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Juegos para cambiar el futuro de un niño pequeño

La atención a los menores hasta los 36 meses marcará su desarrollo físico y cognitivo. Un programa en Perú apoya en esta etapa a las comunidades con menos recursos

Lidia Dueñas le da de comer a su hijo en el rincón de juegos que tiene en su casa en Lucre (Quispicanchi, Cuzco, Perú).
Lidia Dueñas le da de comer a su hijo en el rincón de juegos que tiene en su casa en Lucre (Quispicanchi, Cuzco, Perú).PABLO LINDE
Pablo Linde

Nacer en un hogar rico o pobre marca la vida incluso en aspectos que, aparentemente, nada tienen que ver con el dinero. A menudo, los niños con menos recursos desarrollan peor y más tarde la motricidad y el lenguaje, según varios estudios. Detrás de esto parece estar, entre otras variantes, una que sale gratis: el juego y la comunicación con sus padres en los 36 primeros meses de vida.

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Los tres primeros años son una etapa crucial en la vida de una persona. Cómo se alimente, se vacune y qué estímulos reciba un niño en esa etapa puede marcar el desarrollo físico y cognitivo del resto de su existencia. En Perú han puesto en marcha un programa pionero para que quienes han nacido en las zonas más rurales y pobres no pierdan oportunidades.

Se llama Cuna Más, lleva cinco años en marcha y se basa en dos pilares: centros de día, que funcionan como guarderías para las familias de menos recursos, y visitas domiciliarias de personas de su propia comunidad que han sido formadas para mostrarles cuáles son las mejores interacciones con sus bebés.

Francisca Quispe, una de estas facilitadoras, acude cada semana a la casa de Lidia Dueñas, un hogar humilde construido con ladrillos de adobe en el distrito de Lucre, provincia de Quispicanchi, a 45 minutos de la turística ciudad de Cuzco. En el patio de suelos terrosos hay un colorido espacio de juego para José Orlando que, con un año y medio, es el pequeño de la familia.

Al llegar, saluda en quechua, el idioma materno de la mayoría de las comunidades de esta zona, se lavan las manos y empieza el juego, que se basa en una constante comunicación oral con el niño mientras manipula objetos, come, gatea y ríe con las canciones que le cantan. Su madre, vestida con la ropa que reserva para las fiestas y las visitas, explica que Francisca le ha enseñado que tiene que dedicar más tiempo a su hijo, hablarle más y que, gracias a eso, “está progresando más rápido que los otros dos”. Confiesa que a los mayores, de 10 y cuatro años, no les prestaba tanta atención ni les preparó el área de juegos donde cada día pasa un buen rato con José Orlando. “Estoy aprendiendo cómo debo tratar a mi hijito”, resume esta mujer de 33 años, que se encarga de la casa mientras su marido va a trabajar al campo, la principal actividad económica de la provincia.

Un 44% de los menores de tres años en Perú tiene anemia, lo que contribuye sustancialmente al retraso en el desarrollo físico y cognitivo

Los progresos de su bebé no es solo una percepción de Dueñas. Hace unas semanas, la primera evaluación de impacto del programa mostró sus resultados mediante pruebas específicas y encuestas. Con una muestra aleatorizada de familias beneficiarias del programa y otras en la misma situación socioeconómica a las que no llegó, se mostró que los hijos de las primeras superaban en desarrollo cognitivo y de lenguaje a las segundas. También hay un mayor porcentaje de matriculación en preescolar al cumplir los tres años entre quienes estuvieron apoyados por Cuna Más: el 59,2% en el caso los niños de los distritos de tratamiento frente al 50,7% de los otros.

“Además de ese impacto podemos ver que en los hogares se les ofrece más actividades, más juguetes y libros y las familias reportan menos prácticas de disciplina violenta, más positiva, diálogo, explicaciones y premios por buenos comportamientos para los pequeños”, explica María Caridad Araújo, economista líder en la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que ha venido acompañando e impulsando este programa con asesoramiento técnico desde su inicio. Ahora está atendiendo la solicitud de numerosos países que se interesan por un programa que, según sus palabras, “nunca se había experimentado a una escala similar en el mundo”.

Entre los retos pendientes señala que no todos los niños objetivo del programa recibieron asistencia en las localidades que se implantó, dispersas por los 25 departamentos de Perú. “Solo llegó al 60%, hay que seguir trabajando para que alcance a todos”, subraya. La ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Cayetana Aljovín, asegura que tras evaluar el impacto de los primeros años del programa, el compromiso del Gobierno es continuarlo y potenciarlo: “El programa de cuidado diurno atiende a unos 53.000 niños, la idea es doblarlo al final del mandato [teóricamente en 2021]. En el acompañamiento se atiende a 90.000 familias y queremos que alcance a 150.000”.

En cinco años, el programa Cuna Más ha demostrado que con más juegos y mejor alimentación los niños muestran mejoras cognitivas y motrices

Cuna Más también está siendo utilizada para luchar contra uno de los grandes problemas que tiene la infancia del país: la anemia. Un 44% de los menores de tres años la padecen, lo que contribuye sustancialmente al retraso en el desarrollo físico y cognitivo. Es una enfermedad silenciosa que los padres no captan, que es compatible incluso con el sobrepeso de los pequeños, que tienden a sufrir una dieta desequilibrada con enormes cantidades de carbohidratos (papa, maíz, yuca).

Cuando Francisca entra por primera vez a la casa de una de las diez familias a las que atiende, una de sus labores es hacer pedagogía sobre lo que debe ser una alimentación equilibrada para los niños, así como aportarles chispitas, unos pequeños sobres con micronutrientes que complementan los déficits más usuales en las zonas donde funciona el programa.

Igual hacen en los centros de día. Las cuidadoras voluntarias disuelven estos polvitos en las primeras cucharadas de comida de los pequeños. Esta segunda pata del programa no solo es un apoyo para la infancia, sino también para la inserción laboral de las mujeres, que en estos entornos son a menudo reacias a dejar a sus pequeños con desconocidos. “Yo no dejaría a mi hija en una guardería, no la van a cuidar igual y se va a enfermar”, responde María Elena Valencia, otra de las madres —los padres a veces también participan, pero en mucha menor medida— que recibe asistencia domiciliaria en Lucre.

Para luchar contra estos prejuicios, las cuidadoras de las guarderías de Cuna Más son madres de otros niños que también están allí, voluntarias que reciben un pequeño estipendio como recompensa por su labor. En los centros, la filosofía es la misma que las facilitadoras aplican en las casas, potenciar el juego y la conversación para que, junto a una alimentación equilibrada, los niños con menos recursos de Perú no tengan todavía más desventajas que las que supone la falta de dinero.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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