A la espera de Trump, Bolsonaro decide desafiar a Lula
El expresidente no se rinde y se juega hasta la posibilidad de ser encarcelado al convocar a su favor una manifestación nacional
La pregunta política en Brasil no es si Bolsonaro acabará o no en la cárcel, sino cuando, ya que la trama que está descubriendo la policía sobre sus fracasadas tentativas de un golpe militar para impedir la llegada de Lula al poder, o como él dice, “del comunismo” está a la luz del sol.
La duda es también del Gobierno Lula, si le interesa o no encarcelar ahora al extremista de derechas por miedo a que puedan convertirlo en mártir sus aún seguidores, que si es verdad que han disminuido, son aún muchos y van desde algunas fuerzas del Ejército, a empresarios de derechas y a la fuerza de las iglesias evangélicas.
Quienes conocen los entresijos de la extrema derecha brasileña multifacética, y las relaciones estrechas no sólo de Bolsonaro sino de toda su familia con el americano Trump que podría volver al poder en los Estados Unidos, están convencidos de que Bolsonaro está esperando dicho resultado antes de rendirse.
Y ese es, al mismo tiempo, el miedo de Lula, de que con el posible triunfo de Trump, podría formarse en América, tras las actuales victorias de los dos extremistas de derechas un trío peligroso con Milei en Argentina y Bukele en El Salvador, que culminaría en una especie de ultraderecha americana. Como ha escrito, Janaina Figuereido, en su columna de O Globo, se empieza a esbozar una nueva red de extrema derecha latinoamericana, liderada por el expresidente Trump y comenta: “Son tiempos sombríos para los planes de integración regional del Gobierno Lula III”.
Todo ello lo sabe Bolsonaro y es quizás lo que le ha llevado a su decisión de no rendirse, jugándose hasta la posibilidad de ser encarcelado, al convocar a su favor, para el próximo día 25, una manifestación nacional, según él, “en defensa de la fe, de la familia y de la libertad”.
Consciente del órdago al que quiere apostar, ha pedido que sus seguidores se concentren en la mítica, São Paulo, vestidos con los colores de la bandera nacional, sin pancartas con eslóganes contra el gobierno, totalmente pacífica, que podría acabar hasta con una oración, ya que la manifestación ha sido patrocinada por, Silas Malafaia, una de las figuras más poderosas de la Iglesia Pentecostal.
Para la cita están siendo ya movilizadas caravanas de autobuses llegados de todo Brasil al precio de 200 reales (40 euros) que suelen ser patrocinados por los empresarios de derechas que siempre han arropado a Bolsonaro en sus manifestaciones públicas y en sus enredos golpistas.
Lo curioso de la sorpresa de Bolsonaro que, con un pie en la cárcel, decide desafiar al Gobierno e intentar jugárselas todas con dicha manifestación, sobre todo si fracasara, es que él no es visto como Trump como un personaje orgulloso, capaz de desafiar al poder a la luz del sol. Bolsonaro siempre ha actuado en las sombras de la baja política. Más aún, en uno de los videos descubiertos por la policía de una reunión suya con los ministros para la preparación del golpe que pretendía impedir la elección de Lula, se presenta disfrazado con el traje de la humildad. Les confiesa a los ministros presentes, varios de ellos militares involucrados en el golpe, que él nunca ha sido nada en política: que había pasado toda la vida en el Congreso, como simple diputado, peregrinando por ocho partidos menores. En un momento en el que se hace silencio en la reunión de ministros, Bolsonaro llega a decir que no sabe como un “cagón” como él, que es como apellidarse de cobarde e insignificante, “pudo llegar a estar sentado en este sillón”, refiriéndose al de la presidencia del Gobierno.
Quizás por la imagen de “cobarde” que de él está apareciendo en las investigaciones de la policía, que ha traído a la luz una docena de presuntos delitos que bastarían y sobrarían para decretar su prisión, ha sorprendido a la clase política y al gobierno su osadía de desafiar a todos en el momento más bajo de su destino político.
Lo demuestra el hecho de haber convocado la manifestación nacional a su favor justamente en la gran São Paulo, una especie de santuario tradicional de las grandes manifestaciones históricas que, no pocas veces, cambiaron los rumbos del gobierno, como ocurrió primero con la expresidenta, Dilma, que acabó víctima de un impeachment y después con Lula encarcelado.
Bolsonaro ha aprovechado para convocar dicha manifestación nacional a su favor, que Lula, su gran pesadilla, se encuentra de viaje en África. El presidente y su Gobierno han manifestado un silencio diplomático, a la espera, sin duda, que dicho órdago de un Bolsonaro gravemente herido políticamente acabe en un fracaso, si es que no en una orden de prisión, allí mismo, si la manifestación se convirtiera, aun contra la voluntad del extremista, en un acto contra el Gobierno.
Lula hasta ahora ha demostrado ir con pies de plomo en relación a las ya graves acusaciones judiciales contra Bolsonaro. Por ahora parece preferir verlo libre para que, en la cárcel, no acabe convirtiéndose en un mártir que la derecha podría aprovechar. Y es que, no existe aún, fuera de él, según aparece unánime en los analistas políticos, una figura capaz de heredar al bolsonarismo, que, aunque herido, sigue vivo, como lo demuestra la osadía de esa peligrosa convocación nacional que tiene en suspenso al país.
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