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Líderes ultras y populistas de todo el mundo esperan con ansia una victoria de Trump

Orbán, Meloni, Putin, Milei y Bolsonaro confían en el impulso que daría a sus políticas un segundo mandato del candidato republicano

Donald Trump y Viktor Orbán
Donald Trump y Viktor Orbán, en julio pasado en un encuentro en la residencia del republicano en Mar-a-Lago, en Florida.Zoltan Fischer HANDOUT (EFE)

El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, tiene planeado descorchar unas cuantas botellas de champán si su aliado del otro lado del Atlántico, el republicano Donald Trump, gana las elecciones en Estados Unidos. Mientras que la mayoría de mandatarios de la UE están extremadamente preocupados por la posibilidad de una victoria del magnate ante la demócrata Kamala Harris el martes y ya están trazando planes de contingencia para prevenir y amortiguar el golpe, el nacionalpopulista húngaro es uno de los líderes que espera con ansia que gane el candidato con el que comparte ideología ultraconservadora y una defensa férrea de medidas durísimas contra la inmigración.

No es el único. Ni en Europa ni a nivel global. Una pléyade de partidos y líderes extremistas, la mayoría cortados por el mismo patrón de supuesto hombre fuerte —desde el ruso Vladímir Putin, el israelí Benjamín Netanyahu o el argentino Javier Milei— esperan el impulso que daría a sus propias políticas un segundo mandato de Trump.

En Europa, la vuelta de Trump a la Casa Blanca, su influencia y sus conexiones en los partidos ultras europeos, podría impulsar una “mayor normalización” de la política de extrema derecha de todo el continente, dice Georgios Samaras, profesor de Políticas Públicas del King’s College de Londres. Ya en 2016 allanó la “legitimación de los partidos europeos de ese corte”, dice.

Y ahora son más fuertes. Han sumado varias victorias en toda Europa —en Austria, en Países Bajos, en Italia, y amenazan con subir en Alemania y Francia— y ahora el tercer mayor grupo del Parlamento Europeo es el extremista Patriotas por Europa, integrado por el húngaro, Fidesz, el Reagrupamiento Nacional de la francesa Marine Le Pen, la italiana Liga, de Matteo Salvini, o el Partido por la Libertad, del holandés Geert Widers, en ocasiones apodado “el Trump europeo”. Y consideran al republicano una figura “cuasi mesiánica”, dice Samaras en un análisis.

En Europa, Orbán es su aliado más cercano. El húngaro, el único líder de la UE que ha respaldado abiertamente a Trump, ha invertido mucho en construir relaciones con él y ha labrado profundos vínculos con su entorno. Pero lo cierto es que, tras las bambalinas, hay otros que están tratando de erigirse en el puente entre EE UU y Europa si el republicano gana un segundo mandato. Muchos creen que si es el caso, la socia de referencia en la UE será la ultra italiana Giorgia Meloni, que durante sus años en política mencionaba a Trump como una inspiración.

La primera ministra italiana ha cultivado ya muy buena relación con el magnate Elon Musk ( con empresas como SpaceX, Tesla o X), elegido por el republicano para liderar “reformas drásticas” del Gobierno federal en caso de victoria. Meloni, que es pragmática y trabajará con quien esté en la Casa Blanca, tiene la baza de liderar un país del G-7, pero la debilidad de que dedica menos del 2% de su PIB a defensa, como marca el compromiso con la OTAN y algo de extrema importancia para Trump.

Los líderes europeos se reúnen en Budapest el jueves y el viernes. Su anfitrión Orbán —el socio más díscolo de la UE y el más cercano a Putin— ya está amagando con fijar un mensaje o videoconferencia de Trump si gana. El nacionalpopulista se reunió con el republicano en julio como parte de su autodenominada “misión de paz” para Ucrania, tras visitar al líder ruso en Moscú y al chino, Xi Jinping, en Pekín, y ha asegurado que Trump tiene un plan para acabar “rápido” la guerra de Rusia contra Ucrania.

