Luis Alberto Zamora, nutricionista: “Es mejor educar a los niños en cuánto y cuándo comer ciertos alimentos que en el sí o no”
El autor y miembro fundador de la Sociedad Científica Española de Dietética y Nutrición explica que hay que criar a los menores en el disfrute responsable: ni dejar que consuman sin límite alimentos de consumo ocasional ni forzarles a que lo hagan si no los piden o no les gustan
![Luis Alberto Zamora, nutricionista](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/W6E3TSTRGZBCRFDSAOSHOBZTOI.jpg?auth=8ff1d198bcf15e13cd796275a504f168acb062caedb741d8b5199f79f80b4888&width=414)
La preocupación por la comida, por llevar una buena alimentación, es un asunto a la orden el día desde hace muchos años, pero es especialmente importante en la infancia en este siglo. Sin embargo, como se señala en el Estudio Nutricional en Población Infantil Española (EsNuPi, 2019 —último publicado—), un proyecto promovido por las Fundaciones Española e Iberoamericana de Nutrición en colaboración con la Asociación Española de Pediatría, “el patrón alimentario caracterizado por consumo de azúcares añadidos, grasas poco saludables y una ingestión escasa de pescado y aceite de oliva es el predominante en la mayoría de niños pequeños europeos”.
Luis Alberto Zamora es nutricionista, miembro de la Junta Directiva del Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Madrid y miembro fundador de la Sociedad Científica Española de Dietética y Nutrición. Conocido como Nutrimán en redes sociales —en Instagram cuenta con más de 21.000 seguidores—, es autor del libro El método Z para comer bien (Roca, 2024), colaborador en varios medios de comunicación y dirige el podcast Nutrición con Z sobre nutrición y bienestar. Zamora opina que los niños cada vez comen peor, pero es de la creencia de que se puede reaprender a comer bien: “Los hábitos alimentarios sólidos se construyen con base en la repetición. Y esto requiere de constancia, rutina y perseverancia desde que el menor comienza, a los seis meses, con la inclusión de alimentos más allá de la leche materna o de fórmula. Este proceso es un continuo esfuerzo hasta que se llega a la edad adulta, pues el pequeño pasa por diferentes etapas que pueden influir, para bien o para mal, en sus hábitos alimentarios”. “Desde la etapa del ‘no’, que suele presentarse a los 15 meses de vida, en la que empieza a rechazar los alimentos que hasta la fecha estaba consumiendo y tolerando sin problema, hasta la preadolescencia y adolescencia”, prosigue, “en este momento, la comida empieza a ser un elemento más social e irrumpen con fuerza alimentos que deberían ser de consumo más ocasional, como la comida fast food o los procesados”.
PREGUNTA. Una preocupación paternal tras los excesos —como en vacaciones o en Navidad— es si estos se deben contrarrestar. ¿Habría que volver a poner límites a lo que comen niños y adolescentes?
RESPUESTA. No hace falta verlo de forma radical. Educar en la excepción también es construir unos buenos hábitos alimentarios y una buena relación psicológica con la comida. Hay que aprender que hay épocas donde la rutina se ve alterada, que son excepciones, y que hay que disfrutar. Pero hay que entenderlas como lo que son: excepciones. Además, también hay que educar en el control dentro de la excepción. Por ejemplo, las vacaciones no pueden ser una carta blanca. Sabemos que en esas ocasiones va a haber presencia de alimentos que normalmente no ingerimos, pero es eso: una excepción. Se debe educar en el disfrute responsable. Tan malo puede ser transigir y dejar que el niño consuma sin límite los alimentos de consumo ocasional, como forzarles en caso de que no los demanden o, incluso, no les gusten. La mejor manera de contrarrestar el exceso es volver a la rutina saludable cuanto antes. Entender que ese período de tiempo ha acabado y que se vuelve al patrón alimentario de la manera más natural posible y sin generar tensión por ello. Igual que cuando se acaban las vacaciones se vuelve al colegio, también se vuelve a la rutina en las comidas.
