Guadalupe Jiménez Codinach: “El maltrato a los indígenas no es de hace 500 años, es de ahora”
La académica, coautora del libro ‘La disputa del pasado. España, México y la leyenda negra’, defiende que las reformas liberales del siglo XIX inician el “peor momento para las comunidades indígenas”
Una clase de Geografía, un mapa de América y 44 alumnas contra Guadalupe Jiménez Codinach, que en esa época no era doctora en Historia sino una joven estudiante mexicana en un Colegio de las Damas del Sagrado Corazón en Estados Unidos. Un debate: ¿es México parte de América del Norte o de América del Sur? Ganó Jiménez Codinach, que defendía lo primero. Y siguió dando batalla. Cuando empezó a trabajar en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, se indignó por la ausencia de letras ñ y tildes para el español –para otros idiomas sí que su usaban caracteres y signos ortográficos que no existían en inglés–. Creó, entonces, una serie de conferencias para difundir la cultura hispánica; su presupuesto era de cinco dólares al mes.
Como parte de esa tarea que ha sido central en sus casi 50 años de trayectoria, también ha trabajado en erradicar las “leyendas negras” contra lo hispánico. “Estamos llenos de mitos”, dice a EL PAÍS en videollamada desde San Luis Potosí. A 500 años de la caída del imperio mexica y a 200 años de la promulgación de la independencia de México, Jiménez Codinach y otros cinco intelectuales coordinados por el sociólogo español Emilio Lamo de Espinosa publican La disputa del pasado. España, México y la leyenda negra (Editorial Turner, 2021), un libro en el que buscan responder preguntas como si Latinoamérica es parte de Occidente o en qué momento empezó la “decadencia” a este lado del Atlántico.
Pregunta. ¿Qué son las “leyendas negras” que revisa el libro?
Respuesta. [El historiador] Julián Juderías usa la frase en 1914, muy mortificado al ver cuántos adjetivos negativos se habían escrito sobre la hispanidad. Como si fuera una suma de defectos: un pueblo fanático, antimodernista, violento… Por eso, los pueblos de América no habíamos progresado, porque éramos hijos de esos problemas que España nunca había resuelto. Se había forjado esa idea tan negativa de los españoles como crueles –”la conquista más cruel de la humanidad”–. Todas exageraciones y adjetivos calificativos. Pero la historia no está hecha de adjetivos, tampoco de opiniones, ni de modelos teóricos, ni de rumores. La historia tiene que ser hechos probados.
P. ¿Por qué existió esa actitud antihispánica?
R. Después de 1492, la Monarquía española va creciendo y en el siglo XVI llega a ser la potencia más fuerte. Cuando llegas a esas alturas, prepárate porque va a haber ataques. Eso no lo digo yo, lo dice sor Juana Inés de la Cruz: “Quien sobresale no puede estar sin púas que la puncen (…) ¡Infeliz altura… la altura del entendimiento es la que más atacan!”. Las otras potencias van a atacar destruyendo la imagen de esa potencia, calificando de crueldad, de opresión, de falta de humanidad todo lo que haga. Lo más triste es que esa leyenda negra también la estamos arrastrando nosotros. Por ser parte de ese legado, somos iguales: no progresamos, somos fanáticos, somos violentos, estamos tarados.
P. ¿Por qué se hizo el libro?
R. Hay un fenómeno que como historiadora me preocupa muchísimo, la desinformación, que ya existía desde el siglo XVI. Tienes que desinformar: “la conquista más cruel”, “solo les interesaba el oro y la plata”, “mataron a todos”. Y hay otro problema: el presentismo, es decir, inyectar de problemas del presente al pasado. Decir, por ejemplo, que Colón fue un criminal ecológico y cortarle la cabeza a la estatua. Pero un señor del siglo XV, ¿qué información quieres que tenga sobre ecología?
P. El libro arranca criticando el concepto de memoria histórica. En la presentación dice que el término es “confuso y turbio”
R. Yo no lo critico. No podemos hacer historia si no tenemos memoria. Pero no es solo la memoria, porque la memoria puede estar equivocada. ¿Sabes qué es degollar a una estatua de Colón o de Cervantes? Es ignorancia y soberbia. Esas son realidades que tienen luces y sombras, y si usted no tiene suficientes conocimientos no se atreva. ¿Sabes que hacen los gobiernos? Se atreven. Con todo respeto a los gobernantes, no saben. Acaban de cambiarle el nombre a la plaza de la Noche Triste y ahora es la Noche Victoriosa. ¡Por favor! Sí es una noche triste porque hubo un enfrentamiento de raíces que son nuestras como mexicanos: europeos e indígenas murieron.
