Jazmina Barrera: “La maternidad es un terremoto de la identidad. Cambia las relaciones con tu cuerpo, con tu pareja, con tu profesión”
La escritora mexicana de ‘Línea nigra’ explica que su vida intelectual y creativa se ha despertado impresionantemente desde que tiene un hijo
Jazmina Barrera (Ciudad de México, 1988) escribió las reflexiones fragmentarias que componen Línea nigra (Pepitas editorial) durante su embarazo y los primeros meses de vida de su bebé, que hoy tiene tres años. Precisamente durante su gestación, un terremoto sacudió México y dejó más de 200 muertos en la capital. El seísmo sirvió de hilo conductor a Barrera para hablar de otro terremoto cuya magnitud excede la capacidad de medición de la escala Ritcher: la maternidad. “En la introducción a Frankenstein, Mary Shelley escribe que nunca creamos desde el vacío, que siempre creamos desde el caos. Y yo creo que esa es una de las consignas del libro: la maternidad es ese terremoto que te lleva al caos de la identidad total. A partir de ese caos una tiene que ver cómo se reconstruye y cómo se recrea también en términos de arte, de escritura”, afirma.
Línea nigra es parte de la reconstrucción de Barrera, un relato inclasificable y coral en el que la autora, tras un arduo trabajo de búsqueda, establece un diálogo con otras mujeres del mundo del arte que abordaron el embarazo, el parto y la lactancia en su obra. “Por mucho tiempo estos temas fueron considerados intrascendentes, incluso las mismas mujeres que escribían lo hacían quizás a escondidas, sabiendo que no había una recepción para esos textos. Hoy en día, por suerte, las lectoras se han dado cuenta de que estos temas nos interpelan y también, por supuesto, el mercado editorial está abriendo sus puertas a esta temática”, asegura Barrera, que señala que encontró en la literatura y en el arte la compañía que necesitaba para afrontar la maternidad.
PREGUNTA. Escribiste los breves textos que dan forma a Linea Nigra durante tu embarazo y los primeros meses de vida de tu bebé. Si no me fallan las cuentas, tu hijo tendrá ya tres años. ¿Cómo ha cambiado Jazmina Barrera desde entonces?
RESPUESTA. Tremendo. La maternidad es un terremoto de la identidad en todos los sentidos. Cambia las relaciones con tu cuerpo, con tu pareja, con tu profesión, con tus amigas, con tu familia. Lo cambia absolutamente todo. Y además es un proceso que no se detiene, porque como los bebés y luego los niños están cambiando todo el tiempo, sobre todo en los primeros años, una también tiene que ir transformándose. Es un aprendizaje constante. Así que todo ha cambiado en mí y todo sigue cambiando, aunque ahora que mi hijo tiene tres años ya he podido recuperar un poco una vida más estructurada y tranquila. Parece que hemos encontrado cierta estabilidad, al menos por el momento.
P. En Si la muerte te quita algo, devuélvelo (Sexto Piso), la poeta danesa Naja Marie Aidt, que perdió a su hijo de 25 años, dialoga con otros autores que también sufrieron la muerte de un ser querido y que dejaron constancia por escrito de su duelo. Linea nigra me ha parecido su reverso, un diálogo con la vida.
R. A mí me interesaba mucho que Línea nigra fuese un libro coral en el que las maternidades se representasen en sus múltiples facetas. Cuando me embaracé, empecé a buscar referencias en la literatura y en el arte de otras mujeres que hubieran trabajado el embarazo, el parto y la lactancia en su obra. Hoy en día hay una explosión de literatura de maternidad y creo que nunca va a ser demasiada, pero en ese momento me llevó mucho trabajo encontrar más referencias a estos temas en la literatura. Fui más o menos tratando de dilucidar por qué no había más, por qué se ha escrito tanto sobre la muerte, sobre la enfermedad, sobre el amor, y tan poco sobre el parto y sobre la crianza. La respuesta, claro, está en la cultura patriarcal. Por mucho tiempo, estos temas fueron considerados intrascendentes, incluso las mismas mujeres que escribían lo hacían quizás a escondidas, sabiendo que no había una recepción para esos textos. Hoy en día, por suerte, las lectoras se han dado cuenta de que estos temas nos interpelan y también, por supuesto, el mercado editorial está abriendo sus puertas a esta temática.
P. Y qué importante es encontrar esas referencias. Porque, abrumados por tanto libro de autoayuda, estamos necesitados de experiencias que validen nuestros sentimientos, nuestra ambivalencia.
