Cuando un bebé llora, ¿es mejor dejarlo o cogerlo en brazos?
Los pequeños no saben ni deben calmarse solos. Los dos primeros años de vida son los que configuran casi toda la red neuronal
El llanto es como las palabras de nuestros bebés. Llorar tiene una función clara: expresar que algo pasa y, sobre todo, que el cuidador se mantenga alerta y cerca. ¿Cómo si no un ser indefenso y dependiente garantiza su supervivencia? Decía el psicoanalista Donald Winnicott que “un bebé siempre viene acompañado de alguien que le cuida”. Las criaturas se comunican mediante el llanto para garantizar sus cuidados. ¿Es malo por tanto dejarlos llorar y no cogerlos?, ¿es posible que se calmen solos?, ¿hay algo de cierto en lo de se acostumbran a los brazos?
La matrona Laia Casadevall considera que la mejor manera de calmar el llanto es con los brazos: “El llanto es una cuestión de supervivencia, no es un capricho. Al ser completamente dependientes necesitan permanecer en contacto con el cuerpo de la madre para sentirse a salvo. El porteo ergonómico puede ser una gran herramienta para facilitarnos este apego continuo con el bebé”. Isabel Cuesta es madre de tres hijos y está detrás de la comunidad Madremolona, nos cuenta que para que el llanto cese lo primordial es atenderle e ir descartando qué puede pasarle: “Al principio uno no conoce bien a su bebé y toca ir probando, yo lo llamaba sota, caballo y rey, así que ofrecía alimento, si no tenía hambre inspeccionaba el pañal, si estaba limpio me lo ponía al hombro y le daba palmaditas en la espalda, si no probaba a acunarle por si tenía sueño… Es cuestión de ir dando teclas hasta clavarla”.
Paola Roig es psicóloga perinatal y acompaña a familias en la crianza desde Pell a pell, también tiene una serie junto a Andrea Ros llamada Maternidades: “La maternidad está poco representada en la ficción, pensamos que era hora de empezar a narrarnos, a escribirnos, de que fuésemos mujeres y madres las que hablásemos de maternidad. De ahí sale la serie Maternidades, para mostrar la maternidad real, con sus luces y sombras y todas las maneras posibles de vivirla”. Desde Pell a pell, Paola Roig da charlas sobre llanto, cómo calmarlo y cómo atender a los bebés. “Los bebés no tienen palabras, no tienen lenguaje tal y como lo entendemos nosotros. El llanto es la única manera de mostrar malestar, es su forma de decirnos que algo no va bien. Puede ser que tengan hambre, frío, sueño, que necesiten contacto... Y todo eso va a venir expresado a través del lloro”.
La psicóloga Paola Roig asegura que los bebés humanos nacemos bastante más inmaduros comparado con el resto de mamíferos: “Si nos fijamos por ejemplo en un ciervo, vemos que al poco rato de nacer es capaz de echarse a andar y alejarse de la madre. Un bebé humano tarda entre 9 y 12 meses (período conocido como exterogestación) en poder llegar a ese nivel de desarrollo. Esto hace que seamos bebés mucho más dependientes, y que necesitemos a nuestros cuidadores/as principales para prácticamente todo”.
Paola Roig cuenta que los dos primeros años de vida son los que configuran casi toda la red neuronal. Así que, afirma, el dejarles llorar puede tener consecuencias principalmente a dos niveles: “por un lado sobre los patrones de apego. Un bebé al que se le deja llorar, probablemente entenderá que eso es lo que hace la gente que te quiere. La gente que te quiere no te atiende cuando lo necesitas y tienes que apañártelas solo. Así que cuando este bebé llegue a la adolescencia podría ser que no nos contase sus problemas o que su elección de pareja fuese hacia una persona que no tiene en cuenta sus emociones o necesidades”. Roig nos habla también de segundo nivel: la indefensión aprendida. “Si él llora para expresar que algo no va bien y no le atendemos aprenderá que haga lo que haga nada va a cambiar. Así que se resigna. Si este patrón se mantiene y llega hasta la vida adulta, nos encontramos con una persona que piensa que haga lo que haga nada va a cambiar”.
Según la neurociencia, añade Isabel Cuesta, cuando el bebé llora y no se le atiende su cerebro segrega cortisol, la hormona del estrés. Los expertos aseguran que en grandes cantidades es tóxica y que puede dañar estructuras y sistemas neuronales cruciales en el desarrollo. “El problema es que se nos ha educado para cubrir sus necesidades fisiológicas básicas, alimento, higiene… pero no las emocionales. Por eso muchas veces oímos eso de no le cojas tanto que se acostumbra, como si acostumbrarnos a recibir afecto fuera algo negativo”.
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