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Adolescentes
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Adolescencia’: ¿No podrían haber titulado la serie de Netflix de otra forma?

Parece que generación tras generación tenemos algo contra esta etapa vital que nos hace continuamente juzgarla como una época no solo difícil, sino también terrible. No nos pasa con la infancia, que siempre la catalogamos de maravillosa y divina

Adolescencia Netflix
César de la Hoz

Desde que he visto la serie Adolescencia no se me ocurre otra pregunta que la siguiente: ¿no podrían haberla titulado de otra forma? ¿Es realmente necesario relacionar un asesinato machista con una etapa vital? Parece que generación tras generación tenemos algo contra la adolescencia que nos hace continuamente juzgarla como una época no solo difícil, sino también terrible. No nos pasa con la infancia, por ejemplo, que siempre la catalogamos de maravillosa y divina, ni nos pasa con la edad adulta cuando parece que ya hemos construido nuestra personalidad y somos responsables. Tampoco nos pasa con la tercera edad, en la que vivimos para disfrutar con optimismo de lo poco que nos queda.

No me puedo imaginar una serie en la que un hombre mata a una mujer y que la titulen Edad adulta en vez de Asesinato, Maltrato o Violencia machista. O una ficción en la que un hombre de más de 60 años mata a una mujer y que la llamen Tercera edad. Pues, aunque parezca mentira, pueden imaginarlo y verlo con la que se ha convertido en una de las series del momento: Adolescencia. Así, con tal solo esta palabra, se titula la exitosa ficción de Netflix —que incluso en el Reino Unido se difundirá gratis en los centros de Secundaria de todo el país— que relata un asesinato machista, con todo lo que rodea un acto de estas características cometido por un adolescente: el barrio, la culpa de la familia, la psicóloga, el centro de menores, la impulsividad, el miedo, la angustia, la humillación, las lágrimas…

Definir una etapa vital de forma tan intencionada me parece injusto, pues no podemos obviar que esta imagen se va a viralizar. Y lo está haciendo, además, sin medir las consecuencias de lo que supone semejante etiqueta para que te preguntes: ¿Todos los adolescentes serían capaces de cometer un asesinato? Culpabilizando, por presuntos, a todos y cada uno de los jóvenes.

La siguiente pregunta es obligada: ¿Qué ha hecho mal su familia? Porque si la adolescencia ya estaba sentenciada en el imaginario popular, ahora también lo están los padres de adolescentes. La pregunta está en el aire: ¿Qué tal padre soy? ¿Qué tal padre he sido? ¿Soy lo suficientemente bueno como padre? Porque, al final, la historia no va sobre un asesinato, va sobre si yo, como padre, lo hago bien o mal. Va sobre si siempre hay algo que mejorar en la relación con mi hijo, y va sobre la presión a la que estamos sometidos continuamente muchos padres por eso que ahora llaman masculinidad tóxica.

Tomar la parte por el todo, llamar adolescencia a un asesinato, hace que el “piensa mal y acertarás”, tan metido en el imaginario popular, sea una excusa perfecta para cuestionar una vez más la paternidad. Prender esta mecha, además, alimenta la paranoia y el señalamiento en un momento histórico en el que padres y madres estamos severamente cuestionados por pseudoteorías que se autodenominan “respetuosas”, pero que desacreditan a quienes no comulgan con sus mandamientos.

Y aunque en esta serie se mezclen todos los ingredientes que se pueden mezclar para pedir ayuda desde la perspectiva de un adolescente que se siente vulnerable ―internet, el bullying, la inseguridad...―, su protagonista, Jamie Miller, con una familia “normal” de clase media en la que confía, prefiere matar para resolver sus problemas. ¿Tendría la misma audiencia una serie de un adolescente que pide ayuda, en vez de asesinar, y siendo así modelo de comportamiento para otros y otras adolescentes? Eso no vende. Vende más un cóctel molotov aislado que parece representar a toda una generación que la realidad de la adolescencia y de las familias de esos adolescentes que ahora ya no solo tienen miedo, ahora tienen temor. Un temor que muchas veces genera, por modelado, lo contrario de lo que pretende: menos protección para las víctimas y más conductas violentas.

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Sobre la firma

César de la Hoz
Psicopedagogo y experto en infancia, adolescencia y familia. Colabora en EL PAÍS desde 2020 en Mamás&Papás, Salud y Educación. Profesor de Modificación de Conducta en Universidad Antonio Nebrija y profesor de Psicología del Desarrollo y Gestión de centros educativos en la UCJC. Coautor del libro 'Personalidad, madurez humana y contexto familiar'.
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