López Obrador pide perdón por los excesos de la conquista en nombre del Estado mexicano
El presidente retoma la crítica a quienes justifican la caída del imperio mexica hace 500 años como una guerra justa contra la barbarie
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, conmemoró este viernes 500 años desde la caída del imperio mexica, también conocido como azteca, con una disculpa. “Ofrecemos perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española de mesoamérica y del resto del territorio de la actual república mexicana”, dijo al principio de su discurso, ofrecido en el zócalo capitalino, frente a una enorme maqueta implantada en el centro que reconstruye el antiguo Templo Mayor mexica.
El evento es quizás el más importante de los 15 que organizó presidencia este año para recordar 500 años desde la caída del imperio mexica en 1521, y 200 años desde la independencia en 1821, todos enmarcados bajo el lema “500 años de resistencia indígena”. En su discurso de hoy, López Obrador quiso dar su propia visión del evento que ocurrió hace medio milenio.
“Considero ofensivo volver a la vieja polémica de que los originarios de mesoamérica eran bárbaros”, dijo el presidente, criticando a los narradores que justificaron la colonización diciendo que los mexicas hacían sacrificios humanos con sus enemigos, y que como bárbaros debían ser destruidos. Para justificar que esa visión colonial no ha desaparecido del todo, citó una entrevista reciente al profesor argentino Marcelo Gullo –que el presidente calificó como ‘pro-monárquico’– en la que este dice: “España no conquistó América; España liberó América. Por eso, Hernán Cortés aglutinó a 110 naciones mexicanas que vivían oprimidas por la tiranía antropófaga de los aztecas y que lucharon con él”.
López Obrador reconoció –como lo han investigado ya varios historiadores mexicanos– que hubo grupos aliados a Cortés que querían derrotar a los mexicas, y que el diminuto ejército español de 1521 en realidad solo se apoyó en un masivo ejército de grupos indígenas que se oponían al imperio. En ese sentido, para paradoja de la historia, los españoles no fueron los únicos ganadores hace 500 años, sino otros grupos mesoamericanos. “Pero este hecho no debe servir para justificar las matanzas llevadas a cabo por los conquistadores, ni le resta importancia a la grandeza cultural de los vencidos”, dijo el presidente.
“La idea de que Moctezuma fue un tirano, puede ser cierta”, añadió sobre el emperador mexica que fue derrotado por esta alianza entre indígenas opositores y conquistadores españoles. “Tampoco debe verse a Cortés como un demonio, era simplemente un hombre con poder”, dijo matizando al hombre que aprovechó las divisiones en Mesoamérica. Pero López Obrador se enfocó en la violencia que siguió después de este evento histórico, uno de los más importantes en el continente americano.
“¿Trajeron civilización a la tierra que Cortés bautizó como la Nueva España? ¿Valieron la pena tantas muertes? ¿Tanto pueblo arrasado, saqueado y quemado? ¿Tantas mujeres violadas? ¿Tantas atrocidades ordenadas por el mismo Cortés?”, dijo López Obrador. “No hay justificación alguna ante tan terrible desgracia. La respuesta es un no, categórico”.
Aunque muy brevemente mencionó algunos de los legados españoles en México –”se construyeron durante la colonia palacios y bellos templos, se creó la universidad, y había imprenta antes que en Estados Unidos”– se enfocó sobre todo en la violencia de la guerra que continuó después de 1521, y en la epidemia de la viruela que trajeron los europeos y que alcanzó a destruir más del 90% de la población indígena del territorio americano. “La conquista fue un rotundo fracaso, ¿de qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos?”, dijo. Pero habló de cómo la independencia de 1821 permitió que volviera a aumentar la población demográfica de México, silenciando a todos aquellos expertos que han demostrado que la discriminación contra la población indígena fue incluso peor después de lo ocurrido hace 200 años. “El momento de independencia es lo peor que le pudo ocurrir a las lenguas indígenas”, ha dicho la lingüista Concepción Company. “El peor momento para las comunidades indígenas es a partir de las reformas liberales”, contó la historiadora Guadalupe Jiménez Codinach.
El presidente es hábil para encuadrar los momentos históricos en lo que es su visión política. Una de sus características ha sido no intervenir en asuntos de otros países, incluso si hay graves denuncias de derechos humanos, como en varios vecinos de América Latina. Pero enmarcó esa política de no intervención en lo que hicieron los españoles hace 500 años: “Digamos nunca más una invasión, una ocupación”, dijo López Obrador. “Aunque se emprenda en nombre de la fe, de la paz, de la civilización, de la democracia, de la libertad, o más grotesco aún, en nombre de los derechos humanos”.
El concepto de disculpa ha sido central para el presidente para los 15 eventos que recuerdan la caída del imperio en 1521. En 2019 le pidió al Rey de España que pidiera disculpas por la conquista –petición que fue rechazada-, y este año el gobierno mexicano ha pedido disculpas a los pueblos mayas por la violencia de la conquista, y al pueblo chino por la violencia ejercida contra este durante la revolución mexicana. Desde su carta al Rey, la relación entre el Gobierno de España y el de México ha estado marcado por la tensión. El Ejecutivo de López Obrador ha optado por no agitar la polémica en el último año, al igual que España ha optado por un perfil bajo en las relaciones. Distinto es lo que ocurre en los sectores más retrógrados de la política española, caso del partido de extrema derecha Vox, que este viernes tuiteó sobre la conquista: “España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas”.
“No se puede obviar toda la carga judeocristiana que arrastra esta palabra [perdón],” ha explicado la columnista de El PAÍS Yásnaya Elena Aguilar. “La justicia restaurativa que necesitamos no vendrá del perdón judeocristiano enunciado por el Estado que sigue suplantando la voz de los pueblos indígenas, sino de un diálogo que tome en cuenta el reconocimiento del daño y la construcción de ideas de restauración que nos provean un futuro más justo”. El discurso del presidente, dice él, es un llamado al fin de “el racismo, el clasismo y la discriminación”. Violencias tan reales del siglo XXI como en el siglo XVI, cuando Cortés llegó a Tenochtitlan. Pero una disculpa sin un compromiso por un futuro más justo no es, 500 años después, aún restauración.
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