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Marta Pérez: “Se da por sentado que toda madre cuenta con una pareja, familiares o dinero que le den soporte”

Esta antropóloga y trabajadora social fue escribiendo relatos y poemas durante meses que se han materializado en ‘La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos pseudomaternales’

Marta Pérez  escribe ‘La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos pseudomaternales’
Marta Pérez escribe ‘La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos pseudomaternales’Sophie Hindennach

Como si se tratara de un cuaderno de viaje o una crónica, Marta Pérez Arellano, antropóloga y trabajadora social, fue escribiendo relatos y poemas durante meses, mientras cuidaba de su hija. Son textos breves, rápidos, que brotan del poco tiempo que los cuidados permiten a quien cuida. Su rapidez no les resta inteligencia ni valor. Y fue más allá porque aquello se materializó en 2021 en La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales (Libros.com), un libro que es una llamada de atención a un sistema que tiene en el centro lo productivo y que ignora lo que sostiene la vida. Dice Pérez Arellano que la forma en la que vivimos la maternidad mejoraría sustancialmente si los cuidados dejaran de contemplarse desde lo individual y se extrapolasen al ámbito público. Por eso son importantes los relatos que, como estos, narran experiencias cotidianas sobre cómo afrontamos hoy la maternidad. Porque ya no podemos dejar de ver.

PREGUNTA: En La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales tu experiencia como madre es el hilo conductor del libro, pero en cada relato se percibe como esa experiencia está atravesada por un montón de condicionantes sociales y personales. ¿Cambia la maternidad nuestra forma de estar en el mundo?

RESPUESTA: La maternidad es algo muy heterogéneo y, dependiendo de cada experiencia, te puede cambiar la vida, o bien no moverte ni un centímetro de tu lugar. En mi caso, esta experiencia ha supuesto un cambio enorme. He pasado de ser mi prioridad durante 36 años, a que ese sitio lo ocupe nuestra hija. Esto, que ha supuesto un duro golpe de realidad, también ha sido una lección de vida. Ubicar a Nahia y sus necesidades en el centro me ha hecho tomar mayor conciencia sobre nuestra vulnerabilidad y entender que el ser humano es un ser necesitado de cuidados. Y no solo el ser humano: el mundo entero, la naturaleza... Esta es, a mi juicio, la verdad más importante que existe.

P. Me parece muy interesante el formato del libro porque son como instantáneas que vas dejando cuando puedes mientras cuidas de tu hija. “Sospecho que este libro va a estar compuesto de capítulos muy cortos”, escribes. ¿Cómo ha sido ese proceso?

R. El grueso del libro está escrito durante los primeros meses de vida de nuestra hija. Pasé por una fase terrible de mal dormir, ya que Nahia tenía despertares frecuentes, a lo que se unió mi propia crisis de insomnio, lo cual resultaba doblemente desesperante… Escribir representaba un desahogo en esas noches en vela, y también en las treguas que me daban las siestas o las tomas de pecho. Escribía desde la necesidad casi compulsiva de desahogarme, pero también para dejar constancia de todo aquello. Entre nuestras paredes estaba desplegándose todo un universo repleto de belleza y ternura; pero también de soledad y desesperación, y yo necesitaba plasmarlo antes de que desapareciera para siempre. Asumí que la estructura tendría que encajar en los tiempos que marcaban mi ritmo de escritura. De ahí esos textos breves, esas ideas relámpago, como dice June Fernández en el prólogo.

P. ¿Dónde está el tiempo de las madres?

R. Como describes en tu artículo El tiempo de las madres, el tiempo cuando cuidas de criaturas parece desaparecer, absorbido por un misterioso agujero negro. En ello influyen muchos factores, como la doble jornada o la carga mental derivada de esas parejas (hombres, mayoritariamente) que no asumen su parte de la tarea. Creo que no debemos olvidar que las personas que cuidamos tenemos las mismas necesidades que las demás y deberíamos tener los mismos derechos, entre otros, derecho al descanso y al ocio. Cuidar los cuidados es crucial para el bienestar de las cuidadoras y también para el de las personas cuidadas; y para ello hay que tener en cuenta la dimensión política y colectiva de los cuidados.

Portada de 'La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales' (Libros.com),
Portada de 'La niña que llegó con un futuro bajo el brazo y otros relatos seudomaternales' (Libros.com),

P. Hay un poema de Hollie Mcnish que se titula Cerebro hecho papilla de una mamá primeriza en el que hace visible como el trabajo de cuidados nunca acaba porque no para ni de noche ni de día. Pocos trabajos menos valorado que este…

R. Desde luego. Esto tiene que ver con la construcción histórica del trabajo doméstico, ligada al desarrollo del capitalismo, según la cual el estatus se asocia las actividades consideradas productivas y masculinas, frente a aquellas entendidas como no productivas, domésticas y femeninas. Sin embargo, esta dicotomía es y siempre ha sido falsa. Entre otras cosas, porque a lo largo de la historia las mujeres han tenido que acudir a los campos y a las fábricas al tiempo que cuidaban de niñas y mayores.

