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Columna
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Todo un éxito de la CIA

Estados Unidos no ha conseguido pulverizar el antidemocrático régimen, pero sí arrebatar a la oposición fuerza en las calles y papeletas en las urnas

Juan Jesús Aznárez
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, durante una conferencia de prensa en Caracas (Venezuela).
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, durante una conferencia de prensa en Caracas (Venezuela).Prensa Miraflores (EFE/Prensa Miraflores)

Maduro no solo aguanta con el respaldo de las Fuerzas Armadas y un sector del chavismo; también la oposición colabora, y no poco, a que se mantenga en el poder sin necesidad de una mayor represión; colabora de dos formas: con la emigración y las remesas de dólares. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados han emigrado unos 5,5 millones de los casi 29 millones de habitantes de Venezuela. La mayoría de ellos son opositores. No lo dice ACNUR, lo dice la observación, el conocimiento de la realidad, el sentido común. Son personas que, en general, echan pestes de Maduro.

Eso significa que, a la hora de votar, las urnas opositoras pierden unos cinco millones de sufragios en cualquier elección. Es así porque al ser la emigración reciente, muchas de esas personas se encuentran en situación irregular en los países de acogida: no están inscritas en ningún consulado ni tienen tiempo de pensar en eso, porque su necesidad perentoria, vital, es conseguir comida y techo. Si de un registro electoral de unos 20 millones de personas, restas cinco millones a una de las partes beligerantes, el resultado se inclinará del lado que mantiene su núcleo de votantes, es decir, del lado de Maduro.

Más del 40% de las familias venezolanas reciben, de una u otra manera, remesas en dólares de algún pariente en el exterior. El promedio mensual ronda los 45 dólares. No es mucho, pero no hay que olvidar que los remitentes están en situaciones precarias. Todo el esfuerzo de Estados Unidos para que las penurias derivadas de su bloqueo subleven a la población contra el régimen se ve menoscabado por el dinero que los propios antichavistas envían a sus parientes. De ese modo, la población sigue irritada, pero su malestar se amansa con los dólares y no alcanza la ebullición.

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Resulta curioso que Washington no haya encontrado todavía una fórmula satisfactoria para resolver esta paradoja. Y eso que lleva buscándola más de 10 años. Hay una tercera ayuda de la oposición, aunque posiblemente haya más: la masiva fuga de detractores al extranjero adelgaza las manifestaciones antigubernamentales y reduce su cuota de calle. Por eso, desde hace un par de años, las manifestaciones que convoca la oposición son numéricamente minúsculas comparadas con las conseguidas contra Chávez.

Conclusión: EE UU no ha logrado pulverizar el antidemocrático régimen, pero sí arrebatar a la oposición fuerza en las calles y papeletas en las urnas. ¿Y Maduro? Más tranquilo que nunca: a enemigo que huye, puente de plata. Los dólares que envían los emigrantes a sus familias son un sedante que aleja la posibilidad de un levantamiento popular impulsado por el acelerado deterioro de las condiciones de vida causadas por el chavismo y el bloqueo. Todo un éxito de la CIA.

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