Mejorar el rendimiento escolar de tu hijo y otros beneficios de caminar al cole
El impacto del ejercicio en la salud mental es palpable: disminuye el estrés, aumenta la felicidad y promueve la autonomía de los más pequeños. Además, aleja a los padres del sedentarismo
Hay muchas cosas buenas que la pandemia ha traído consigo a mi familia y una de ellas es poder llevar a mi hija al colegio andando, cosa que me ha permitido el teletrabajo. Kilómetro y medio que hace ella, Carlota de seis años, de bajada, y kilómetro y medio que hago yo cuesta arriba. Ejercicio que, por cierto, no viene nada mal. Ahora con la vuelta a un sistema presencial, intento aparcar lo más lejos posible para que ella, y yo también, andemos por lo menos un par de kilómetros diarios. Andar al cole nos sienta bien y además lo recomiendan los expertos.
La nueva campaña de la Asociación Española de Pediatría (AEP), que ha lanzado con motivo de la Semana Europea de la Movibilidad, se llama Por tu salud, muévete de forma sostenible, que consiste en promover ir caminando a clase, claro está, siempre que se pueda, para combatir la obesidad, el sobrepeso y propiciar una mejor salud física y emocional de los pequeños de la casa. La prevalencia del sobrepeso y la obesidad en los niños españoles de entre seis y nueve años es del 40,6%, según los datos más recientes del Estudio Aladino 2019. Dato que se ha incrementado durante esta crisis sanitaria, según los expertos.
El doctor Julio Álvarez Pitti, pediatra del Hospital General de Valencia y experto en actividad física del Comité de Promoción de la Salud de la AEP, explica “yo trabajo en la Unidad de Obesidad y Control Cardiovascular, y nosotros normalmente recibimos unas 300 consultas de niños y adolescentes con problemas de peso al año. O sea, que somos de los hospitales que más casos de esta enfermedad vemos en España. Y lo que hemos observado durante estos meses es un incremento, tanto en el número de niños que nos remiten por obesidad desde Atención Primaria, como también un empeoramiento importante de los niños que ya seguíamos”.
En su opinión, lo que ocurre es que durante el confinamiento, en un principio, hubo una limitación total de la movilidad para los niños y un corte de toda la actividad física regular, ya que “o bien participaban en alguna actividad regulada o iban a diario a parques o salían andar. Todo esto se rompió durante el confinamiento”. Pero esto no ha sido solo una cuestión de semanas. La problemática se ha extendido en el tiempo: “Porque una vez comenzó la desescalada, muchos parques no se podían usar; la actividad física en pabellones y gimnasios tampoco se pudo mantener; prácticamente todo permaneció cerrado, por lo menos aquí en la Comunidad Valenciana hasta mayo de 2021, por lo que la falta de actividad ha sido un continuo”.
Según explica el experto, andar al cole es una actividad fácil de hacer y eficaz. Una afirmación que ratifica un estudio, elaborado en Estados Unidos, en el que se determina que la actividad física que supone ir andando al centro educativo cubriría entre un 23% y un 36% del total de la actividad física diaria recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Recordemos que lo que indica esta organización serían unos 60 minutos diarios. “Efectivamente, en 2020, salieron las nuevas recomendaciones generales. Esto es una media, o sea, que perfectamente se puede hacer una hora y media un día y otro solo 30 minutos. Y, además, estos periodos pueden estar repartidos a lo largo del día”. Álvarez sostiene que sería posible cubrir este tiempo solo caminando al colegio: “Por ejemplo, si la distancia media al centro educativo es de 500 metros a un kilómetro y tienes que hacer cuatro viajes porque vas a comer a tu casa, ahí estaría prácticamente hecho todo el tiempo recomendado, a unos 15 minutos por kilómetro. Eso sí, para que sea eficaz, la marcha tiene que ser ligera”.
Aparte de los beneficios de caminar en la prevención y tratamiento de la obesidad y el sobrepeso, andar al cole también tiene beneficios en otros aspectos de la salud: “Como cualquier tipo de actividad física moderada, caminar también es bueno a nivel cardiorrespiratorio porque mejora la capacidad de tu corazón y de tus pulmones de transportar el oxígeno. Luego, a nivel muscular también favorece el desarrollo de la masa muscular y eso mejora tu metabolismo y propicia que gastes más energía. A nivel óseo, prosigue, también tiene beneficios porque la actividad física favorece la mineralización de los huesos de los niños y eso hace que a largo plazo se prevenga la osteoporosis, que aparece luego en los adultos. Además, disminuye la presión arterial, aumenta el colesterol bueno y baja los niveles de triglicéridos, entre otros”.
El impacto positivo en la salud mental es palpable: “Cualquier actividad física disminuye el estrés, aumenta el nivel de felicidad, pero, además, en particular a la hora de caminar al colegio, por ejemplo, en grupo, favorece la socialización; si son los padres y madres quienes lo llevan, mejora el vínculo entre ambos; también aumenta la autonomía de los más pequeños, mejora la orientación porque conocen el camino, cosa que no pueden saber si van coche, tienen algo más de contacto con la naturaleza, y lo que se ha demostrado además es que mejora el rendimiento escolar, porque la actividad física mejora la concentración y la retención de lo estudiado”.
¿Mejor caminando que en bici? “Realmente, si tú tienes habilidad y la ciudad está preparada para ello, no tendría que haber una diferencia importante. Pero es cierto que el gasto energético que se produce en la bicicleta en llano es menor que el que se produce haciendo a marcha rápida. Para conseguir el mismo gasto energético haría falta más distancia y tiempo”. El experto puntualiza que si el colegio de tu hijo está a tiro de bici, siempre es mejor ir con ella que en coche “por supuesto”.
Los padres como modelo para hacer deporte
El papel de los padres y madres es fundamental. “Si tú quieres que tu hijo haga deporte, primero tienes que hacerlo tú. Si no es muy difícil inculcar ese hábito. Y además, no solo por el hecho de que te vea, sino porque si tú lo experimentas, te lo crees. Te das cuenta de los beneficios y es entonces cuando cómo no vas a querer que tu pequeño experimente lo mismo”, añade. “Para ser creyente, hay que practicar”, concluye Álvarez Pitti.
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