‘Birdman’ | El misterioso mundo del teatro infantil
Aunque la felicidad familiar lo compensa casi todo, muchos echamos de menos esos momentos de asueto
Cuando eres primerizo no tienes tiempo de aburrirte, pero las gestiones paternales diarias y jugar con el retoño no son precisamente “vida cultural”. Y aunque la felicidad familiar lo compensa casi todo, muchos echamos de menos esos momentos de ocio.
Las películas se pueden ver en DVD o en alquiler por mil plataformas pocos meses después del estreno, pero las funciones de teatro no te las vienen a hacer al comedor de casa. Y llevar el bebé a la sala no suele gustarle al resto del público.
(No quiero que me llaméis pionero ni hacerme promoción, porque ya acabé la temporada, pero cuando adapté mi Harry Pater a monólogo de comedia de hora y media creo que era el único espectáculo adulto del país al que se podía asistir con bebés. Y todos los primerizos lo agradecían muchísimo. Si se hacen funciones especiales para institutos, ¿por qué no una para padres con bebés? Al menos nosotros no engancharemos chicles en las butacas ni daremos por saco con el WhatsApp.).
Así que, para los padres que como nosotros quieran ir al teatro y además quieran apasionar a la criatura por la magia del escenario, hay una solución. Y no me refiero a ponerle Birdman en vez de BabyTV a ver si cuela.
Existe un híbrido entre guardería y ocio cultural que es el teatro infantil.
Cuesta casi como el de adultos y solo dura media hora. Pero a cambio podemos ir en familia y cambiar de aires, que el parque ya lo tenemos muy visto.
Hay constantes que se repiten en casi todos los espectáculos: los niños tienen que interactuar con los actores o con el decorado; habrá música y luces para ir llamando la atención de pequeños y adultos soñolientos; se suelen adaptar clásicos a mentalidad contemporánea muy loca o muy hipster, y lo peor, a los padres siempre nos toca sentarnos en el suelo como si fuera una clase de yoga. (Si por casualidad se les ocurre poner cojines, aunque la función sea infame dejo mejor nota en Atrápalo).
Si la obra no es adecuada para la sensibilidad o la atención de las criaturas, es casi más fascinante mirar a los niños que al escenario. Vas viendo cómo se enfadan y lloran o boicotean a los actores y por poco cortan la Gran Vía quemando contenedores.
A veces, los padres aplaudimos más un “¿cuándo nos vamos?” espontáneo de un pequeño que todo el esfuerzo de la compañía. Y a veces nos fascinan montajes llenos de arte y talento, ignorados por el gran público porque total, “solo son para niños”.
Como con los tomates del súper, muchos carteles tienen buena pinta pero hasta que no pruebas la función no sabes si son timo de laboratorio y pesticida o el sabor de antaño. Vaya, como en el teatro de adultos, pero por suerte al menos aquí no encontraremos ni las pretensiones del microteatro ni a famosos de la tele dando pena.
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