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El difícil equilibrio de Kamala Harris: entre apoyar a Biden y afianzarse como alternativa

Tras tres años y medio en el cargo llenos de baches, la vicepresidenta es hoy es la opción más probable para sustituir al candidato demócrata si este renuncia. Algunas encuestas la sitúan mejor posicionada para vencer a Trump

Kamala Harris
Kamala Harris en un acto en favor del derecho al aborto en Phoenix, Arizona, el 24 de junio pasado.Rebecca Noble (REUTERS)
Iker Seisdedos

La de bidenólogo es la nueva profesión de moda en Washington. Como aquellos observadores que interpretaban durante la Guerra Fría hasta la más mínima señal llegada desde Moscú para desentrañar los intríngulis del Kremlin, los bidenólogos llevan desde el desastroso debate que enfrentó el 27 de junio en Atlanta al presidente de Estados Unidos con Donald Trump tratando de descifrar si Joe Biden se confunde más que antes, si termina peor las frases, si tiene menos reflejos que de costumbre o si quienes lo rodean lo protegen demasiado. Toda información parece poca para extraer conclusiones sobre las capacidades físicas y mentales de un hombre de 81 años convencido, pese a las señales en contra, de que puede ganar las elecciones.

Un buen bidenólogo tampoco quita ojo a la vicepresidenta Kamala Harris. Si Biden decide retirarse (algo que, dijo el viernes, solo hará previa intervención del “Señor Todopoderoso”), Harris se antoja como la opción más probable y segura para reemplazarlo, en vista de que ya cuenta con el apoyo público de destacados miembros del partido. Y si aquel no tira la toalla y resulta elegido para otros cuatro largos años, es cada vez más factible que a ella le toque dar un paso al frente en el supuesto de que la salud del presidente empeore.

Harris goza de una pizca de popularidad más que el jefe (aunque la diferencia es casi imperceptible y en cualquier caso ambos andan por debajo del 40%), y algunas de las muchas encuestas que entretienen (y confunden) estos días a periodistas, analistas y votantes la sitúan mejor posicionada para vencer a Trump.

Así que, después de tres años y medio en uno de los puestos más ingratos de la política estadounidense, la primera mujer y la primera persona que no es blanca en ocupar la vicepresidencia se encuentra ante su equilibrio más difícil. Si está ansiosa por dar un paso al frente, no puede notarse demasiado, y cualquier gesto suyo acaba inevitablemente sobreinterpretado, como sucedió este jueves, durante la celebración en el jardín sur de la Casa Blanca de la fiesta del 4 de julio, Día de la Independencia.

En un breve discurso, Harris se deshizo en elogios sobre Biden y luego, tras contemplar los fuegos artificiales desde uno de los balcones de la residencia presidencial, le dio un abrazo ampliamente analizado desde abajo por los asistentes al acto. ¿No resultó una demostración de cariño un tanto forzada?

Kamala Harris abrazaba a Biden el pasado 4 de julio en la Casa Blanca.
Kamala Harris abrazaba a Biden el pasado 4 de julio en la Casa Blanca.Elizabeth Frantz (REUTERS)
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Antes de que los focos apuntaran de nuevo hacia ella, el perfil de Harris, de 59 años, ya había ido ganando peso en la Administración de Biden en los últimos meses, tras una primera etapa durante la que las dimisiones en su equipo acaparaban los titulares, se hablaba de falta de sintonía con el presidente y el pasatiempo favorito en Washington era mostrar su decepción con esta hija de una india y un jamaicano que llegó a la ciudad para hacer historia. En los primeros compases de la legislatura recibió el encargo de ocuparse de la relación con México y Centroamérica, así como de la frontera sur, dos regalos envenenados. Sus perspectivas mejoraron cuando, tras la decisión del Supremo que hace dos años tumbó Roe contra Wade, tomó las riendas de la lucha en favor del derecho al aborto, tema electoral clave.

