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Columna
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Viejas y nuevas guerras

Sorprende el silencio y la comprensión ante las dificultades de la Comisión por parte de los partidos que en España han convertido la gestión de la crisis sanitaria en un enfrentamiento sin cuartel

Pepa Bueno
Los choques con AstraZeneca han hecho mella en la credibilidad de Ursula Von der Leyen.
Los choques con AstraZeneca han hecho mella en la credibilidad de Ursula Von der Leyen.JUSTIN TALLIS (AFP)

Rechazamos las metáforas bélicas por respeto a los que han caído y caen bajo las bombas mientras a nosotros se nos pide básicamente estar en casa y a nuestro alrededor las infraestructuras permanecen intactas, esperando volver a una vida parecida a la de antes. Por respeto a Siria, que lleva 10 años en guerra y sin noticias de la vacuna ni de los tratamientos anticovid ni de los equipos de protección para los sanitarios. Sí, hay que ser prudentes con las metáforas.

Pero lo cierto es que algunas guerras se vienen librando sin bombas desde hace tiempo. Por los recursos escasos como el agua y por los recursos abundantes, pero nuevos, como los datos de cada uno de nosotros. El botín es dinero, influencia y posición en la pirámide del poderío global. Aún es pronto para saber si el enfrentamiento entre Europa y la farmacéutica AstraZeneca es una simple escaramuza en una situación inédita para todos, o es la primera batalla de una guerra con doble botín: la compañía multiplica sus beneficios y los países que obtengan antes las vacunas salvan vidas y consiguen la primera posición para la recuperación económica que vendrá cuando se supere la pandemia. Sin olvidar los efectos sobre la confianza en sus instituciones de sociedades muy vapuleadas por el virus y por sus consecuencias, como demuestra el incremento del paro español registrado en enero.

En las guerras de verdad la información es estratégica. Tal y como estamos viendo en este episodio en el que solo el anuncio del incumplimiento por parte de la compañía sueco-británica forzó a la Comisión Europea a publicar el contrato que algunos grupos de la Eurocámara llevaban semanas reclamando sin éxito. Todavía se ocultan datos de esos contratos que permitirán a la compañía jugar con otras reglas en otros escenarios. Habrá que sumar la transparencia a las bajas no humanas de la pandemia. Además de lo revelador que ha resultado comprobar cómo una sola compañía privada le mantiene un pulso vital a una institución que representa a 450 millones de personas y, lo que es más importante para el caso, 450 millones de clientes potenciales del mundo rico.

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