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¿Dejarías que tu hijo fuera solo en un coche sin conductor al colegio?

En algunas ciudades de EE UU los padres están comenzando a confiar a sus hijos a un vehículo autónomo porque no se sienten seguros dejándolos en manos de un conductor desconocido. Sin embargo, la aparente comodidad plantea riesgos, especialmente en el aspecto emocional y de seguridad

Niños coches sin conductor
Sería imprescindible que los coches autónomos dispusieran de servicios de emergencia para que, en caso de que el menor tenga dificultades, pueda llamar a las autoridades.Melanie Acevedo (Getty Images)

Ser padres muchas veces implica hacer malabares diarios: ir al trabajo, cumplir horarios, recordar las actividades de los niños y, además, lograr recogerlos a tiempo (sin contar con los imprevistos). Así que algunos padres sienten la tentación de recurrir a un “taxi salvador”: un Cabify o un Uber que los saque del apuro cuando no pueden llegar. Como puede dar reparo dejar a los más pequeños con un desconocido, en Phoenix (Arizona, Estados Unidos) algunos progenitores ya están dando el siguiente paso: usar coches autónomos. Según ha publicado recientemente el medio local Arizona’s Family, cada vez más familias prefieren llevar a sus hijos en un coche robotizado… ¡Y sin conductor! ¿Pero realmente es tan seguro? ¿Sería adecuado confiar en un coche robot para llevar a los hijos al colegio, al cine, a las actividades extraescolares o incluso a fiestas de cumpleaños?

Según explica este medio, la preocupación por la seguridad de los menores ha llevado a muchos progenitores estadounidenses a optar por alternativas como Waymo, una empresa de coches autónomos y sin conductor. Tras los numerosos incidentes de acoso sexual denunciados en empresas como Uber y Cabify en 2017, donde se reportaron alrededor de 3.000 casos, que incluyeron desde intentos de violación hasta tocamientos no consentidos, algunas familias ven en estos vehículos una alternativa casi perfecta para evitar que sus hijos tengan contacto con desconocidos. Y eso que la propia aplicación advierte en sus normas de uso que los usuarios deben tener mínimo 18 años y saber conducir.

María Luisa Ferrerós, psicóloga especializada en neuropsicología y acreditada para el diagnóstico clínico de la neurodiversidad por la Cornwell University de Nueva York (Estados Unidos), considera que esta práctica tardará en llegar a España, principalmente porque “es carísima”. Pero también advierte: “El peligro principal es la falta de atención que tiene el niño viajando en un coche solo y sin nadie que lo vigile. Puede parecer más fiable que dejarlos en manos de una persona desconocida, pero creo que es una falsa sensación de seguridad”. Según esta experta, uno de los mayores problemas es la falta de acompañamiento, tan necesaria para los menores: “Los niños necesitan sentirse acompañados, y cualquier contratiempo podría desencadenarles miedo o sensación de desprotección”. Sin duda, la falta de supervisión humana es un elemento de riesgo: “El componente emocional es crucial y jamás podrá ser suplido por una máquina”, sentencia Ferrerós.

Por su parte, Beatriz Romero Martín, directora de la consulta psicológica Despertares, apunta que el riesgo puede ser aún mayor en situaciones adversas, como un accidente o una enfermedad súbita, ya que el robot no tendría la capacidad de reaccionar adecuadamente: “Si se produce cualquier tipo de incidente, los menores difícilmente sabrán desenvolverse”. Romero Martín insiste en que estos vehículos deberían estar muy bien equipados: “Sería imprescindible que los coches dispusieran de servicios de emergencia, como algún botón de auxilio, para que, en caso de que el menor tenga dificultades, pueda llamar a las autoridades o incluso a sus padres”.

Mientras esta tendencia gana popularidad en ciudades estadounidenses como Phoenix, Los Ángeles y San Francisco, el profesor Andrew Maynard, de la Universidad Estatal de Arizona, junto con un grupo de expertos, investiga las limitaciones y desafíos de estos vehículos en situaciones prácticas y se cuestiona los posibles efectos de los taxis robot, analizando sus principales ventajas e inconvenientes, según se lee en el medio estadounidense. Los trabajos académicos exploran situaciones de inseguridad potencial, como “¿Qué ocurre si algo falla?” O “¿Qué haría un joven pasajero si el coche se ve envuelto en un accidente y no hay nadie para guiarlo?”, subrayando la necesidad de contar con protocolos de emergencia sólidos que no solo garanticen la seguridad física de los menores, sino también su bienestar emocional.

Los niños necesitan sentirse acompañados, y cualquier contratiempo podría desencadenarles miedo en un coche automático.
Los niños necesitan sentirse acompañados, y cualquier contratiempo podría desencadenarles miedo en un coche automático. damircudic (Getty Images)

Además, estos estudios incorporan pruebas prácticas sobre las limitaciones de los coches autónomos. En una de estas pruebas, según relata el experto, se colocaron conos para bloquear el paso del coche, lo que resultó en que se quedara inmovilizado hasta que se retiró el obstáculo: “Aunque esta prueba demuestra la capacidad de la tecnología para reaccionar ante imprevistos, también plantea desafíos cuando el pasajero es un niño sin supervisión ni control. Estas inquietudes refuerzan la importancia de contar con protocolos de emergencia bien definidos para proteger la seguridad y la tranquilidad emocional de los pasajeros más jóvenes, especialmente cuando viajan sin supervisión adulta”. Maynard concluye que estos riesgos se deben considerar a medida que la tecnología sigue avanzando y más personas optan por usar este tipo de vehículos: “Si bien la tecnología autónoma ofrece una alternativa prometedora, no debemos perder de vista los posibles riesgos”.

La psicóloga Romero Martín también destaca que no todos los niños se adaptan de la misma forma a los trayectos automatizados. Señala que todo dependerá de la madurez del menor, y distingue entre dos tipos de personalidades con distintas consecuencias al viajar en un taxi robotizado: los niños introvertidos y los independientes. Para aquellos con una personalidad más introvertida o una fuerte dependencia de sus padres, la experiencia puede resultar especialmente traumática. En cambio, los menores con un carácter más independiente podrían adaptarse mejor a este medio. Sin embargo, remarca que lo ideal “sería que realicen recorridos cortos y controlados por sus padres”.

Ferrerós y Romero Martín coinciden en que, aunque los vehículos sin conductor ofrecen una alternativa novedosa de transporte, los riesgos y el impacto emocional que pueden generar en los menores pueden ser muy graves y deben analizarse antes de su implementación en España. “La tecnología avanza y es imparable, pero las normativas en Europa y España son distintas a las de Estados Unidos, y estoy convencida de que habrá padres que consideren que dejar a sus hijos sin ningún tipo de supervisión supone un riesgo que no querrán asumir”, matiza Romero Martín. Mientras que lo que le preocupa a Ferrerós es el componente emocional: “Es un aspecto que jamás lo podrá suplir un robot”.

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