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La muerte de Juan Pablo I

Pudo haber dirigido una Iglesia sin traumas

Ha sorprendido a autoridades eclesiásticas y civiles y, en general, a personalidades relevantes de la vida pública por lo inesperado del suceso. El escaso tiempo que llevaba al frente de la Iglesia no ha hecho posible calibrar -según se desprende de las declaraciones de estas personas- las líneas maestras de su papado. Casi todos coinciden en afirmar que era un «Papa bueno», «un hombre de sonrisas y de esperanzas», el hombre, en definitiva, que hubiera podido conducir a la Iglesia, sin grandes traumas, en medio de unos tiempos cargados de dificultades. Estas mismas esperanzas mantienen y desean que se cumplan en la próxima elección de un nuevo Pontífice.

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