_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo que Victoria Abril dice de nosotros

Cada vez tenemos más cerca a aquellos dispuestos a creerse cualquier disparate con tal de no dar crédito a un experto

Elvira Lindo
Victoria Abril
La actriz Victoria Abril, en la rueda de prensa convocada con motivo de la concesión a la actriz del Feroz de Honor 2021.Emilio Naranjo (EFE)

Hay un estilo en el habla que se impuso en la vida nocturna de los ochenta y como inevitable consecuencia en las comedias del momento que aún sigue imperando en ciertos ambientes. Victoria Abril dio esta semana buena muestra de ello. Se trata, entre otras gracias, de trufar el discurso con expresiones del tipo, “mira, cariño”, “mira, bonita”, “ay, mari”, para que parezca desparpajo lo que tan solo es arrogancia y una mal disimulada agresividad. Son personas que parecen estar advirtiéndote de que te pueden faltar al respeto en cualquier momento cuando la realidad es que ya te lo están faltando. Algunos incautos perciben a las reinas y reyes del desparpajo como transmisores de una gran verdad, por eso conviene desconfiar por sistema de los charlatanes que venden verdades de mercadillo. La verdad, por esencial que esta sea, siempre suena en un tono más bajo. A mí el discursito de Abril no me sorprendió, corresponde a ese tipo de artista que considera parte de su trabajo dar la nota, pero me pareció a un tiempo propio de una tendencia al alza, la de los predicadores de la desconfianza a todo lo que suene a científico, probado, documentado.

En el ensayo Antisocial. La extrema derecha y la libertad de expresión en internet, el periodista Andrew Marantz da buena cuenta de ello. Frecuentó durante dos años los foros cibernéticos que poco a poco han ido atrayendo a negacionistas de todo pelaje, nihilistas, conspiradores, poseedores de una rabia transversal cuyo elemento en común es la desconfianza. Todos ellos defienden una verdad alternativa que los medios generalistas no nos están contando, que nos niegan —según su creencia— para mantenernos sojuzgados. ¿Quiénes son los instigadores de esa conspiración a nivel planetario cuya pretensión es convertirnos en cobayas? Hay, sostienen, mentes perversas de primera división, entre las que encontraríamos a Georges Soros, que encarnara como nadie esa vieja idea nunca desaparecida de que los judíos dominarán el mundo, o Bill Gates, el poderoso empresario que nos la mete doblada a base de filantropía. Por debajo de los líderes se encontraría un batallón inconcreto de políticos, periodistas y científicos al servicio de esta misión consistente en rendir la voluntad de los hombres y las mujeres libres. De esa maraña surgió Trump, el incorruptible, el tipo que expulsa a las élites del templo para devolvérselo al pueblo.

Más información
Victoria Abril: “Somos cobayas, metiéndonos vacunas que son unos experimentos sin probar”

La desconfianza es el aglutinante que cohesiona esta argamasa compuesta por almas deseosas de seguir una verdad que no sea la que expresan los medios “tradicionales”. Los que semanalmente escribimos una columna somos testigos de cómo esa argamasa ha ido creciendo y reconocemos cada vez con más frecuencia a esos individuos que se jactan de no leer informaciones que suponen interesadas ni a columnistas que son meros transmisores de lo que marca el poder establecido, a científicos que no dicen la verdad, sino lo que les conviene a las empresas farmacéuticas. Como esta desconfianza se alimenta de los peligros reales que padecen las democracias, parecería lógica y comprensible, pero no lo es cuando desemboca en teorías grotescas, conspiranoicas.

La fuerza de dicha desconfianza es tan poderosa que el periodismo se encuentra en estos momentos tratando de conquistar o reconquistar a quienes prefieren entregar su fe a foros oscuros donde les revelan verdades generadoras de una cierta serenidad de ánimo en esta realidad tan marcada por la incertidumbre. Cada vez tenemos más cerca a aquellos dispuestos a creerse cualquier disparate con tal de no dar crédito a un experto. Javier Sampedro escribía sobre los puntillosos de la vacuna, aquellos que sin ser de todo negacionistas no están dispuestos de ninguna de las maneras a que les apliquen la astrazeneca porque es la que ofrece un porcentaje más bajo de protección. Olvidan que la vacunación no solo trata de preservar la salud propia, que el éxito proviene de la inmunidad colectiva. Pero esto es precisamente lo que alimentan estas jugosas informaciones alternativas que tanto gustan a Victoria Abril: el individualismo más insolidario.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_