Grupos de WhatsApp del cole: ¿aliados de las familias o fuente de estrés?
Los chats de clase se han convertido en herramienta cotidiana y útil para resolver dudas sobre deberes o excursiones, pero también pueden generar culpa, comparaciones y dependencia por el exceso de mensajes o discusiones sin filtro alejadas de lo académico


Resulta difícil imaginar la vida escolar sin el chat de madres y padres de clase. La inmediatez de WhatsApp facilita coordinar excursiones, tareas e instrucciones del tutor, pero también tiene una cara menos amable. ¿Cómo se puede lograr un uso equilibrado y sano de estas conversaciones colectivas?
Sobre el efecto de las conversaciones digitales, la Universidad Complutense de Madrid, junto con la Universidad de Castilla-La Mancha, publicaba el pasado mes de junio en la plataforma digital de contenido científico Science Direct el estudio Association between trait rumination and co-rumination in instant messaging and its possible relationship to depressive symptomatology [Asociación entre la rumia de rasgo y la co-rumia en la mensajería instantánea y su posible relación con la sintomatología depresiva]. La investigación realizada con 329 personas, de 18 a 35 años, comprobó que este patrón de “co-rumiación” en mensajería instantánea se asocia a una mayor inquietud psicológica, especialmente en mujeres y en los participantes más jóvenes.
En este contexto de creciente inquietud, algunos progenitores reconocen que los chats escolares les generan una presión similar. Antía, de 46 años y madre de una niña de 10, cuenta que al principio el WhatsApp de la clase le resultaba práctico, pero con el tiempo empezó a percibirlo como una carga. “Si no respondes a todo, o no sigues la línea de la mayoría, parece que te miran mal”, explica, y reconoce que ha optado por no leerlo a diario porque “me genera más estrés que tranquilidad”. Damián, de 38 años y padre de un niño de 7, comparte la sensación, aunque subraya también el lado práctico. Para él estos grupos pueden ser muy útiles: “Los chats sirven para echarnos una mano y yo intento aportar porque también espero que me ayuden”. Sin embargo, admite que a menudo algunos padres preguntan cosas que sus hijos ya deberían saber (como los deberes o ciertos avisos de los profesores) y que eso “acaba saturando el grupo”.
La psicóloga infanto-juvenil María Frola asegura que los grupos escolares de WhatsApp tienen la gran ventaja de mantener a los padres informados y al tanto de las cuestiones importantes con respecto a la escolaridad de los hijos. También señala que los mecanismos más presentes a la hora de participar son la presión de esforzarse o alcanzar estándares más altos ante la mirada de otros, la comparación con otros padres y crianzas y la culpa que esto genera. “Aunque la culpa a menudo impulsa a actuar diferente, conviene moderarse y mantener el control propio o ajeno si surge un conflicto, actuando con respeto y cierta distancia”, prosigue Frola.

La psicóloga educativa, especializada en intervención con menores y familias, María Jesús Campos Osa explica que resulta clave tener clara la diferencia entre un grupo “informativo”, el que recoge información sobre actividades, materiales o comunicaciones relacionadas con el aula y el centro educativo, y el “opinativo”, en el que los progenitores recogen sus ideas e impresiones sobre profesionales o actuaciones del centro. Campos sostiene que el profesorado es consciente de la existencia de estos grupos. En el caso de ser informativo, indica que puede ser un buen aliado para temas de actuaciones del centro, pero si se convierten en dependencia, efectivamente, surgen los problemas. “Para usar el WhatsApp del colegio con cabeza hay que limitarlo a resolver dudas sobre las intervenciones del centro o del aula”, sostiene. Y recuerda que si algo de lo que allí se trata no gusta, es lícito salirse del chat: “Muchas familias no forman parte de grupos de padres y madres del cole, e igualmente se enteran de lo que sucede”.
La maestra de Primaria, jefa de estudios y formadora Mireia Portero Aylagas explica que “la comunicación entre la familia y la escuela debe basarse en vías reguladas y claras”. Si se utilizan adecuadamente estos grupos, añade, pueden contribuir a la implicación al crear redes y un sentido de comunidad entre los hogares. “No obstante, cuando se transforman en un lugar de quejas permanentes, exceso de mensajes o discusiones sin filtro, logran el efecto inverso: desconfianza, desgaste y confusión”. Para ella está bien que en un momento dado se pregunte por tareas o deberes, pero matiza que, si se hace a diario, puede perjudicar a los estudiantes en cuanto a su responsabilidad, autonomía y confianza en sus capacidades. Asimismo, subraya que la escuela debe remarcar que el olvido o el error también forman parte del aprendizaje.
Portero explica que existen alternativas pedagógicas a los grupos de WhatsApp, como AbalarMóbil (Galicia), Raíces (Comunidad de Madrid) o Web Família 2.0 (Comunidad Valenciana): “Son herramientas que facilitan el envío de recordatorios, labores y circulares de manera estructurada y segura, sin la inmediatez ni los ruidos que caracterizan a un chat. Favorecen una interacción directa entre el profesorado y los padres y madres”. Para promover un clima respetuoso y constructivo en los chats escolares, lo más relevante es acordar desde el comienzo del curso reglas entre la asociación de familias y la escuela, recalca la maestra y jefa de estudios: “Se puede lograr un ambiente positivo si se tiene presente que la finalidad compartida es el bienestar de los estudiantes. Para que los grupos se conviertan en un recurso de ayuda y no en una fuente de estrés es esencial la brevedad, el respeto en el tono y la empatía”.
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