P. Y en este contexto del festival del azúcar, ¿cómo se mide el efecto de los cumpleaños, por ejemplo? Normalmente el menú de los más pequeños consiste en hamburguesa, pizza, helado, tarta y extra de chuches por la piñata. ¿También se hace detox el día después?
R. No, no hay que hacer ningún detox. Hay que educar en el control. Se puede consumir, pero no todo a la vez. O si la oferta que tienen delante en una fiesta (alimentos de consumo ocasional, pobres en nutrientes y con exceso de azúcares, sal, grasas de mala calidad y carentes de fibra), lo que podemos hacer es controlar cuánta cantidad comen. Pasa lo mismo con las fiestas de larga duración. Al día siguiente también volveremos a nuestra rutina saludable para no distorsionar los hábitos que se están creando en el niño. El problema es la cantidad de cumpleaños y otras festividades que el menor tiene. Una opción interesante, desde un punto de vista nutricional, sería agrupar los cumpleaños para que en ciertas épocas del año no nos encontremos con uno por semana. También se puede optar por un menú saludable en esas fiestas. Pero, ¿realmente es necesario? ¿Hay que evitar que de manera puntual, asociado a un momento festivo, consuman ultraprocesados? Este es uno de los puntos más discutidos entre profesionales de varias disciplinas, como nutricionistas, pedagogos o psicólogos, porque puede que la prohibición solo haga que aumente el deseo por el alimento. Una buena estrategia es desmitificar estos alimentos supuestamente prohibidos. Es mejor educar a los niños en cuánto y cuándo comer ciertos alimentos que en el sí o no.
![Es totalmente normal que un niño rechace el sabor de las verduras porque son amargas.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/HIKSE7BYBVGJZAIKYXILKODU6E.jpg?auth=699a4bc8c2bd74d7c6b8da7ead93c8482a0682713b06780c94727bba700bd17b&width=414)
P. Hablando sobre hábitos que están de moda, ¿existe la versión del ayuno para niños?
R. No. Ni está estudiado ni seguramente tenga ningún tipo de beneficio a priori. De hecho, la alimentación de los niños es un gran reto porque, en proporción, consumen menos calorías que un adulto, pero necesitan un aporte de nutrientes más denso por cada caloría que consumen. Por eso es fundamental que cada toma sea a base de alimentos muy ricos en nutrientes. Además, las cantidades que consumen tampoco son grandes como para perder la oportunidad de que cada bocado esté repleto del máximo de vitaminas, minerales, fibra, antioxidantes o nutrientes esenciales como ácidos grasos omega 3 o aminoácidos.
P. ¿Cuánto se tienen que preocupar las madres y los padres si con tres años su hijo no quiere comer nada de verdura?
R. Es totalmente normal que un niño rechace el sabor de las verduras porque son amargas. Y por herencia genética, tendemos a rechazar lo amargo por supervivencia de la especie, ya que la mayoría de los venenos son amargos. Sin embargo, tenemos preferencia por comidas muy ricas en azúcar y fundentes en la boca, porque eso significa que vienen cargada de hidratos de carbono y grasa, que son fuentes de energía y el pilar de supervivencia de un mamífero. También preferimos sustancias que potencian el sabor como la sal u otros como el glutamato monosódico (el famoso “umami”). La clave es la persistencia. Educar al paladar a estos sabores hasta su aceptación. ¿Cómo? Incluyéndolos poco a poco. Por ejemplo, en una tortilla de espinacas, donde al inicio incluimos poca cantidad, casi imperceptible, y poco a poco vamos aumentando la cantidad de espinaca. Otra clave es la actitud de los padres. Muchas veces trasladamos el estrés por la alimentación a los niños. Son capaces de percibir la tensión con la que les estamos ofreciendo un plato. En general, lo ideal sería consumir dos o tres piezas de fruta, y al menos dos raciones de verdura al día como parte de una dieta equilibrada, junto con cereales, semillas e incluso frutos secos. Y, sin lugar a dudas, en casos de gran resistencia, la terapia psicológica puede ser una ayuda para facilitar la aceptación de estos nuevos sabores y texturas.
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