte del público por la distancia de seguridad entre las butacas ocupadas, que acabaron en septiembre con una representación de Un ballo in maschera, o los contagios de covid producidos en los ensayos de Peter Grimes, que certificó la Dirección General de Salud Pública de la comunidad.
La palabra que más se escuchó en la gala virtual de entrega de los galardones fue seguramente “resiliencia”, como parte de un discurso de la capacidad de la música para ayudar al ser humano en los peores momentos. Parece evidente que el Teatro Real, a diferencia de grandes templos de la lírica como La Scala o el Metropolitan, se ha empeñado esta temporada en eso, en resistir. Ojalá el reconocimiento obtenido ofrezca más impulso aún a la institución en el camino de la excelencia.
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