‘Grupo Salvaje’ | El WhatsApp de los padres
Pese a todo, y pronosticando que lo silenciaré cuando pasemos de los 20 mensajes diarios, gracias a este grupo nos sentimos más arropados en la aventura paternal
Durante semanas pude escapar escondido como un ninja en una cloaca oscura y llena de vapor. Pero sus tentáculos son infinitos y ya nos ha atrapado.
Sí, amigos, ya nos han añadido al grupo de WhatsApp de padres de la clase.
Estas cosas empiezan como lo de Donald Trump: al principio le ves el punto exótico , pero cuando te das cuenta de que la cosa va en serio, ya no hay vuelta atrás.
Más que nada, porque lo de “Padre Poco Motivado ha abandonado el grupo” lo verían los demás y después me los encontraría cada día en clase.
Eso sí, usado con moderación, el grupo salvaje es una buena herramienta de comunicación para avisos, preguntas y chivatazos. Y para jugar al ¿Quién es quién? si tenemos ganas de resolver misterios.
Porque de entrada, te meten en un Gran Hermano móvil con veintipico números más, que no sabes quiénes son. Los que silencian el grupo al minuto uno ya se salvan de esto, pero si te va la marcha, intentas descubrir por pequeños indicios a lo CSI –fotos, comentarios en su estado, o el nombre cuando escriben, si es que sale- la identidad de cada uno.
Parece fácil, pero con 13 niños en clase, tenemos 39 variables a identificar y clasificar. Lo suyo es poner el nombre del adulto y padre/madre + nombre del bebé. Como no hay una nomenclatura universal, algunos lo hacen solo con paréntesis: Anakin (Luke y Leia). Y otros son más exhaustivos: Anakin Skywalker - Padre de Luke - Clase Ewoks.
A menos que todos se identifiquen el primer día, con esta tontería te puedes distraer medio trimestre o mientras esperas en la pediatra.
De momento, el grupo solo lo hemos usado para felicitar cumpleaños y avisar de epidemias, y como ambos fenómenos son cíclicos, puedo extrapolar que tendremos mucha actividad.
Como en todo proceso grupal, a la que un par felicitan a un bebé, los otros se ven obligados a imitarlos, por escapar del quedar mal con los primeros amiguitos de tu criatura. Pero claro, un “felicidades” a secas, repetido quince veces, con un “gracias” automático, acaba recordando la frialdad automática de los muros de Facebook.
Y cuando avisan de enfermedades, el proceso se repite con muestras de preocupación y apoyo, mientras un sutil alivio choca contra la culpabilidad de los solidarios.
Si tres de clase han compartido fiebre y tu pequeña no, ¿es afortunada o esquirol? Si alguien avisa de que su criatura es el paciente cero, ¿con qué cara lo mirarán los otros cuando se tengan que quedar a los infectados en casa? Y si alguien no confiesa sus virus, ¿surgirán grupos paralelos a lo Civil War para buscar culpables?
Pese a todo, y pronosticando que lo silenciaré cuando pasemos de los 20 mensajes diarios o lleguen las notas de voz, gracias a este grupo nos sentimos más arropados en la aventura paternal.
Y en el fondo, la guardería iba de eso: madurar en grupo.
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