P. Esto lo describes en el libro como la cara amarga, pero al tiempo que expones lo que llamas los cuatro jinetes de un Apocalipsis maternal (Culpa, Cansancio, Reproche y Soledad) tomas conciencia de que hay mujeres en todo el mundo que sobrellevan problemas más graves. ¿Qué mejoraría la forma en la que vives a la maternidad?

R. Deberíamos partir de la idea de que a una criatura no la puede cuidar una única persona, sino que se necesitan numerosas personas y recursos variados. Y es crucial dejar de dar por sentado que toda madre cuenta con una pareja, familiares o dinero que le den soporte. Me gusta mucho una frase de Marcela Lagarde que dice que hay que maternizar la sociedad para desmaternizarnos nosotras. Estoy convencida de que la manera en que una mayoría de mujeres vivimos la maternidad mejoraría sustancialmente si los cuidados se extrapolasen al ámbito público, dotando a las administraciones de recursos adecuados para apoyar a las madres y a las personas cuidadoras.

P. ¿Cómo llevarlo a la práctica?

R. Como medidas concretas, deberían existir servicios de ayuda domiciliaria a disposición de cualquier madre o familia necesitada de apoyo. Además, urge estipular la Renta Básica Universal, que ayudaría a proteger a aquellas mujeres que no pueden acogerse a permisos de maternidad. Por otra parte, es fundamental extender los permisos de cuidado para madres y sus parejas, pero también que estos se puedan hacer extensibles a otras personas, atendiendo a la diversidad de familias y situaciones.

P. “La crudeza de la situación quedó pronto al descubierto: nuestra red de apoyo logístico en esta ciudad es escasa, y mi cotidianidad se reducía en jornadas de 10 u 11 horas a solas con la niña”. A veces pienso que no somos conscientes de esto de la ausencia de red hasta que nos damos de bruces con la realidad… ¿Cómo fue en vuestro caso?

R. En nuestro caso, éramos bastante conscientes, porque tenemos numerosas experiencias de crianza cercanas. Al carecer de redes que nos pudieran brindar apoyo cotidiano en la ciudad donde vivimos, habíamos previsto algunas cosas: yo solicité unos meses de excedencia laboral y estipulamos que una trabajadora vendría algunas horas a hacerse cargo de la limpieza. Todo esto lo hicimos a costa de gastar un dinero que muchas familias no podrían permitirse, pero, al mismo tiempo, tampoco pudimos costearnos todo el apoyo que hubiéramos necesitado. Una vez que mi compañero se incorporó del permiso de paternidad, la realidad superó nuestras previsiones. Y es que una no puede prever su nivel de agotamiento, o qué dificultades específicas se va a encontrar en el día a día.

Ahora pienso que tener información y una imagen realista sobre cómo pueden ser las cosas es importante, sin embargo, ante la ausencia de recursos públicos y las dificultades para conciliar, es muy difícil que la realidad no te golpee en un momento u otro.

P. Reconoces tus privilegios sociales (mujer blanca, hetero, familia nuclear) y la contradicción que te supone derivar los cuidados en personas que están en una situación inferior a la propia. Esto, que se ha impuesto desde el feminismo neoliberal, ¿puede cambiarse?

R. Por supuesto, pero el cambio no llega solo, sino tejiendo redes y participando de forma colectiva. Los sistemas de dominación están construidos para perpetuarse, por lo que a lo largo de la historia cada cambio social, cada derecho ganado, se ha conseguido a base de esfuerzo y reivindicaciones; a veces con violencia, no obstante sobre todo con propuestas alternativas. Actualmente, diferentes agrupaciones del sector del trabajo del hogar y los cuidados, como las trabajadoras de las residencias en la Comunidad Autónoma del País Vasco, están llevando adelante movilizaciones y propuestas muy potentes, presionando a las instituciones para que tomen medidas. Hace falta que más personas tomemos conciencia de la magnitud de las injusticias que están denunciando y que las secundemos.

P. ¿Qué dirías que nos empuja a ser madres en una sociedad tan hostil con los cuidados en general, y con la infancia en particular?

R. En general, esta sociedad es hostil con todo aquello que dificulte un modo de vida basado en la producción y el consumismo, y que entre en contradicción con el mito de que somos sujetos independientes y autónomos. La decisión de ser madre suele vincularse a un deseo, a un impulso irracional. Sin embargo, no todas las mujeres llegan a la maternidad desde el deseo evidente, muy a menudo se llega desde la ambivalencia. Además, el deseo de maternidad está muy matizado por el mandato social, tanto que a veces no se distingue el uno del otro. Desde que somos niñas, la sociedad nos incentiva a un futuro de maternidad, bombardeándonos con mensajes para promover en nosotras conductas maternales y amorosas. Del mismo modo, se sigue señalando a las mujeres que deciden no ser madres. En definitiva, diría que en una decisión como la de ser madre se ponen en jaque un amplio abanico de componentes y circunstancias emocionales, personales y de contexto; y, con todo ello, cada una decide de la mejor manera que puede…

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