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El nivel académico de la madre y el trabajo del padre pesan más en el desarrollo cognitivo

Un estudio pondera la influencia de las condiciones socioeconómicas de los progenitores en las capacidades de sus hijos

Unos padres juegan con sus hijos en un parque de Boadilla del Monte (Madrid).
Unos padres juegan con sus hijos en un parque de Boadilla del Monte (Madrid). Carlos Rosillo
Pablo Linde

A mayor nivel socioeconómico de los padres, más desarrollo cognitivo de los niños. Mucha literatura científica sostiene esta afirmación, siempre hablando de promedios, no de casos concretos. Lo que no se había abordado tanto es cómo influye el estatus del padre y de la madre, por separado. Es el estudio que un grupo de investigadores ha publicado en la revista Gaceta Sanitaria, con una conclusión bastante clara: mientras los estudios de la madre pesan significativamente en el desarrollo del hijo, en el caso de los padres el protagonismo se lo lleva su clase social.

Los investigadores estudiaron tres determinantes sociales cuya influencia en el desarrollo cognitivo están bien documentado: ingresos, estatus laboral y nivel educativo. Los recursos económicos limitados de los hogares, indican, influye en la baja inversión en la educación, peor calidad en la vivienda y barrios con menos servicios comunitarios. El tipo de empleo de los progenitores puede provocar estrés y relaciones familiares más problemáticas. Y el nivel académico de los padres suele reflejar su habilidad para resolver problemas.

En el estudio, en el que participaron 525 niños de cinco y seis años, se encontró que estos tres factores pesaban un 10% en el desarrollo cognitivo de los niños, evaluado a través de pruebas estandarizadas que miden su psicomotricidad, capacidad verbal o funciones ejecutivas. De todos los factores, encontraron que había estaba significativamente relacionado el tipo de ocupación del padre, el nivel académico de la madre, su edad (en edades intermedias había más desarrollo cognitivo de promedio que en las mayores y más jóvenes) y su inteligencia. También había correlación con el tamaño gestacional: los más pequeños tenían peores puntuaciones. Los investigadores midieron también el uso de algunas sustancias tóxicas durante el embarazo, de las cuales la que más pesaba era el tabaco en las madres durante el primer trimestre.

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Llùcia González, una de las investigadoras, explica que las conclusiones pueden tener varias explicaciones: “En el caso de la clase social [que en el estudio está determinada por el trabajo del progenitor] en el caso de los hombres suele ser más estable, porque hay menos entradas y salidas del mercado laboral y las madres tienen más tendencia a dejar su empleo para dedicarse a la crianza”. En el estudio barajan la hipótesis de que los padres usualmente proveen bienes materiales mientras que las dotaciones de las madres se basan en su propio logro académico. Además, parece que la educación juega diferentes roles: la educación de la madre es relevante para el logro académico en los primeros años del niño, mientras que la del padre es más importante en juventud.

Cerebro plástico

Mario Fernández, neurocientífico en la Universidad Autónoma de Madrid, explica que el cerebro de un niño es “muy plástico”, es decir, muy sensible a las condiciones del entorno, para lo bueno y para lo malo. “Por tanto, la relación con los padres es determinante para el correcto desarrollo de las habilidades cognitivas”, asegura. “Por otro lado, la inteligencia tiene un componente genético: los niños adoptados tienen un nivel intelectual base más parecido a los padres biológicos que a los de acogida. Aunque también es verdad que es más fácil que un niño con padres universitarios vaya a la universidad. Es decir, los alumnos del colegio del Pilar tienen un índice mucho mayor de licenciados que los alumnos de un colegio de Villaverde (sur de Madrid)”. Esto último, explica el investigador, tiene que ver con el entorno, el nivel socioeconómico de los padres y la clase social. “La interacción entre todas las variables es compleja. En el estudio se muestra esta correlación entre el desarrollo cognitivo de los padres y el de los hijos de manera positiva”, concluye.

Llùcia González hace hincapié en la necesidad de que haya una conciencia de estos problemas a nivel político, porque “es ahí donde se pueden promover medidas que los palíen”. “No es sencillo investigar en desigualdades en salud: a menudo se perciben las condiciones sociales como estáticas y más estructurales, y por ello más difícilmente modificables”, reflexiona.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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