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Santiago Carrillo: "Hoy no podemos ver la religión como el opio de los pueblos"

«A los comunistas nos ha costado un gran esfuerzo autocritico llegar a comprender que hoy ya no podemos ver la religión como el opio de los pueblos, sino que en amplios sectores del cristianismo ha habido actitudes muy favorables a las clases oprimidas. Hemos asumido que en el partido puede haber una corriente marxista de origen cristiano que aporta unos valores morales, políticos e ideológicos importantes, que enriquecen al partido y al marxismo. Al reconocerlo, evitamosque el marxismo se convierta en otra Iglesia, con sus santos, sus vaticanos y sus dogmas», dijo ayer Carrillo, secretario genéral del PCE, en la presentación del libro Por qué soy marxista y otras confesiones, de Alfonso Carlos Comín.

En el acto, que reunió a un nutrido grupo de representantes de la dirección del Partido Comunista, de la Iglesia Comprometida -José María de Llanos, Díez Alegría-, y de la cultura, como Rafael Alberti, habló también Alberto Iniesta, obispo auxiliar de Madrid.Santiago Carrillo, que se ausentó en cuanto terminó de hablar -«A ver si algún día nos podemos ver más despacio, monseñor»-, afirmó que dentro de su partido no ha visto reticencias entre agnósticos y cristianos y narró una anécdota de las pasadas elecciones municipales. « Fue en Santa Coloma, en un mitin. El primer candidato de nuestra lista, hoy alcalde, había hablado como comunista. He de reconocer que me produjo una enorme impresión oírle decir: "Y, además, soy el cura párroco".»

El secretario general del PCE afirmó que su partido no se propone «de ninguna manera, hacer una fracción comunista dentro de la Iglesia, ni tampoco una fracción cristiana en el PC. Unos y otros contribuimos en la cultura, la política y la acción de masas. Hace ya años dije que aquí iríamos al socialismo con la hoz y el martillo en una mano y la cruz en la otra. Algunos creyentes me dijeron: "La cruz la llevarás tú; nosotros llevaremos la hoz y el martillo"».

Alberto Iniesta empezó diciendo que iba a confesarse primero de sus pecados y que luego los explicaría. «Me acuso, padre», afirmó, «de que yo he sido franquista, y eso el padre lo toma con mucha benevolencia», se interrumpió. «Me acuso, padre, de que no soy marxista, de que no soy antimarxista y de que creo que marxistas y cristianos tienen muchos valores que aportarse, al menos que interpelarse.»

Monseñor Iniesta fue franquista desde los catorce o dieciséis años y no le contaban más que los terribles que eran los rojos. «Hasta los veintisiete años», dijo, «yo era ateo práctico y del Frente de Juventudes, desfilaba con toda mi marcialidad y gritaba Franco, Franco siempre que veía pasar su coche. Hasta me apunté a la División Azul, aunque no me dejaron ir porque no tenía edad. Yo pensaba que lo rojo era lo malo, el caos».

Alberto Iniesta dijo que no es marxista «porque conozco el marxismo a nivel de cultura general, un poco más que lo vulgar pero no especializado, es decir, no estoy en el rollo de una manera especializada, pero la sociedad que busca el marxismo es tremendamente coherente con mis planteamientos y el cristianismo no frenará nada que sea auténtico en la lucha del marxismo por la mejora de la humanidad, aunque algunos no hayamos tomado todavía ese camino».

Alfonso Carlos Comín recordó que tuvo compañeros en la Universidad a los que se les planteaba el dilema de un proletariado sin Dios o Dios sin el proletariado, «y yo quería mantener juntos a ambos». «En el conjunto de la Iglesia institucional», añadió, «los que hemos tomado esta opción nos seguimos viendo mirados como marginales. Pero asumimos las tensiones y contradicciones de una Iglesia que ha llevado a la hoguera a hombres para luego canonizarlos, como, si somos comunistas, hemos de asumir que estamos ligados a partidos que han fusilado héroes. No renunciamos a nada. »

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