P. ¿Por qué cree que los gobiernos “se atreven”?
Usan la historia como un instrumento ideológico. Estamos llenos de mitos. Cuando vi las 15 efemérides elegidas por la comisión presidencial me pregunté: ¿es que no tienen asesores? ¿Creen que pueden decir que México-Tenochtitlan se fundó en 1321? No hay ninguna prueba. ¿El 15 de septiembre? Ay, señores, ¡no pasó nada! Tengo 45 años investigando la guerra de independencia y les puedo asegurar que el 15 de septiembre estaban dormidos. ¿Por qué seguimos con la campanita de Dolores? Es una mera metáfora, no existe en la realidad. Pero hay gobiernos que inventan: como el de [Enrique] Peña Nieto, que se le ocurrió decir que el Ejército mexicano se fundó en 1913, ¿quién luchó entonces en la Guerra de Texas [1835] o en la Guerra de los Pasteles [1838]? La política crea eso, pero no tiene nada que ver con la historia, tampoco con la memoria.
P. ¿Qué pasó el 13 de agosto de 1521?
R. La ciudad de México-Tenochtitlan-Tlatelolco estaba en un lago. Hernán Cortés y sus compañeros se dan cuenta de que no va a ser un sitio normal, sino que va a ser por el agua también. Por eso, con los tlaxcatecas diseñan bergantines para atacar. La tristeza que ha de haber sido que en esa ciudad muriera tanta gente. Pero la muerte no es porque los europeos solos la hayan dado. Entre los documentos que hay se ve que estos grupos –1% europeos y 99% indígenas– se unen y atacan con mucho coraje, sobre todo los indígenas que habían sido sometidos por los mexicas. No se nos olvide que esos grupos conquistaban.
P. Después de eso, se instaura un virreinato, “un reino anexo de España”, precisa en el libro. ¿Cuál fue el lugar de los indígenas en esa sociedad?
R. Son la gran mayoría. Nos dicen que “los españoles” llegaron, los destruyeron y los acabaron. En 1810, en una población de seis millones, más de la mitad eran indígenas. No se murieron. Se mezclaron, sí, somos un pueblo muy mestizado. Pero aún mestizados había más de tres millones de indígenas. Otra cosa es que una epidemia como la viruela haya matado a mucha gente, pero eso no es culpa de los que llegaron. Como no es culpa de los venecianos que en el siglo XIII el 30% de la población de Europa se muriera de una epidemia de tifus por las ratas que llegaban en los barcos.
P. El libro sostiene que “la decadencia de América Latina no precedió a su independencia”. ¿Cuándo y cómo se crearon las sociedades desiguales en las que vivimos hoy en América Latina?
R. El peor momento para las comunidades indígenas es a partir de las reformas liberales. No culpo a los liberales de pensar así, pero estaban equivocados muchos de ellos. Más de la mitad [de la población en esa época] vivía una vida comunal. Y llega una ley, como la de desamortización [de bienes eclesiásticos] de 1856, que dice “señores, se acabó, nada de bienes comunales”. Si vas al Archivo General de la Nación, verás que en los tres siglos [de virreinato] los indígenas siempre ganaban los pleitos de tierra. Después los van a despojar. ¿Que les quisieron hacer un bien? Sí, pero fue equivocado. Es el daño que pueden causar los Gobiernos sin conocimiento de la realidad. Pero es el XIX, no le echemos la culpa al virreinato.
P. Usted dice que es necesaria una reconciliación. ¿Cómo sería esa reconciliación?
R. Hay un modo de reconciliación si dejas de lado tu ira, tu orgullo y tu resentimiento. Vamos a hablarnos: ¿qué piensas?, ¿qué quieres?, ¿por qué sientes que odias a lo hispánico?, ¿y tú por qué odias o desprecias lo indígena? En México, cuando se llegó al consenso se logró avanzar. Es lo que pasa con la independencia: 11 años de guerra civil y cuando se ponen de acuerdo logran la independencia.
P. ¿Es diferente del perdón que reclamó López Obrador al Rey de España?
R. El maltrato a los indígenas y el racismo no es de hace 500 años, es de ahora. ¿Por qué no se fija en los indígenas de hoy, de Chiapas, de Oaxaca, de Guerrero? No tienen agua, no tienen servicios médicos adecuados. En San Quintín, Baja California, los dueños de las agroindustrias que abusaban de indígenas eran políticos del PAN y del PRI. No pidas al Rey y al Papa que pidan perdón porque no había España y no había México. El primero que tiene que hacer mea culpa es el Gobierno.
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