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México frente a ómicron: una radiografía de la ola de contagios más explosiva de la pandemia

Los datos sobre la nueva variante detallan la alta velocidad de transmisión y, aunque los casos suelen ser menos graves, los especialistas piden cautela mientras se habla cada vez más de una posible transición hacia la endemia

Coronavirus en México
Una mujer espera a hacerse una prueba de covid-19 en Ciudad de México, el pasado 6 de enero.Alejandro Cegarra (Bloomberg)

Ómicron tocó la puerta de México desde finales del año pasado. El primer caso de la nueva variante en territorio mexicano fue detectado el 3 de diciembre. Para enero, el país ya estaba inmerso en una cuarta ola de contagios. Al igual que en el resto del mundo, el nuevo rostro de la pandemia disparó los diagnósticos positivos, hizo que la gente formara largas filas para aplicarse pruebas que les permitieran saber si tenían covid o una gripe y el sistema de salud ha afrontado nuevas presiones, con Estados que han superado el 70% de ocupación hospitalaria.

En pleno pico de contagios y tras varios récords superados, una radiografía del paso de ómicron por el país arroja que la cuarta ola ha superado con creces a las anteriores en casos confirmados hasta multiplicarlos por 1,6 en su punto álgido. Lo positivo ha sido que a las terapias intensivas solo ha entrado una cuarta parte de los pacientes que lo hicieron en el peor momento de 2021. Hay más casos y suben más rápido que en otros momentos de la pandemia, pero tienden a ser menos graves.

“De acuerdo con las tendencias en otros países, aunque las situaciones no son siempre equiparables, lo que podríamos esperar es que la variante ómicron siga subiendo intensamente en México todo el mes de enero”, señala Alejandro Macías, zar de la pandemia de influenza AH1N1 en México. El epidemiólogo explica que hay zonas del país que entraron antes a este pico y es posible que empiecen a ver un declive antes también. “Esperaríamos que febrero ya sea una etapa en la que empiecen a disminuir los casos en algunas regiones de México y que en marzo entráramos a una meseta”, comenta Macías, aunque matiza que para que eso pase es necesario que la población se siga vacunando.

El especialista advierte, sin embargo, de que el hecho de que no se hayan saturado los hospitales como en olas anteriores “no debe darnos un falso sentimiento de tranquilidad”. “Recordemos que los hospitales y las terapias intensivas no se saturan al mismo momento en que se incrementan los casos”, dice Macías, que cita el ejemplo de Sudáfrica, donde se identificó ómicron por primera vez en noviembre pasado y donde el número de pacientes internados subió, incluso cuando los casos en general empezaron a bajar. “Ahí, el número total de casos sigue incrementando la ocupación total de los hospitales e, inclusive el número de muertos, y es algo que se está viendo también en la mayoría de los Estados de EE UU”, señala el especialista sobre uno de los posibles escenarios. En los últimos días, las defunciones en el país rondaban las 500 por día frente a las 300 que se promediaban durante la semana pasada, a pesar de que la pandemia se ha desacelerado en cuanto a contagios. México ha sumado 45.115 nuevos contagios y otras 437 muertes por covid-19, según los datos publicados este viernes. La ocupación promedio de camas generales en hospitales mexicanos está en un 46% y la de terapia intensiva se sitúa en un 29%.

Hasta este momento, el pico de ómicron se está desvelando como menos grave, no sólo caso por caso, sino en su efecto agregado en comparación con las olas que hubo en verano y a inicios del año pasado, cuando no había iniciado la vacunación masiva. El mérito de este menor impacto empieza en las características de la variante, pero termina en el muro inmunitario que se ha ido construyendo gracias a las vacunas, pero también a contagios anteriores.

En lo que respecta a la naturaleza de ómicron, tan significativa como la diferencia entre casos y entradas en UCI es la que existe entre la entrada en cuidados intensivos y la intubación, que apenas llega a un 15% de lo que se vio en agosto del año pasado. Esto es consistente con la evidencia acumulada a base de experimentos en ratones que señala infecciones menos patogénicas en los pulmones: como resultado, los casos graves (aunque lo sigan siendo) tienen menor probabilidad de necesitar soporte respiratorio.

Pero el frente definitivo ha sido probablemente el de la inmunidad adquirida. En las vacunas, México ha peleado un poco por debajo del peso que se le supone a una de las potencias diplomáticas y económicas de la región: hasta ahora sectores importantes de la población no han recibido ninguna dosis y los llamados “rezagados” siguen formándose para que se les aplique la vacuna en el último momento.

