Leviatán tras la vacuna
La alarmante (y a la vez fascinante) geopolítica de la vacuna nos recuerda que el orden internacional es la ley de la selva, y que Europa no puede ser una tierna paloma tratando de sobrevivir en medio de la anarquía global
Esta semana, el reputado analista Wolfgang Münchau señalaba en este mismo periódico que Boris Johnson había negociado mejor la compra de vacunas al poner por delante la velocidad y la seguridad en el abastecimiento frente al criterio del precio. El coste a la larga sería, sin embargo, mucho mayor para la Unión Europea, tanto en vidas como en términos de legitimidad política, e incluso en pérdidas económicas. Es decir, que son las grandes compañías, y no los Gobiernos, quienes parecen tener en su mano las llaves de la prosperidad. Pero Münchau se equivocaba en una cosa: un proceso garantista en términos sanitarios es algo positivo y deseable, y la UE ha demostrado mucha capacidad de negociación para acordar los precios como mercado único. Lo que está por ver ahora es que sea capaz de ejercer su poder, sacar las garras del Leviatán, como los halcones británicos, y asegurar así el abastecimiento frente a los intereses de las farmacéuticas y de terceros países. La UE, efectivamente, se juega aquí todo su capital político.
Esta alarmante (y a la vez fascinante) geopolítica de la vacuna nos recuerda que el orden internacional es la ley de la selva, y que Europa no puede ser una tierna paloma tratando de sobrevivir en medio de la anarquía global. La idea de la Comisión de centralizar la compra y distribución de la vacuna es una de las operaciones de más alto voltaje político que ha acometido la Unión Europea en décadas y, sencillamente, no puede salir mal. Estos días, muchos han pensado que, yendo solos, Alemania y Francia habrían conseguido lo mismo que el Reino Unido. Y quizá no les falta razón. ¿Pero qué pasaría con los países de renta media y baja en una carrera desenfrenada por el acceso a la vacuna? Afortunadamente, Europa es una entidad en la que prima la equidad: lo que asegura que actuemos unidos es lo que nos convierte en una comunidad política democrática donde los fuertes ceden poder a los débiles. La Unión debe decidir de nuevo si es solo un mercado o un Leviatán europeo. Nuestra capacidad competitiva para negociar el precio está demostrada, pero ¿sabremos competir en la dimensión geopolítica, asegurando el acceso rápido a la vacuna y evitando que las multinacionales nos tuerzan el brazo?
La guerra de las vacunas nos habla del poder, no del mercado; de la competición descarnada entre los Estados y las grandes compañías, convertidas ya en actores internacionales con capacidad para doblegar a los primeros. Hasta la solidaridad jugará como factor geopolítico cuando, donando dosis, algunos países se aseguren alianzas estratégicas. Y en mitad de la pugna, está Europa, una potencia normativa obligada ahora a jugar duro en la defensa de sus intereses y de su propia supervivencia. Incluso con Joe Biden en la Casa Blanca, no podemos permitirnos meter nuestra autonomía estratégica en el cajón.
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