Cómo ayudar a tu hijo a elegir la modalidad de Bachillerato más adecuada
Los expertos recomiendan que los adolescentes indecisos se hagan preguntas que les ayuden a decidir y en las que los padres pueden implicarse y así ayudarles a dar con la respuesta
Estamos inmersos en una época de gran importancia para miles de estudiantes: los que estas semanas acaban 4º de la ESO y deben matricularse en 1º de Bachillerato. Es este el curso en el que —casi— definitivamente orientan su futuro. Porque tienen que elegir qué Bachillerato quieren estudiar que, según la última ley —LOMLOE—, pueden ser cinco: Ciencias y Tecnología; Humanidades y Ciencias Sociales; Música y Artes Escénicas; Artes Plásticas e Imagen y Diseño; y uno nuevo, el General.
Son muchos los adolescentes que tienen una idea clara de hacia dónde quieren dirigirse; algunos de ellos, incluso, tienen una vocación y saben qué opción tienen que elegir para conseguir hacerla realidad. Pero también quedan quienes aún no saben a qué van a querer dedicarse en la edad adulta. Hay que recordar que hablamos de jóvenes de entre 15 y 16 años y toda la vida por delante, mucha de la cual se la van a pasar trabajando.
La realidad es que elegir qué Bachillerato cursar a menudo está condicionado por motivos externos o mitos, entre los que Mónica Diz Besada, orientadora educativa y bloguera, destaca “pensar que Ciencias tiene más salidas y que solo los buenos estudiantes las cursan; elegir la modalidad supuestamente más fácil porque no hay que estudiar tanto; o permitir que se le imponga una modalidad que no le encaja, lo que les crea enormes inseguridades”.
Una idea habitual para llevar a cabo la elección es reflexionar qué asignaturas se les dan mejor. O al contrario, como comenta Ana Couto, pedagoga y creadora del programa Estudiar con sentido: “A veces no es por preferencia, sino por huir de alguna asignatura concreta”, entre las que suelen destacar Física o Matemáticas, pero también Lengua o Filosofía. Pude darse el caso opuesto, el del chico o chica al que todo se le da bien. “Alumnos brillantes, a los que casi todo les gusta, y que por esto mismo no saben qué elegir”, argumenta Diz Besada, quien también refiere estudiantes que dudan de sus propias capacidades, lo que les determina para elegir una modalidad u otra.
Estudiar para seguir estudiando
Más allá de lo que se le da a uno mejor, las recomendaciones para tomar la decisión pasan por “considerar qué caminos nos abre y cuáles nos cierra en el futuro. Es muy raro un estudiante que dude entre todas las carreras por igual. Indagando un poco casi siempre tiene un sector, o un área (o más de una), que le interesa más. Debemos ver la modalidad que le da más oportunidades para ese futuro”, concluye Couto.
Ana Cobos Cedillo, presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España (COPOE), se mueve en los mismos parámetros: “El Bachillerato es una etapa que no tiene funcionalidad en sí misma, por sí solo no te cualifica para una profesión ni para ejercer un oficio, sino que te da una profundización académica de unas asignaturas que ya venías conociendo en la Secundaria. Se estudia para seguir estudiando. Por eso, lo que debe definir qué modalidad cursar son los estudios a los que uno quiere acceder”. Claro que eso tampoco es siempre sencillo.
En ese sentido, Cobos Cedillo apuesta por incitar al adolescente al autoconocimiento. “Que averigüen cuáles son sus cualidades y fortalezas y cuáles sus debilidades, así como qué es lo que quieren hacer con su vida”. Pero también recomienda, al igual que Mónica Diz, recurrir a los servicios de orientación del centro escolar. Y hacer pruebas de orientación vocacional porque “son una ayuda técnica bastante útil, hacer varios para contrastar los resultados puede ayudar a clarificar bastante las ideas”, afirma Diz.
La orientadora y bloguera recomienda que el estudiante indeciso se haga las siguientes preguntas, en las que los padres pueden implicarse para ayudarles a darles respuesta:
1.- ¿Estoy dispuesto a mantener un hábito de estudio que me permita terminar el Bachillerato con éxito? Hay que recordarles que esta etapa requiere de un estudio intensivo y muy planificado que requiere sacrificios.
2.- ¿Qué materias he cursado en 4º de ESO en las que he sacado mejores notas, he tenido más o menos dificultades y me ha gustado más estudiar?
3.- Los estudios universitarios a los que me gustaría acceder, ¿son los que realmente quiero hacer o responden a la presión de algún familiar o a la presión social?
4.- ¿Qué se puede estudiar después de cada modalidad?
5.- ¿Qué materias obligatorias y opcionales se estudian en Bachillerato? Cuanto más conozca las modalidades, más fácil le resultará al alumno descartar aquellas materias que no le gustan y seleccionar las más idóneas.
Una vez que hayan respondido estas preguntas la labor de los padres es sencilla: respetarle y apoyarle, sea la decisión que sea. Tanto si es la que tenían planificada para ellos, como si no. Tanto si es la que creen firmemente que mejor les iría, como si no. “Olvidémonos de manipular sus conclusiones y reflexiones, generando más dudas e inseguridades por el simple hecho de que no han decidido lo que esperábamos”, concluye Mónica Diz Besada.
Y algo más: los progenitores deben recordar que sus hijos tienen derecho a equivocarse. Insiste en ello Ana Couto: “A veces tienen una enorme presión, como si fuese un camino de no retorno. Y no pasa nada si eliges una modalidad y después te cambias, incluso si se pierde un curso por este cambio. Elegir un camino equivocado puede llevarte a darte cuenta de lo que realmente quieres”.
¿Y qué pasa con la FP?
La Formación Profesional (FP) está cada vez menos estigmatizada entre los estudiantes. “Lo ven como una opción más práctica, más asequible y con más salidas laborales. Pienso que ese estigma está más en las mentes de las familias que en las de los alumnos”, comenta Couto. De hecho, hay muchos ciclos de FP que tienen una nota de corte más alta que algunos estudios universitarios. “Hoy la FP tiene una formación de calidad y su doble salida, mundo laboral y la continuación de estudios superiores, la hace más atractiva”, declara Diz Besada.
Por otro lado, la empleabilidad de la FP es mayor que la de la universidad, por lo que hay que quitarse la vieja idea de que los ciclos formativos son para malos estudiantes. Eso sí, a la hora de elegir qué ciclo escoger, al igual que con el Bachillerato, hay que “tener en cuenta el horizonte, el destino de esa formación. Evidentemente, si quiero ser veterinario no puedo elegir una FP, pero si quiero ser mecánico tampoco puedo elegir una carrera universitaria. Por eso debemos poner el foco en el perfil profesional que queremos tener”, concluye Couto.
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