El Gobierno mexicano empezó la aplicación de vacunas de refuerzo el 7 de diciembre para personas mayores de 60 años. Después se extendió la cobertura a trabajadores sanitarios y del sector médico, pero las autoridades tardaron varias semanas más en ofrecer estadísticas sobre el avance y los datos no se han compartido con la misma transparencia que el resto de países del continente.

Durante la conferencia semanal sobre el estado de la pandemia del pasado martes, se dio a conocer que 7,8 millones de adultos mayores contaban con su refuerzo. La vacunación de habitantes mayores de 40 años empieza este lunes y representa el mayor reto de las autoridades sanitarias en las próximas semanas: solo 2,1 millones de personas entre los 40 y 59 años ha recibido una vacuna. Los adultos de mediana edad son un grupo que ha sufrido desproporcionadamente el impacto del virus en México en comparación con otros países, probablemente por las comorbilidades predominantes en el país que agravan los cuadros de covid, como la obesidad, la diabetes y la hipertensión. En las últimas semanas también se ha inoculado a adolescentes de 14 a 17 años, al menos con una dosis, uno de los últimos grupos etarios en hacerlo.

Una de las principales críticas del grueso de los especialistas a las autoridades mexicanas es que la vacunación de refuerzo llegó más tarde que en otros países. Mientras ómicron ya dejaba una huella de su impacto en Europa y Estados Unidos, el Gobierno mexicano tomó más tiempo para definir la estrategia de vacunación para esta etapa. Se anunció, por ejemplo, la distribución de vacunas para adultos de más de 40 años hasta mediados de enero, cuando otros países de la región ya habían administrado dosis adicionales para esa franja de edad e, incluso, más jóvenes.

La vacunación de refuerzo finalmente arrancó. Las primeras semanas del año han visto un repunte de las dosis administradas cada día, de la mano de la necesidad de abatir los contagios y los casos graves provocados por la expansión de ómicron, así como la disponibilidad de vacunas que tiene el país. México tiene más de 201 millones de dosis recibidas, pero ha aplicado poco menos de 165 millones: un colchón de alrededor de 35 millones de reservas que aún pueden aprovecharse.

En México, ómicron no implicó la imposición de restricciones a la movilidad ni la vuelta a un confinamiento como el que se vivió en las primeras etapas de la pandemia. El ritmo de actividad cotidiana se ha recuperado poco a poco durante el año pasado. Uno de los indicadores más claros de esta recuperación se está viendo en la actual temporada de gripe, como siempre coincidente con las épocas invernales. “No es raro que en las épocas de frío se incrementen los episodios de enfermedades respiratorias, no porque el frío en sí mismo sea el que nos enferme, sino porque, como ha sido claro en esta pandemia, la gente se encierra más, empieza a respirar el mismo aire ‘viciado’ y si alguien tiene el virus, lo está ‘compartiendo’ con los demás e infecta a otras personas”, explica Macías.

“Entre que es gripa o es covid, aquí andamos, es la duda que tenemos todos”, decía Jonathan Puebla, un hombre de 33 años, mientras esperaba a aplicarse una prueba de covid a principios de enero en Ciudad de México. La llegada de ómicron marcó el inicio de un invierno complicado, en medio de la caída de las temperaturas, el aumento de otras enfermedades respiratorias, las reuniones por las fiestas decembrinas y la necesidad de recuperar millones de economías hogareñas maltrechas.

Durante la ola de ómicron, la misma pregunta ha flotado entre las personas contagiadas con síntomas leves o moderados: ¿será ómicron o gripe? La duda está fundamentada en datos: el ritmo de casos positivos por influenza detectados por el sistema de vigilancia epidemiológica mexicano está volviendo en la temporada 2021-2022 a ritmos y niveles similares a los previos a la pandemia. En cambio, en la temporada 2020-2021 los contagios de este virus aparecían totalmente planos.

Cabe la posibilidad de que esta diferencia tan abrupta no sólo obedezca a la naturaleza del ritmo de contagio sino también, al menos en una pequeña parte, a la dificultad de mantener una detección pareja de dos virus de alto contagio con las capacidades de vigilancia existentes en México. En los primeros meses de pandemia el país empleó su red de centros Centinela para detectar el SARS-CoV-2, lo que produjo resultados subóptimos en detección. La hipótesis de un grupo de investigadores de Nuevo León es que el confinamiento también ayudó a ver menos casos de influenza en 2020, ya sea porque se quedaron en casa o porque optaron por salir menos a hacerse una prueba que confirmara su contagio, como publicaron en la revista Nature.

