El sueño de tener un Messi en casa: ¿cómo afecta la presión de los padres a sus hijos en el deporte?
Cada fin de semana, se repiten escenas lamentables en competiciones infantiles donde los adultos protagonizan peleas y discusiones. Este tipo de comportamientos genera un entorno de tensión que puede afectar a la confianza del menor y a cómo gestiona la frustación y el fracaso
Gritos, insultos, amenazas, agresiones y otras escenas lamentables se repiten cada fin de semana en los campos de fútbol y en otras disciplinas deportivas de categorías infantiles. Las redes sociales están llenas de vídeos que muestran peleas entre los familiares que asisten como espectadores a las competiciones infantiles. La mirada confusa de los niños en el terreno de juego lo dice todo: este espectáculo no tiene nada que ver con el deporte. La presión por ganar parece desbordar la sensatez de algunos adultos.
Una de las personas que más ha presenciado escenas desmedidas por parte de los padres en las competiciones deportivas es Eduardo Valcárcel, primer entrenador de fútbol en conseguir el título oficial en España con una sola pierna. Valcárcel también fue director de la Escuela de Fútbol de la Federación Española, donde llegó a coordinar a más de 1.000 pequeños futbolistas, y actualmente dirige su propia escuela de fútbol base en Madrid. Uno de sus grandes lemas lo define a la perfección: “Una pierna es suficiente para dar grandes pasos”. Valcárcel reconoce que, lamentablemente, son muchos los progenitores que actúan sin control, y que en más de una ocasión se ha visto obligado a intervenir porque las familias acaban levantando la voz contra árbitros, rivales o los propios jugadores. “Siempre les digo que esto es un deporte, y que deben animar a su equipo. Es fundamental que el entorno del jugador sea siempre positivo”, señala.
La evidencia científica destaca también los enormes beneficios que la práctica deportiva ofrece al desarrollo de los menores. Por ejemplo, entre otros, el estudio publicado en enero de este año por la Unidad de Medicina del Deporte del Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona), titulado Actividad física en la infancia y en la adolescencia: beneficios inmediatos y a largo plazo. Este concluye: “La actividad física en la infancia y adolescencia mejora la salud cognitiva, previniendo enfermedades y el riesgo de consumo de estupefacientes”. Sin embargo, cuando la actividad deja de ser divertida y se convierte en una fuente de conflictos y violencia, muchas veces no merece la pena seguir. Por esa razón, Lara Ferreiro, psicóloga especialista en adicción emocional, autoestima y desarrollo personal, insiste en reeducar a las familias para que enfoquen el deporte de la manera más adecuada. “Además de que el deporte es esencial para combatir la obesidad y el sedentarismo, también fomenta la socialización, promueve la autonomía y la autodisciplina y refuerza los valores”, detalla Ferreiro. No obstante, advierte que cuando deja de ser una diversión los niños pueden llegar a odiarlo. Valcárcel no entiende la obsesión de algunos padres con que su hijo sea el mejor, teniendo en cuenta las estadísticas: “Solo unos pocos privilegiados llegan a ser estrellas del deporte como Messi; la mayoría no lo logra, por lo que muchos progenitores deberían cambiar su forma de pensar y actuar”.
Ferreiro narra el caso de una paciente que tuvo en terapia. “Era una niña cuyos padres estaban obsesionados con que su hija debía ser la mejor en baloncesto. Ella lo odiaba. Estaba fatal, sacaba malas notas, no podía dormir, tenía ansiedad y mucho miedo al fracaso. La pequeña llegó a creer que sus padres no la querían, esta obsesión por el éxito por parte de los progenitores puede llegar a destrozar a los hijos”, relata la psicóloga. “Los niños deben crecer con sus propias motivaciones”, sentencia.
Valcárcel, quien trata a diario con las familias de sus alumnos en el club deportivo Dreams and Experience, vivió un episodio con un padre exfutbolista que estaba angustiado porque su hijo se negaba a competir. “Se acercó a mí tremendamente preocupado porque el chaval quería dejar de entrenar y se lo dejé claro: lo importante es que sea buena persona, que lo eduques bien, porque en el fútbol no se acaba el mundo”. Y le sugirió que le apuntara a cualquier otra disciplina: “El padre se quedó en blanco”.
Este entrenador conoce perfectamente el sabor de la frustración de algunos jóvenes deportistas y la presión que ejercen algunas familias: “He visto a niños machacados por sus padres, que, sin darse cuenta, están arruinándolo todo. Intento siempre decirles que así no ayudan a su hijo, porque lo importante es que disfruten, pero de poco me ha servido”. Ferreiro también advierte que los progenitores que fuerzan a sus pequeños, creyendo que llegarán a ser un Messi o un Nadal, pueden destrozarlos emocionalmente: “Los niños pueden llegar a creer que sus progenitores solo los quieren si son los mejores. Esto genera miedo al fracaso, problemas de autoestima y agotamiento físico y mental. Por eso, es fundamental que los adultos aprendan a gestionar esta presión para no dañarlos”.
La psicóloga distingue tres tipos de padres en el deporte infantil y juvenil: los asfixiantes, que intentan cumplir sus sueños frustrados a través de sus hijos, lo que genera ansiedad y depresión en los menores; los democráticos, que presionan de forma saludable, orientando a la motivación; y los permisivos, que permiten que sus hijos abandonen los deportes sin inculcarles compromiso ni responsabilidad.
Nuria García, madre de un joven deportista, reconoce que atravesaron momentos difíciles en la adolescencia: “Para mi hijo fue duro compaginar los estudios con tantas horas de entrenamiento. Siempre le animamos, pero nunca quisimos forzarlo porque éramos conscientes de la presión que sentía. Al final dejamos que tomara sus propias decisiones, y abandonó el tenis”. En contraste, Ana Gazapo, madre de un adolescente interesado en el fútbol desde los cinco años, señala que, a pesar de los momentos difíciles, “dejarlo nunca fue una opción” y destaca que el apoyo incondicional de la familia fue clave en su desarrollo personal, ya que “hay que aprender a sobrellevar las frustraciones”. Aunque su hijo sigue compaginando sus estudios y jugando en la máxima categoría para su edad, siempre tuvieron claro que el deporte era la mejor forma de inculcarle valores como “compañerismo, respeto y esfuerzo”.
Para Valcárcel, mantener un entorno positivo es clave en el desarrollo de los jóvenes deportistas. Advierte que cuando los niños están sometidos a demasiada presión su rendimiento se resiente, se frustran fácilmente y su autoestima se ve afectada cada vez que fallan. “Aunque los padres rara vez admiten que desean que sus hijos alcancen niveles profesionales, suelen invertir en tecnificación y entrenamientos personales con la esperanza de verlos llegar a lo más alto”, remarca, e insiste en que los padres deben disfrutar del proceso, apoyando a sus hijos y ayudándolos a gestionar la frustración: “Especialmente tras una derrota, cuando lo que más necesitan es ánimo y no críticas que les hagan pensar en abandonar”. Ferreiro advierte que los padres que van buscando el éxito a cualquier precio van a fomentar la pérdida de confianza, el miedo al fracaso y un grave complejo de inferioridad.
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