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Sonia López, psicopedagoga: “A los padres se nos olvida que nuestros hijos adolescentes siguen teniendo necesidad de cariño”

La profesora de Secundaria publica su segundo libro, ‘Cuando la adolescencia duele’, con el objetivo acompañar a las familias a transitar desde el amor una etapa vital que requiere de grandes dosis de presencia, comprensión, empatía, respeto y afecto

Sonia López, psicopedagoga
Carolina García

La adolescencia, su llegada, marca un antes y un después en la vida del niño, pero también en la de sus padres. Progenitores que se creían comprensivos hasta que se ven a sí mismos perdiendo la paciencia, gritando, convirtiéndose en alguien que no reconocen. Con este eje conductor, la psicopedagoga Sonia López Iglesias (Igualada, Barcelona, 50 años), también profesora de Secundaria, vertebra su segundo libro, Cuando la adolescencia duele (Ediciones Destino), publicado el pasado 10 de septiembre. Un volumen que tiene como objetivo acompañar a las familias a transitar desde el amor esta etapa vital llena de “cambios y desafíos”.

Pero, ¿la adolescencia duele? “Sí, la adolescencia duele porque es una etapa muy compleja en la que el chaval debe hacer frente a muchos cambios que le crean mucha incertidumbre e inseguridad”, explica a EL PAÍS la también colaboradora de Mamas & Papas.Y duele especialmente cuando el joven se siente solo, cuando siente que sus adultos referentes no dan respuesta a sus nuevas necesidades”, incide.

Para López, esta respuesta se debe hacer desde un acompañamiento sano basado en la comprensión, el respeto y el establecimiento de buenos límites que deben consensuarse con el hijo o hija. “Pero hay que tener cuidado. No debemos pasarnos y sobreproteger al adolescente, porque este no podrá desarrollar correctamente su autonomía y responsabilidad”, prosigue la psicopedagoga. “Además, hay que tener en cuenta que si somos padres ausentes nunca conectaremos con las necesidades de nuestros hijos y ni seremos un referente para ellos”, añade. El secreto para la autora: el equilibrio.

PREGUNTA. ¿Por qué cree que existe ese afán por la perfección en la crianza?

RESPUESTA. Queremos ser padres perfectos y lo único que acabamos consiguiendo es establecer unas expectativas muy poco acertadas hacia nuestros hijos. Educar es un camino complejo en el que vamos aprendiendo sobre la marcha a la vez que nuestros hijos crecen y, sobre todo, vamos aprendiendo a base de tropezar.

P. Entonces, ¿qué es educar?

R. Educar es acompañar con el objetivo de dar respuesta a las necesidades de nuestros hijos a medida que crecen, unas necesidades que van cambiando en cada etapa. Es convertirnos en un lugar seguro, y que a través de nuestro ejemplo también les enseñamos a hacer frente a todos los retos a los que se van a tener que enfrentar en la vida. Educar es querer, es respetar, es compartir vida.

P. ¿Todos los padres piensan que son comprensivos?

R. Creo que todos los padres intentamos hacerlo lo mejor posible y educar a nuestros hijos desde la comprensión y el afecto, pero a veces carecemos de las herramientas necesarias para poder conseguirlo. La receta para acompañar esta etapa tan compleja debería estar compuesta de grandes dosis de presencia, de comprensión, de empatía, de disponibilidad, de respeto y, sobre todo, de mucho afecto.

No hay que tenerle miedo el conflicto, lo que sí que debemos es tener las estrategias para poderle hacer frente con serenidad.

P. ¿Qué es la pedagogía del amor? ¿Cómo se consigue aplicar?

R. La pedagogía del querer es aquella que educa con mucha presencia, con respeto, con empatía y con grandes dosis de amor. Pero es una pedagogía que no se puede confundir con que el niño pueda hacer siempre lo que le dé la gana, sino que es una metodología centrada en consensuar unos límites y que sobre todo ayuda al menor a asumir sus propias responsabilidades y hacer frente a sus tropiezos.

P. ¿Cómo surgió la analogía con el bambú que menciona en su libro? ¿Es el fin? ¿Ser un bambú?

R. La analogía del bambú hace referencia a un bambú japonés que no es apto para personas impacientes —después de plantar su semilla, abonarla con esmero y regarla de manera constante, necesita siete años para empezar a florecer, 2.555 días para ver sus primeros brotes, se explica en el libro— y surge porque en educación hay que tener también mucha paciencia para poder ver resultados. Y además porque nuestros hijos necesitan mucho tiempo para poder construir una base fuerte repleta de valores y estrategias emocionales y sociales que se consiguen con mucho entrenamiento.

P. ¿Hay que tener miedo al conflicto?

R. No hay que tenerle miedo ni evitar el conflicto, lo que sí que debemos es tener las estrategias necesarias para poderle hacer frente con serenidad. No hay que perder la referencia de que los adultos somos nosotros y no nuestros hijos adolescentes, por eso somos los responsables de modular, de hacer frente correctamente a ese conflicto, que a veces se nos va de las manos, por ejemplo perdiendo los nervios.

P. ¿Por qué el mal humor de los padres empeora la relación? ¿Solo funciona si están de buen rollo?

R. Un adolescente que siente que sus padres siempre están de mal humor, y repitiéndole constantemente todo aquello que hace mal, no va a mostrar ningún interés por conectar con ellos. El buen humor es una gran herramienta y muy útil que nos ayuda a no llevarnos nada al terreno personal. Sobre todo, y gracias a él, podemos priorizar los conflictos que son realmente importantes y comprender que hay conductas que nos hacen reaccionar de forma muy negativa ante nuestros hijos adolescentes que son totalmente normales a su edad, como tener su cuarto desordenado o estar hablando con sus iguales todo el rato.

P. Abrazarse, ¿por qué es esencial?

R. Dicen que el abrazo es el único traje que se ajusta a todas las medidas. En la adolescencia se nos olvida que nuestros hijos siguen teniendo mucha necesidad de nuestras muestras de cariño. Entonces, los abrazos nos permiten, a través de ellos, regalarles seguridad. Les hacen sentir que continuamos estando a su lado y, sobre todo, nos ayudan a establecer y a mantener un vínculo, un apego seguro con ellos.

P. La importancia de cuidarse en la crianza, ¿es aún más relevante con hijos adolescentes?

R. Cuidarse es fundamental. Nuestros hijos necesitan tener adultos a su lado con buena salud física, mental y emocional. Este bienestar nos va a permitir acompañar con más serenidad y sentido común, porque si yo no estoy bien, los de mi alrededor tampoco lo estarán.

P. ¿Cuál sería el mensaje que quiere dejar claro?

R. En resumen, nuestros hijos adolescentes necesitan que comprendamos que esta etapa es supercompleja, que para ellos es muy difícil hacerse mayor, y que les ofrezcamos nuestro apoyo y amor incondicional y que no nos pasemos todo el día criticando sus errores o juzgándolos.

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Sobre la firma

Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.
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