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COLUMNA
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Tensión

Casi en vísperas del 8-M, los partidos en el Gobierno han conseguido convertir en una batalla interna una ampliación de derechos civiles

Pepa Bueno
Toma de posesión de Irene Montero como ministra de Igualdad en enero de 2020.
Toma de posesión de Irene Montero como ministra de Igualdad en enero de 2020.ULY MARTIN

El apreteu sostenido de Quim Torra y sucesores llamando a la tensión en las calles ha llevado a su fuerza política de la segunda a la tercera opción del Parlament en las elecciones del 14 de febrero. Dice el Fondo Monetario Internacional que tras la pandemia vendrá un ciclo de revueltas sociales provocadas por la desigualdad, pero que se iniciarán por chispazos variados. Puede ser pero, de momento y de forma mayoritaria, pesa más la incertidumbre que la ira descontrolada.

Podemos se comporta como si pudiera volver al año 2013 y conectar con esa ira subyacente. Pero aquí y ahora son Gobierno, han ganado y la tensión alimenta a otros. En España ya no hay liderazgos virginales, solo queda Vox para vocear fórmulas simples y justamente en su caso no se puede hablar de nueva política. Son ellos quienes recogen los beneficios de los vientos huracanados que los demás agitan.

Al PSOE, su situación de centralidad le lleva a la aspiración de recuperar un número suficiente de escaños que le permitan gobernar con apoyos, pero sin la dependencia que ahora mismo tiene de UP. Supongo que cuentan con la euforia que seguirá a una recuperación rápida y vertiginosa de la economía. Pero ni eso está claro y, aunque ocurriera, garantiza nada. Los que desembarcan en Normandía no desfilan necesariamente en París. No sería la primera vez que una vez pasada la pesadilla, en este caso la pandemia, los electores deciden pasar página al ser llamados a las urnas. Y si en el desierto que hoy es la oposición se ha alimentado a Vox, Vox será quien encabece la alternativa.

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De momento y casi en vísperas del 8-M, los partidos en el Gobierno han conseguido convertir en una batalla interna una ampliación de derechos civiles. La pugna política por la ley trans tiene mucho menos que ver con los derechos de esta minoría discriminada que con la hegemonía cultural de ese colectivo y la ascendencia sobre la mitad de la población, las mujeres y el movimiento feminista español, uno de los más vitales del mundo. Batallas ajenas al fondo de las cuestiones y que responden a lógicas masculinas, muy de otro tiempo, con machos alfa midiéndose cualquier cosa que se pueda medir.

Sirva como recordatorio y alerta la última provocación de Vox: convertir, precisamente el 8-M, en el día de las víctimas del coronavirus.


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