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Columna
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Infantilizar y azuzar al ciudadano

Solo hay una cosa clara para después de las elecciones de Madrid, que estaremos más divididos que antes, más encabronados y con mucha mayor desconfianza en la política

Fernando Vallespín
Varios carteles electorales arrancados.
Varios carteles electorales arrancados.Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)
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Si se sigue la literalidad de las consignas que están utilizando izquierda y derecha en la Comunidad de Madrid, resulta que si gana la izquierda se procederá a nacionalizar los medios de producción, tomar el control de la prensa y, quien sabe, igual hasta expropiarnos. Esto es lo que se viene a decir con eso de “libertad o comunismo”. O convertir Madrid en Caracas. No conozco a nadie que vaya a votar a la derecha que imagine algo así. Les preocupa que les suban los impuestos o, por ejemplo, que se restrinja la enseñanza concertada. A la inversa, ¿piensa de verdad algún votante de la izquierda que se anularán las libertades, se expulsará a los inmigrantes menores o se perseguirá políticamente a quienes no comulguen con el nuevo régimen? Tampoco conozco a ninguno de los que vayan a votar a la izquierda que lo crea, pero eso es lo que significa “fascismo”. Todos piensan que en caso de ganar la derecha seguiremos parecido a como estamos. Les gustaría más otro modelo, claro, más atento a lo social y poniendo en primer lugar a lo público, marginar a Vox y velar por la igualdad. A los de un bando u otro les dará más o menos rabia perder, pero no esperan el apocalipsis.

Los políticos lo saben de sobra, y como además tienen que conocerse la Constitución y entienden lo que significa estar en Europa, no ignoran que eso que atribuyen a la otra parte es imposible de realizar en un país como el nuestro. Entonces, ¿por qué lo hacen? ¿Por qué nos toman por bobos, por qué esta infantilización del ciudadano y esta sobreactuación? Imagino que en el manual de los estrategas electorales figura que recurrir a este tipo de tácticas favorece la movilización. Y como no parecen muy imaginativos, tienen que echar mano de ideologías que ya fracasaron en el siglo pasado para arrojárselas al adversario en vez de ocurrírseles algo con proyección de futuro. A falta de ideas siempre está el catecismo populista: lo primero y principal es satanizar al otro y presentarlo como indigno, estigmatizar moralmente a la otra mitad.

Lo peor de todo es que para tratar de conseguir un bien menor, como es el acceso a un poder regional, puede ponerse en peligro el valor fundamental sobre el que se sustenta cualquier sociedad, su propia cohesión interna. Y ya es sabida la proyección que para el resto del país tiene lo que ocurre en Madrid. ¿Son conscientes de su irresponsabilidad? ¿En esto consistía el liderazgo, en azuzarnos a unos contra otros? Algunos, los minoritarios más radicales, saben que esa es la única forma de captar la atención, en río revuelto. Lo que no se entiende es que los demás, con importantes excepciones, caigan en una trampa tan burda. Porque solo hay una cosa clara para después de las elecciones, que estaremos más divididos que antes, más encabronados y con mucha mayor desconfianza en la política.

Quienquiera que gane las elecciones encima se lo atribuirá, ufano, a tan brillante estrategia. Pereat mundus, cualesquiera que sean las consecuencias. Repito, ¿tiene algún sentido vencer fomentando el odio, las sospechas, el enfrentamiento social? Lo sabemos por nuestra historia, solo hay una auténtica victoria para una comunidad, emanciparse de sus fantasmas del pasado. Prefiero creer que, si no algunos políticos, los ciudadanos al menos ya tomamos buena nota de ello.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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