R. Hay una estadística que dice que es más probable que una mujer que ha leído muchos libros de autoayuda de maternidad tenga depresión posparto (risas). Son libros muy útiles, está claro, pero muchas veces parecen una lista de todos los peligros y de todas las cosas que pueden salir mal, de todas las exigencias que tiene una como madre. Y es abrumador. En cambio, en la literatura encontramos otras narrativas. En mi caso me ayudó mucho leer Pequeñas labores, la narrativa del asombro que ofrece la escritora canadiense Rivka Galchen. Me cambió la perspectiva absolutamente, porque es un libro con humor, con curiosidad, con inteligencia. Necesitamos vernos reflejadas en otras experiencias. No necesariamente identificarnos, pero al menos sí poder dialogar, poder discutir. La maternidad, el parto y la lactancia son procesos tan fuertes que vivirlos sola es muy duro, así que en la literatura y en el arte yo encontré esa compañía que necesitaba.
P. Linea nigra, entre muchas otras cosas, también es una aproximación a lo que Renato Cisneros definió en Algún día te mostraré el desierto (Alfaguara) como “el viejo dilema de si es compatible el oficio de escritor con la tarea mental y físicamente agotadora de criar un hijo”.
R. Hay un discurso que hemos comprado que viene desde lo académico, desde un punto de vista muy masculino, pero del que también se ha apropiado cierto feminismo liberal. Según el mismo, las tareas de crianza, las labores de cuidados y el trabajo doméstico son incompatibles con la creatividad y con las labores intelectuales. Yo, por el contrario, encuentro que mi vida intelectual y creativa se ha despertado impresionantemente desde que tengo un hijo. Y es que criar un hijo implica una inteligencia y una creatividad brutales, porque estás todo el tiempo teniendo que inventar, desde historias hasta maneras de ponerles los zapatos. Creo que tenemos que revalorizar eso también. Y luego está el asunto del tiempo: que una no tiene tiempo para escribir, no tiene el espacio, la quietud y el silencio para hacerlo. Pero bueno, yo creo que hay un montón de libros de maternidad que son prueba de que se puede. Yo, por ejemplo, escribía en el móvil mientras amamantaba, de camino al baño, cuando podía. Por eso muchos libros de maternidad tienen esa estructura fragmentaria, porque es el ritmo de la maternidad. Como decía Ursula K. Le Guin, los bebés comen libros, pero luego escupen pedazos con los que puedes construir algo. Siempre hay maneras.
P. También ayuda a escribir, supongo, esa tribu que te rodea y te hace más llevadera la maternidad. Me sorprende porque cada vez tengo la sensación de que vivimos la experiencia más solos, con menos ayudas…
R. En Seguir con el problema, Donna Haraway describe una sociedad del futuro en el que para poder tener un hijo es necesario que entre tres y seis personas se pongan de acuerdo. A mí me parece preciosa esa idea, porque creo que tenemos que encontrar nuevas maneras de colectivizar la crianza, porque de lo contrario la experiencia se puede volver una tortura. Una madre sola que tiene que trabajar, criar y hacerse cargo del trabajo doméstico puede enloquecer. En cambio, cuando esas labores se reparten, todos ganamos y todos la pasamos mejor. Yo tuve la enorme suerte de tener una familia extensiva, que por otro lado también ha sido muy mal vista por el modelo patriarcal de la familia nuclear.
P. Tu madre es parte esencial de esa tribu y también de la novela, por lo que tú apareces como madre e hija al mismo tiempo. David Trueba escribió que tener un hijo no te hace padre, te hace hijo, te hace entender a tus padres.
R. Totalmente. En cuanto me embaracé empecé a reescribir por completo la historia de mi madre. Y yo creo que es muy común, porque todas las decisiones que tomas vienen marcadas por un referente: cómo fuiste criada tú. Es el primer espejo que tenemos. Además, mi maternidad reconfiguró mi relación con mi madre, también en parte por el papel que ella empezó a tener como abuela. La maternidad es una transformación también en ese sentido.
P. “Los bebés son un motivo para vivir, pero también para no morir, que prohíbe morirte”, citas a Rivka Galchen. Manuel Jabois escribió que la primera lección que aprendió de la paternidad fue el mandato de no poder morirse nunca. ¿Cuál ha sido tu principal aprendizaje de esta experiencia?
R. Vi un documental en Netflix en el que explican que cuando nace un bebé, su cuidador primario desarrolla un apego con el bebé que enciende en su cerebro cierta parte de la amígdala directamente relacionada con el miedo. Y esa lucecita ya se queda encendida para siempre. Yo, es algo que, sin saber nada de biología, relaciono con esa atención permanente, con esa empatía tan absoluta que tienes que desarrollar cuando tienes un bebé tan vulnerable que no se puede comunicar: tienes que estar atenta a lo que necesita, a lo que quiere, a pequeños gestos y sonidos que tienes que descifrar. Ese entender a otro, esa capacidad de meterte en la cabeza de otro ser, creo que generó en mí una comprensión radical que va más allá de mi hijo. De pronto tengo la sensación de que todos los niños podrían ser mis hijos o de que todas las personas podrían haber sido mis hijos. Yo creo que esa empatía radical me ha transformado para siempre. Para bien y para mal.
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