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Rivka Galchen, escritora: “La maternidad es como un fantasma hambriento, que come y come y nunca se sacia”

La autora canadiense describe en su libro ‘Pequeñas labores’ los primeros momentos de la vida de su hija y reconoce que para ella ser madre supuso un cambio radical en su forma de ver y afrontar el día a día

Rivka Galchen maternidad
La escritora Rivka Galchen, durante un evento celebrado en Nueva York en octubre de 2017.Craig Barritt (Getty Images for The New Yorker)

Autoras como Nuria Labari, Silvia Nanclares y Carmen G. de la Cueva han señalado que existe un auge de libros cuyo epicentro es la maternidad, algo que valoran como una buena noticia porque ser madre, como tema universal que es, merece un lugar de honor como gran tema literario. Rivka Galchen (Toronto, Canadá, 46 años) es la autora de una de las obras que configuran esa bibliografía en construcción de la experiencia materna que ella, con una voz tierna y al mismo tiempo punzante, aborda con los primeros momentos de la vida de su hija, a la que llama La Puma.

Su libro Pequeñas labores fue publicado en inglés en 2016 y, después, traducido al portugués y al español; primero en México por Jazmina Barrera (Ciudad de México, 35 años) y Alejandro Zambra (Santiago de Chile, 47 años) para la editorial Antílope en 2018 y este 2023 por Inga Pellisa para la editorial Tránsito en España. El título de la autora canadiense y colaborada de The New Yorker es una declaración de intenciones porque, como cuenta la propia Galchen, representa sus pensamientos pequeños y femeninos más que grandes ideas.

PREGUNTA. ¿Hasta qué punto ser madre es un cambio radical de una misma?

RESPUESTA. Diría que solo es ligeramente menos radical que una oruga que se convierte en mariposa, al menos para mí.

P. ¿Qué supone para usted la maternidad?

R. ¡Es una pregunta encantadoramente imposible! No lo sé, supongo que solo diría que para mí la maternidad tiene algo que ver con el amor, aunque lo que pienso sobre ese amor está cambiando constantemente. También que he sentido esta experiencia más mía que otros aspectos de mí misma, como la edad o la herencia.

P. Jane Lazarre escribió en El nudo materno (1994): “La energía humana es finita; tanto la energía mental como la física deben utilizarse con discreción, sabiduría y respeto. Vistas las exigencias que han de cubrir todos los padres de niños pequeños, ¿pretendes conseguir algo más que un compromiso superficial con los otros terrenos de la vida?”. ¿Qué opina?

R. Pienso a veces en la idea de un fantasma hambriento, que come y come y nunca se sacia. Así puede ser la maternidad. Pero también pienso en esas criaturas mágicas del jardín, como en Mi vecino Totoro, de Hayao Miyazaki. Para mí, solo la presencia de un niño da vida a esas criaturas, por lo que la maternidad también puede ser vista como una expansión, no solo un agotamiento.

P. ¿Se puede volver a la vida de antes?

R. Yo sigo confundida por mi yo más joven y sus ansiedades y emociones, pero ahora sé que tenía cosas mucho más inteligentes que decir sobre películas, comida y otras cosas que de alguna manera ya no captan mi atención con tanta intensidad.

P. Su hija, a la que llama La Puma en Pequeñas labores, ha cumplido nueve años. ¿Con qué se queda de estos primeros años?

R. Me fascina cómo va cambiando su vocabulario y su forma de hablar. Creo que es algo que marca el tiempo de una manera interesante. Recuerdo cuando en los inicios del habla sabía de qué libros venían ciertas palabras o frases. Ahora, a veces, puedo saber qué viene de los libros y qué de las conversaciones en función de cómo pronuncia las cosas. ¡Tantas palabras en inglés no se pronuncian de la forma en que se leen! Me gusta escuchar las huellas de esa lectura privada.

P. La literatura que habla de la maternidad es muchas veces fragmentaria… Pequeñas labores es un buen ejemplo. ¿Es un espejo de lo que suponen los primeros años de crianza?

R. Sí, yo creo que está muy relacionado. Si eres la persona que cuida a un bebé o a un niño pequeño la mayor parte del día, entonces la duración de tu pensamiento ininterrumpido es más corta. Por supuesto, sé que hay muchas otras formas de relacionarse con tu hijo, además de estar presente todo el tiempo, pero para mí fue central poder estar ahí.

P. ¿Cómo fue escribir un libro inmersa en esa vida de pensamiento interrumpido?

R. ¡Ojalá pudiera recordarlo mejor! Este libro fue muy diferente a todo lo que había escrito hasta el momento. En realidad fue más como un diario de sueños.

P. Se habla cada vez más de las maternidades. También en la literatura. Pero escribe: “Entre las madres escritoras de hoy en día, es posible que dos de las más aclamadas sean hombres: Karl Ove Knausgård y, a su estilo, [el humorista] Louis C.K.”. ¿Siguen teniendo ellos más reconocimiento o es en sí misma la maternidad la que no interesa en un sistema patriarcal?

R. Esto es interesante. Yo siento que en la última década ha habido un cambio real. Antes la maternidad rara vez se veía a menos que fuera a través de la extraña lente de, digamos, un padre siendo una mamá. Siento que es algo más visible ahora, de una manera compleja. Y me hace apreciar aún más el trabajo de décadas anteriores, como Territorio de luz de Yuko Tsushima (1979) o Midwinter day (1982) de Bernadette Mayer, libros extraordinarios en los que la maternidad es un tema central, pero no el centro del escenario.

P. ¿Tenemos una bibliografía de la maternidad aún en construcción?

R. Estoy segura de que así es. De hecho, creo que es una excelente idea de proyecto; aunque yo soy demasiado caótica para llevarla a cabo. Un libro que me encanta y que creo que no puede faltar en esa bibliografía, sería The Folded Clock [2015], de Heidi Julavits.

P. Menciona en el libro otros títulos muy relacionados como El libro de la almohada, La historia de Genji o El diario de Tosa. ¿Quiénes han sido sus referentes a la hora de escribir Pequeñas labores?

R. Lo gracioso es que Pequeñas labores salió de un proyecto que originalmente no tenía nada que ver con la maternidad [risas]. Quería escribir un ensayo pensando principalmente en El libro de la almohada y La historia de Genji, en cómo estaban escritos con la “mano pequeña”, que era como se denominaba al japonés, el idioma en ese momento. El idioma del poder y la política en Japón, en ese momento, era el chino. Y a la mayoría de las mujeres ni siquiera se les permitía estudiar chino. Y, sin embargo, estos dos libros de manos pequeñas son, 1.000 años después, textos que aún nos conectan con la experiencia de la maternidad... Así que diría que fue en el proceso de no poder escribir ese ensayo que escribí todos estos otros pequeños ensayos.

P. Muchas veces el tema de la maternidad no parece importar hasta que una se convierte en madre. Después, la maternidad parece traspasarlo todo irremediablemente.

R. ¡Es tan cierto! Es como pasar de ser un animal acuático a un animal terrestre, o viceversa. No sé por qué no nos convertimos en un ser más anfibio [risas]. Quizás es porque todavía se siente la maternidad como algo demasiado definitivo como mujer, y eso nos hace estar en un lado u otro de la experiencia.

P. ¿Seguirá ocupando la maternidad su escritura?

R. Eso espero. Me parece irremediable seguir haciéndolo y, sin embargo, es curioso porque me encuentro más interesada en las etapas de la vida que no son las mías: la niñez y la vejez.

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