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De mar a mar
Columna
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Leopoldo en Madrid

La salida del líder opositor venezolano de la embajada española en Caracas estaría, otra vez, desnudando una fisura en el aparato chavista

Carlos Pagni
Leopoldo López se reúne con su familia en Madrid.
Leopoldo López se reúne con su familia en Madrid.

Leopoldo López, líder de Voluntad Popular, uno de los partidos de la oposición venezolana, está desde este domingo en Madrid. El exilio de López, que ha sido acaso la víctima más emblemática de la tiranía de Nicolás Maduro, ha desatado un conflicto entre Venezuela y España. Pero también es un papel de tornasol que pone a prueba las fragilidades del régimen chavista.

López dejó la embajada de España en Caracas, donde estaba asilado, y llegó a Madrid, motivado por problemas personales. No solo pasó muchos años alejado de su esposa, Lilian Tintori, y de sus hijos. En la capital española lo esperaban sus padres, Leopoldo López Gil, que es parlamentario europeo, y Antonia Mendoza Coburn. Ella atraviesa un delicado trance de salud y está a punto de someterse a una intervención quirúrgica. Le trasplantarán un riñón. Es la clave principal del viaje.

Alrededor de la salida de López de Caracas se desató una tormenta diplomática. El Gobierno de Maduro emitió un comunicado durísimo contra el de Pedro Sánchez, reprochándole lo que considera una fuga. ¿Cuánto tuvieron que ver las autoridades españolas en esa peripecia? Es un misterio. Quienes conocen de cerca las circunstancias y las personas tienen una sola certeza: con independencia de lo que haya sucedido, es imposible que Jesús Silva Fernández, el embajador español, actuara en disonancia con su Cancillería. Silva Fernández es un profesional de gran calidad y experiencia, como lo demostró en crisis anteriores que debió administrar en su carrera. Entre ellas, la que se desató entre constructoras españolas y el Gobierno de Panamá, cuando él ocupaba la embajada en ese país. Esta caracterización alienta la versión de que, en el inframundo, podría haber existido una negociación entre Caracas y Madrid para facilitar el viaje. De ser así, las declaraciones oficiales tendrían otra lectura.

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La incógnita mayor no es qué papel jugó España, sino qué papel jugó Venezuela. La residencia del embajador español en Caracas es un lugar muy visible y está sometida a la vigilancia obsesiva de los cuerpos de seguridad del régimen. Es impensable que López haya logrado sortear ese cerco sin la complicidad de autoridades venezolanas. La hipótesis es verosímil por lo que ocurrió el 30 de abril de 2019: una de las decisiones de los militares que se sublevaron contra Maduro en aquella fecha fue liberar a López de la cárcel de Ramo Verde.

La salida de la sede diplomática estaría, otra vez, desnudando una fisura en el aparato chavista. La reacción de las autoridades, también. Hubo detenciones del personal de la embajada y allanamientos en las viviendas del personal de seguridad. Nada más inconveniente para Maduro. Aparecen los reflejos inconfundibles de una dictadura en momentos en que él se empeña en dar alguna señal de pluralismo. El 6 de diciembre se celebrarán unas elecciones legislativas que están sospechadas por demasiados motivos. Nada más inoportuno que el arrebato de la policía de Maduro contra los funcionarios españoles.

En rigor, se trata de una repetición. En enero de 2018 Silva Fernández fue declarado persona non grata por el Gobierno de Maduro. Debió regresar a España, pero al poco tiempo fue repuesto en su embajada. Aquel ataque fue impulsado por Diosdado Cabello, quien como presidente de la Asamblea Constituyente es una especie de vicedictador. Los atropellos de este fin de semana podrían tener el mismo impulso. Diosdado es un enigma. Su Asamblea debería ser disuelta el 31 de diciembre. Pero todo puede prorrogarse. De hecho, ya se corrió la fecha de vencimiento el año pasado, mediante un decreto. En Venezuela las reglas son un acordeón. La clausura de la Constituyente es significativa porque abre el interrogante sobre el destino del segundo hombre del régimen.

La Cancillería de España respondió con firmeza a los reproches venezolanos. El cruce entraña, sin embargo, una paradoja. Sánchez y su ministra, Arancha González, habían atenuado la severidad de su país frente a los desenfrenos institucionales del chavismo. Fueron decisivos para que la Unión Europea tienda un puente hacia Maduro con el propósito de que postergue las elecciones legislativas y facilite así la supervisión internacional. Josep Borrell, el canciller europeo –y compañero de partido de Sánchez y González– envió a dos representantes a Caracas para negociar esa salida. Fueron gestos audaces, porque se produjeron en el momento en que una misión de Naciones Unidas formuló las más graves acusaciones sobre crímenes de lesa humanidad cometidos por la dictadura, con conocimiento de Maduro y de sus ministros del Interior y de Defensa. Sánchez, González y Borrell abandonaron la estrategia más intransigente de Mariano Rajoy y Felipe González para abrazarse al dialogismo de José Luis Rodríguez Zapatero.

La alianza de los socialistas con Podemos explica esta política, que se coronó con la designación de un nuevo representante en Caracas: Juan Fernández Trigo, un profesional que pasó buena parte de su carrera en La Habana. Es probable que este “detalle” haya sido también crucial en la salida de López de Caracas.

El exilio de López impacta sobre la política interna. Él se vio obligado a justificar la decisión. Debe evitar que se la vea como un desistimiento. Pero la radicación en Madrid aumentará su protagonismo en la polémica cotidiana. Más lejos estará más visible. El contexto para Maduro es de una gran complejidad. Las elecciones del 6 de diciembre no le proveerán una pizca de legitimidad. Además, Para el 12 del mismo mes, Juan Guaidó, que es reconocido como presidente por una gran parte de la comunidad internacional, que incluye al Parlamento Europeo, convocó a una consulta sobre el régimen, de la que podrán participar todos los venezolanos; también los que están repartidos por el mundo. Guaidó es el principal ahijado político de López.

Este ajedrez transcurre mientras se acelera la crisis material. Apagones, falta de combustibles y un problema delicado: caída de las remesas. La pandemia afectó a Venezuela en un doble frente. El interno, porque presiona sobre un sistema de salud que había colapsado antes de la aparición del virus. Y el externo: muchísimos venezolanos de la diáspora quedaron sin trabajo por la recesión generalizada.

El signo de interrogación es interminable. ¿Hasta cuándo una catástrofe como esta es sustentable? La respuesta también le dará un significado al exilio de Leopoldo López.

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