Relación con Putin

Una de las mayores preocupaciones de la UE es que una victoria de Trump supusiera retirar el apoyo estadounidense a Kiev, forzara al país invadido a negociar un mal acuerdo y espoleara las ansias imperialistas de Moscú.

Trump ha mantenido una relación relativamente cercana con Putin, incluso después de dejar la Casa Blanca, y en su momento llegó a poner en duda la información de sus propias agencias de inteligencia que apuntaban que Rusia había interferido en la campaña electoral que le dio la victoria en 2016. El veterano periodista estadounidense Bob Woodward revela en un libro que durante su primer mandato, en las primeras etapas de la pandemia de coronavirus y cuando había escasez en EE UU, el republicano envió al ruso test de covid. El Kremlin lo ha confirmado.

“Una victoria de Trump robustecería y envalentonarían a los líderes que defienden la mano dura y claman contra el multilateralismo”, advierte una alta fuente comunitaria. Un respaldo recíproco que sostiene ideas que antes se consideraban demasiado radicales.

El republicano ha expresado también su apoyo al primer ministro israelí, el conservador Benjamín Netanyahu, en su ofensiva sobre Gaza en respuesta a los atentados de Hamás del 7 de octubre, que han dejado la Franja demolida, y contra Hezbolá en Líbano. A Netanyahu no le ha ido mal con el demócrata Joe Biden, que le ha apoyado y no le ha puesto cortapisas en sus ofensivas, pero recuerda el férreo apoyo de Trump durante su primer mandato, cuando trasladó la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, reconoció la soberanía israelí sobre los Altos del Golán y se retiró del acuerdo nuclear iraní.

Trump tiene en Argentina a un presidente que lo aguarda con los brazos abiertos. Javier Milei ha manifestado que espera su triunfo. Se lo dijo incluso cara a cara en febrero pasado, durante la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), celebrada en Washington. El argentino interceptó a Trump al grito de “¡presidente!” y se sacó una foto. “Espero verlo otra vez, la próxima como presidente”, le insistió, y terminó el encuentro con su grito de guerra: “¡Viva la libertad, carajo!”. Milei no volvió a ver a Trump, pero cada vez que tiene la oportunidad dice que se trata del mayor líder mundial, solo superado por él mismo. Más allá de la tendencia del argentino a la exageración, su favoritismo tiene raíces políticas.

En Buenos Aires están convencidos de que con Trump en la Casa Blanca será más fácil negociar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Argentina le debe 44.000 millones de dólares (unos 40.400 millones de euros) al organismo y tiene un plan de pagos que vence a finales de año. Milei pide ahora nuevos plazos y unos 15.000 millones de dólares de fondos frescos para fortalecer las reservas del banco central, hoy en rojo. El ultraderechista recuerda que fue Trump quien dio el visto bueno en 2018 para que el presidente Mauricio Macri recibiese del Fondo el mayor rescate financiero jamás entregado a un socio. Y pretende que ahora, en caso de ganar la presidencia, repita el gesto, aunque sea por afinidad ideológica.

En Brasil también hay expectativas entre los seguidores de Jair Bolsonaro. El expresidente está inhibido durante ocho años para ser candidato a cualquier cargo electo por haber puesto en duda durante su gestión la transparencia del sistema electoral. Bolsonaro participó de la CPAC de 2023 y advirtió ante Trump que su misión “no había terminado”. Un triunfo de Trump daría oxígeno internacional a los ultras brasileños en su batalla por volver a la primera línea de la política.

En Chile, el sector que más atento está a las elecciones en EE UU es el de José Antonio Kast, excandidato del Partido Republicano derrotado por Gabriel Boric en las elecciones de 2021. Kast no ha manifestado hasta ahora su apoyo a la candidatura de Trump, pero se siente muy cómodo en las aguas de la extrema derecha. En agosto pasado, se mezcló sin hacer demasiado ruido en la versión mexicana de la CPAC y se codeó con los máximos representantes ultras de la región.

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