“Es plausible que la región se esté acercando al fin de la pandemia”, dijo Hans Kluge, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, en declaraciones que han resonado fuerte en Latinoamérica. “Una vez que la ola de ómicron disminuya, habrá una inmunidad general durante algunas semanas y algunos meses, ya sea por la vacuna o porque las personas serán inmunes debido a la infección, y también una disminución debido a la estacionalidad”, ha defendido Kluge, aunque la OMS ha matizado sus afirmaciones y ha dicho que es “peligroso suponer que ómicron es la última variante”.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS), la representación continental de la OMS, siguió la misma línea de cautela y no se animó a dar un pronóstico de si la transición a la endemia se dará en las próximas semanas. “Ninguno de nosotros tiene una bola de cristal y es demasiado temprano para decir que estamos acercándonos al final de la pandemia”, dijo el miércoles Carissa Étienne, la directora de la OPS.

El pronóstico de varios epidemiólogos es que ómicron puede convertirse en una fase de transición hacia que el covid se convierta en una enfermedad estacional por la inmunidad adquirida por los contagios y la vacunación. Sylvain Aldighieri, uno de los principales epidemiólogos de la OPS, dijo que en México y otros países de clima templado es posible que esa estacionalidad se de justamente en invierno. “Aún necesitamos varias temporadas de observación para establecer este patrón”, señaló.

Macías advierte de que esta posible transición con ómicron no quiere decir que “sea una situación libre de riesgo” porque, aunque sea una enfermedad más leve la que produce, se contamina muy rápidamente y puede ser un problema para el sistema sanitario. “Si bien ómicron puede acelerar la salida de la epidemia, puede hacerlo de una manera explosiva, llenar todavía las terapias intensivas y los hospitales, y colapsar sectores enteros de la economía”, afirma.

El biólogo Antonio Lazcano, uno de los expertos más reconocidos en el estudio del origen de la vida, pide no caer en excesos de confianza. “Ómicron es la mejor prueba de que la pandemia sigue activa y dando sorpresas”, dice el académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, que recientemente se ha dedicado a estudiar la evolución del virus. Lazcano dice que es “prácticamente imposible” que el virus se elimine por completo y que un error común es asumir que pasar a una fase endémica, donde los casos sean tan bajos que no saturen el sistema de salud, implique que el virus que sea menos agresivo. “La evolución biológica es multifactorial y no se puede predecir cómo será, pero una vez que un virus se instala en una población, se pueden ver las tendencias”, comenta. “La malaria mata al año un número enorme de personas y es endémica”, ejemplifica.

Uno de los puntos de coincidencia de los especialistas es que el tránsito hacia la endemia y a que el coronavirus se convierta en una enfermedad estacional trae consigo retos para el sistema de vigilancia epidemiológica, sobre todo en cuanto al monitoreo de diferentes virus que estén circulando al mismo tiempo y que provocan catarros en épocas de frío. Lazcano subraya la importancia de entender que las estructuras del coronavirus y la influenza, por ejemplo, son diferentes, aunque los síntomas sean similares y se transmitan por vía aérea. Eso implica afinar las herramientas de detección que ya se tienen con el modelo Centinela y el aparato para responder a la incidencia, agrega.

“El reto principal es la carga conjunta que podríamos observar durante el periodo de invierno en los servicios de salud”, complementa Aldighieri, partiendo del supuesto de que esa estacionalidad se dé en invierno, algo que no está del todo confirmado. El mundo llegaría a esa estacionalidad con más experiencia y medidas que han probado ser efectivas y que son muy probables que hayan llegado para quedarse. “Jamás vamos a tener un virus que taladre un cubrebocas bien colocado ni un coronavirus que resista el agua y el jabón”, dice Lazcano.

“No existe una estrategia post-omicrón de parte del Gobierno mexicano”, reclama, sin embargo, Lazcano. El especialista insiste en que se debe definir claramente cuál va a ser la política para la compra de vacunas y si se van adquirir fármacos diseñados específicamente contra ómicron, así como si se reculará sobre la decisión de no vacunar a niños. El científico ve urgente fortalecer el sistema de salud, retomar la estrategia de antibióticos y crear una base de datos con las personas inmunocomprometidas y de grupos de riesgo que tengan una atención focalizada e, incluso, una dosis de refuerzo adicional.

México necesita, en su opinión, un esfuerzo multidisciplinario y de convergencias políticas para tener planes de supervisión y prevención antes de que surja una variante o virus nuevo, que permita una mejor respuesta. “Las estrategias pospandemia deberían ser vistas como una prioridad nacional”, remata Lazcano.

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