La importancia de enseñar comunicación oral o por qué en la clase de Lengua no solo hay que aprender de gramática
Para que los niños aprendan a expresarse con fluidez es importante enseñarles desde edades tempranas, una competencia que hay que desarrollar tanto en la escuela gracias a actividades específicas como en el entorno familiar
Son las nueve de la mañana y hay asamblea. Tras colocar sus pertenencias en las taquillas, cada uno de los alumnos de una clase de segundo de Educación Infantil se sienta al lado de otro hasta conformar un círculo del que también forma parte el profesor. Después de un par de minutos, y a la espera de que vuelva la calma, el tutor les anima a que levanten la mano, de manera ordenada, y cuenten al resto de sus compañeros qué han hecho durante el fin de semana. Esta es una práctica que realizan los docentes de manera habitual en el aula para fomentar entre su alumnado la comunicación oral. Una competencia en la que los estudiantes españoles sobresalen por sus carencias. De ahí la importancia de darle una mayor relevancia en el currículum escolar, pero también en el entorno familiar.
Uno de los motivos que provoca que los españoles sean especialmente deficitarios en comunicación oral se debe a que el sistema educativo se ha centrado más en la dimensión metalingüística del estudio de la lengua que en la expresiva y en la pragmática. “A costa de aprender a analizar y describir el sistema lingüístico, actividad muy necesaria, hemos desatendido el uso real de la lengua, muy especialmente en la oralidad”, explica Santiago López Navia, director académico del máster universitario en Retórica y Oratoria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). La consecuencia de esta decisión educativa provoca que el español medio no se exprese con la necesaria fluidez cuando habla. “Por eso, hay que compensar esa deficiencia mediante una formación especializada, que a veces se adquiere de forma tardía y no siempre con las garantías necesarias de rigor y calidad. La autoayuda, en este sentido, ha sido en ocasiones verdaderamente perniciosa”, sostiene este experto.
Para evitar esta carencia durante la etapa adulta es imprescindible la estimulación de la oralidad en la escuela desde etapas tempranas. “Porque es una herramienta central que ayuda a comprender el mundo y a relacionarse con los demás”, asegura Silvia Eva Agosto Riera, profesora asociada del departamento de Didáctica de las Lenguas, Artes y Educación Física de la Facultad de Educación en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). En los primeros años de Educación Infantil, los colegios promueven actividades de experimentación, de juego, que generan contextos de interacción que permiten el desarrollo del lenguaje. Según detalla Montserrat Bigas, profesora emérita del departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad Autónoma de Barcelona, el lenguaje tiene tres funciones centrales: la comunicativa —lo usamos para transmitir ideas, sentimientos, emociones—; la lúdica —jugamos con las palabras a través de las canciones, los trabalenguas, las canciones de corro, de ronda—; y la representativa —categorizamos, analizamos, describimos el mundo—: “Así, los docentes crean situaciones de aprendizaje para desarrollar las diferentes funciones de la lengua en todas las etapas educativas”.
El hecho de privilegiar las prácticas escritas sobre las orales al enseñar Lengua a los niños y niñas ha provocado que algunos lleguen a desarrollar pánico escénico. “Una consecuencia de pensar que, al contrario que la escritura, la oralidad se adquiere de forma espontánea y no necesita ser enseñada”, opina por su parte Francisco J. Rodríguez Muñoz, profesor titular de Didáctica de la Lengua en la Universidad de Almería. Trabajar la comunicación oral en el aula va más allá de la presentación de un tema. “Su práctica continuada, no excepcional, en cualquier área del currículo permite naturalizar los usos de la lengua oral en las distintas situaciones comunicativas a las que tendrán que hacer frente los alumnos en su vida diaria”, afirma este profesor.
La labor del docente en el aula, para que los estudiantes en Infantil adquieran esta habilidad con solvencia y soltura, es fundamental. Un trabajo que debe apoyarse en un currículo competente en esta materia. “La mejora de la oralidad necesita una actividad concreta, real, deliberada y convenientemente regulada y sistematizada en la programación didáctica”, subraya López Navia. Además, esta práctica debe ser transversal y no exclusiva de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura, según este experto. Y pone como ejemplo que el compromiso con el empleo correcto del español hablado debe ser también asumido por los docentes de Educación Física o Plástica.
Para conseguir una buena oralidad del alumnado, Pilar Núñez Delgado, profesora titular del Departamento de Didáctica de la Lengua y Literatura en la Universidad de Granada, considera precisas dos cosas: “Una, que el docente tenga formación sobre en qué consiste la competencia oral y cómo diseñar o seleccionar aquellas actividades que cuadran con su manera de trabajar; y dos, que los centros tengan un plan de oralidad, igual que están obligados a tener un plan lector”. Para la docente, este plan de oralidad tiene que desarrollarse teniendo en cuenta el criterio de variedad (que no solo aprendan a contar cuentos), de progresión y de dificultad: “Es decir, que la toma de la palabra sea más larga y más compleja en cada curso. Aprender a hablar es un proceso largo”.
Si bien la escuela es importante a la hora de trabajar la competencia oral de los más pequeños, el hogar es el otro entorno en el que se debe hacer hincapié. “Es fundamental que los padres hablen con sus hijos desde el momento mismo del nacimiento, ya que, además de fortalecer su competencia oral, promueve el conocimiento de uno mismo y de su entorno. Buscar momentos para el juego, el diálogo, la escucha activa y el intercambio de ideas permite, además, fortalecer los lazos de amor entre padres e hijos”, señala la profesora Silvia Eva Agosto Riera.
El entorno lingüístico del niño cobra una importancia capital en el desarrollo de sus habilidades comunicativas orales. La escuela y el hogar son los dos contextos principales en los que se desenvuelve. “Desde el hogar, se debe promover la conciencia sobre el propio lenguaje; esto es, sobre su estructura, su funcionamiento y su uso en las distintas situaciones comunicativas en las que participa”, incide Rodríguez Muñoz. Y, sobre todo, añade Delgado, los padres deben hablar, cantar y enseñar juegos a sus hijos: “Existe una manera de corregir los errores lingüísticos que se conoce como corregir como una madre. Consiste en que cuando tu hijo está aprendiendo a hablar y dice algo mal, de manera natural, recoges la palabra que ha dicho de manera incorrecta y se repite bien”.
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