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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El retraso en las vacunaciones es un peligro letal para la UE

Los problemas en la distribución son una amenaza política además de sanitaria

Crece la tensión entre AstraZeneca y Bruselas por el retraso en el suministro de vacunas.
Crece la tensión entre AstraZeneca y Bruselas por el retraso en el suministro de vacunas.Silvia Izquierdo (AP)

Los incumplimientos de las farmacéuticas en el suministro de vacunas contra el coronavirus han abierto una grave crisis en el seno de la Unión Europea. A las dificultades de Pfizer para asegurar la producción se ha añadido el anuncio de AstraZeneca, que pretende reducir más del 60% la cantidad de vacunas que iba a entregar en el primer trimestre. El acuerdo firmado en agosto prevé la compra de al menos 300 millones de dosis, con opción para otros 100 millones. Muchos países europeos confiaban en dar un impulso a la inmunización en febrero gracias a esta vacuna, mucho más barata y fácil de administrar que las de Pfizer y Moderna, pues no exige ultracongelación. Lo ocurrido es de una gravedad extrema, no solo porque del cumplimiento de estos contratos depende la vida de cientos de miles de personas y la recuperación económica de Europa, sino porque el fracaso del plan de vacunaciones desataría una crisis de confianza en la competencia de las instituciones europeas difícilmente reparable.

Esta situación propicia varias consideraciones. En cuanto a las compañías, resulta imprescindible el máximo nivel de transparencia en un asunto en el que hay tantas vidas en juego. La decisión de exigir una notificación previa sobre todas las exportaciones de las vacunas que salgan del territorio europeo apuntan a que la Comisión Europea sospecha que el incumplimiento podría estar motivado por el desvío inapropiado de parte de la producción a otros compradores. La compañía lo niega, recuerda que su producto se vende prácticamente a coste de elaboración y asegura que el fallo reside en problemas imprevisibles de capacidad de fábrica. La empresa sostiene estar obligada a dar preferencia al Reino Unido en el suministro de las vacunas que se fabrican en este país, porque su contrato es previo, y señala además que el acuerdo con la UE solo le exige “hacer el mejor esfuerzo” por garantizar el suministro. Con el Brexit recién ocurrido, esta cuestión es material políticamente inflamable. Dada la gravedad de la situación, las empresas deben dar explicaciones con el más alto estándar de transparencia.

En un segundo orden de reflexión, el conjunto de la situación cuestiona la actuación de la UE. El incumplimiento compromete el objetivo de tener el 70% de la población vacunada antes del verano. El varapalo se suma además a un inicio de campaña decepcionante. En Europa apenas se ha vacunado al 2% de la población, frente al 7% de Estados Unidos, el 10% del Reino Unido o el 44% de Israel. A nadie se le puede escapar el enorme daño reputacional —además de sanitario y económico— que la UE sufriría ante su ciudadanía de quedar sustancialmente rezagada en este esfuerzo.

La compra centralizada de vacunas ha sido un gran avance. Evitó que Europa se deslizara por la pendiente del nacionalismo sanitario, tan ineficiente como injusto. Pero esta crisis obliga a reflexionar sobre los errores cometidos. Si se compara con la acción de otros Ejecutivos, la UE ha actuado con cierta lentitud, con contratos firmados más tarde, lo que ahora resulta ser un problema. Por el otro, ha habido cierta tibieza de inversión en las compras y en el esfuerzo para garantizar una mayor capacidad de fabricación en la propia UE, utilizando plantas de producción de otras farmacéuticas, como ahora se propone hacer, quizá demasiado tarde. Toca remontar. Es vital, en sentido físico, económico y político.

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