Elsa Punset, escritora: “En la naturaleza los niños bajan el ritmo artificial que padecen en las ciudades”

Más de 250.000 lectores, y muchas familias, son los que se han empapado con los mensajes de los fascinantes libros de Elsa Punset (Londres, 60 años). Licenciada en Filosofía y Letras y máster en Humanidades por la Universidad de Oxford, Punset es autora de varios títulos, como Una mochila para el universo (Destino, 2012), editado en 14 países; El león jardinero (Destino, 2012), y El mundo en tus manos (Destino, 2014). También firma la popular colección de cuentos infantiles Los Atrevidos (Beascoa), cuya décima entrega, Los Atrevidos en el bosque mágico —para niños a partir de 4 años—, se publicó el pasado noviembre.

Junto a los personajes Alexia, Tasi, Florestán y Rocky, en este nuevo volumen se trata la crisis climática y la desconexión de los humanos con la naturaleza. Para la filósofa y humanista, el contacto con el mundo vegetal se relaciona con una mayor satisfacción, una reducción de la ansiedad y una mayor felicidad: “Asimismo, alivia el cansancio mental y mejora la capacidad de atención”. Con este cuento Punset quiere recordar que formamos parte del mundo natural porque estamos hechos de la misma materia que las estrellas. Su deseo es que las nuevas generaciones vivan esa interdependencia en la Tierra con asombro y respeto.

PREGUNTA. ¿Qué importancia tiene la naturaleza?

RESPUESTA. Durante miles de años sentíamos con intensidad el frío y el calor y las estaciones marcaban nuestra dieta y nuestra existencia. ¡Éramos naturaleza! Pero, con el desarrollo de la civilización y de forma muy rápida y acusada en las últimas décadas, nos hemos ido apartando de los tiempos cíclicos que rigen al resto del planeta, como si estos no tuvieran una importancia vital para nosotros. El resultado es que gastamos más recursos naturales de los que dispone el planeta y maltratamos y extinguimos a las demás especies sin pensar en sus derechos y en los de las generaciones que vienen.

P. ¿Por qué cree que nos hemos alejado de la naturaleza?

R. Estamos en una época de intensa individualización y ha perdido importancia y derechos el colectivo humano, y eso también se refiere a la naturaleza. En nuestra forma de vida actual, los individuos, sus deseos y necesidades, mandan. Pienso que nuestra voluntad individual está dañando y destruyendo, aunque, tarde o temprano, si queremos sobrevivir vamos a tener que aceptar el derecho a vivir y existir del otro, incluyendo la naturaleza.

P. Muchos niños están más inmersos en las pantallas y menos en el disfrute al aire libre, ¿tienen los padres algo que ver?

R. En buena medida somos responsables de aquello en lo que se convierten nuestros hijos, porque los humanos aprendemos por imitación y los progenitores somos los principales modelos de nuestras crías. Los niños que pasan más tiempo al aire libre tienen menos síntomas de depresión y ansiedad y aprenden a gestionar la incertidumbre y la angustia de forma lúdica y saludable, pero las generaciones más jóvenes pasan mucho menos tiempo en la naturaleza.

P. ¿De qué modo pueden conectar padres con hijos a través de la naturaleza?

R. Cuando somos niños tenemos un instinto innato para conectar con la naturaleza y puede fortalecerse o debilitarse en función de cómo los adultos que nos rodean lo hagan. Como destaco al final del libro, algunos de los objetivos más importantes se centran en torno a enseñar a nuestros hijos a usar todos sus sentidos, como a oler las flores o escuchar el canto de los pájaros. El gran violinista Yehudi Menuhin solía decir a quienes admiraban cómo tocaba el violín que “eso que os parece un milagro lo hacen los pájaros cada día”.

P. ¿Cuál considera que es el mejor modo para que los padres eduquen a sus hijos en el respeto y cuidado a la naturaleza?

R. Si enseñamos a los hijos a hacer actos benéficos para la naturaleza, como construir un refugio para insectos o una casita para pájaros o tomando decisiones éticas en familia sobre qué comemos o qué consumimos, les estamos enseñando a ser responsables y compasivos.

P. ¿Es necesario salir al campo para reconectar con la vida natural o puede hacerse estando en casa?

R. Es una gran pregunta, porque resulta que, para los humanos, no solo es importante la cercanía a un espacio verde o azul, lo es por encima de todo nuestra conexión emocional y mental con el medio natural. En el momento en que enseñamos a nuestros hijos a fijarse en el mundo natural que existe en su entorno cotidiano y a apreciarlo —aunque sea una planta en el balcón—, les ayudamos a desarrollar un buen nivel de conexión con la naturaleza.

P. Escribe en el cuento que “hay un tiempo para jugar y otro para trabajar”. ¿Piensa que es un buen lema para los menores en los tiempos que corren?

R. Los ritmos de la naturaleza nos enseñan que todo tiene un tiempo que no puedes forzar: las estaciones, la hibernación, el reciclaje natural, la reproducción, etcétera. La naturaleza nos muestra la importancia de dar tiempo a la siembra, a la cosecha, al descanso de la tierra… Esos ciclos naturales también son los nuestros, los que nuestro cuerpo y nuestra mente necesitan para estar saludables.

P. La naturaleza enseña “a ser fuertes y a tener paciencia”, dice Florestán a los niños. ¿Viven los pequeños en un mundo ultraalterado, de mucho estrés, muchas responsabilidades? ¿Los padres olvidan dejarles tiempo para ser ellos mismos?

R. En la naturaleza los niños pueden bajar el ritmo artificial al que están sometidos en las grandes ciudades, con sus ritmos acelerados, sus luces y su polución acústica. Las pantallas les bombardean con información constante y estímulos. Los niños se habitúan a estos estímulos y acaban encontrando los de la vida real demasiado discretos. Esto es adictivo y termina generando personas que se aburren con facilidad y consumen de forma desaforada para llenar el vacío.

P. ¿Recomendaría alguna técnica para que los niños recuperen y fortalezcan su relación con la naturaleza?

R. Los americanos hablan del teachable moment, es decir, aprovechar cualquier momento para enseñar algo al niño. Me parece que hay suficientes momentos en el día para reflexionar con nuestros hijos acerca de cómo vivimos, como cuando hacemos la cena, cuando abrimos el grifo, cuando ponemos semillas… Hacerles conscientes de lo que les rodea y de su responsabilidad con esos sistemas de vida que les sostienen y a los que pertenecen es sencillo y necesario, y no harían falta tantas distracciones y una exagerada acumulación de bienes, imágenes y sensaciones.