Ese compromiso lo subrayó el día de la primavera de 2023 en que Biden y Harris anunciaron que repetían como tándem electoral. Harris resultó por la tarde convincente en un acto en favor del aborto en la universidad de Howard, histórico centro educativo negro de Washington conocido como “la Meca”. En sus aulas, la vicepresidenta completó sus estudios de Derecho antes de iniciar una brillante carrera en California que la llevó a ser fiscal general y senadora en Sacramento.

Un puesto difícil

Después vino su salto a la política nacional, su decepcionante papel en las primarias demócratas de 2020 y su fichaje como segunda de un candidato que buscaba rejuvenecer y diversificar su oferta. Tras el subidón de la promesa de lo que ambos podrían hacer juntos y con la perspectiva de que Biden venía con la sola intención de servir de “puente” para una nueva generación, llegaron los sinsabores de la vicepresidencia, un puesto de doble filo.

Desde la izquierda, Jill y Joe Biden, Kamala Harris y su esposo, Doug Emhoff, en la Convención Demócrata en la que Biden y Harris sellaron su alianza electoral.
Desde la izquierda, Jill y Joe Biden, Kamala Harris y su esposo, Doug Emhoff, en la Convención Demócrata en la que Biden y Harris sellaron su alianza electoral. Andrew Harnik (AP)

Por un lado, es, desde hace medio siglo, la cantera más fiable de presidentes estadounidenses. Por el otro, se trata de un cargo casi imposible de desempeñar, tanto que Benjamin Franklin propuso dar a quienes lo ostentasen el tratamiento de “su superflua excelencia”. No conviene destacar demasiado, ni llevar la contraria al jefe y, en el peor de los casos, si ese jefe es Donald Trump puedes acabar como acabó Mike Pence, con una turba pidiendo que te cuelguen durante el asalto al Capitolio.

Por las peculiaridades de Biden, el presidente más longevo de la historia, Harris se enfrentaba a la dificultad añadida de convencer al mundo de sus capacidades como sustituta llegado el caso mientras observaba todas esas reglas. Ahora que esa posibilidad se acerca, sus colaboradores señalan un cambio de actitud, que, aseguran, llegó meses antes del debate, más o menos cuando el fiscal especial Robert Hur definió como “un anciano con mala memoria” a Biden en el informe sobre el manejo de los papeles secretos que conservaba de sus años como vicepresidente de Obama. Había que “reforzar el ticket”, dicen esos asesores.

Prueba de ese nuevo papel y de su deseo de salir de la burbuja de Washington —una burbuja que en su caso acentúa su residencia oficial, una casa colonial enterrada en los terrenos del Observatorio Naval, al noroeste de la ciudad—, este año Harris ha emprendido unos 60 viajes, según cálculos de The New York Times. El diario neoyorquino lleva una semana embarcado en una sola misión: forzar la retirada de Biden (y quién sabe si la promoción de Harris).

Pese a que en estos días ella ha repetido que no está, por emplear el símil futbolístico, calentando en la banda —“Solo soy la compañera de papeleta de Biden”, insistió el martes—, la campaña de Trump, que asiste más o menos callada al espectáculo de la desintegración de su enemigo, está preparando, según Axios, un plan de ataque contra Harris, a la que consideran una rival más difícil. Ese plan consiste en desacreditarla, en presentarla como demasiado liberal, falta de experiencia y débil para asumir la presidencia. Y tratándose de Trump, cabe esperar que esos ataques sean personales y las balas vuelen cargadas de misoginia.

Mientras tanto, la figura de Harris vive una nueva primavera en las redes sociales, que se han llenado de memes que exigen una rectificación a quienes la subestimaron y celebran sus excéntricos comentarios —que a veces recuerdan a la filosofía dadá del beisbolista Yogi Berra—, agrupados bajo el hashtag #KHive (al estilo del Beyhive de Beyoncé). El más exitoso recoge una cita sobre un cocotero. La pronunció en un acto en la Casa Blanca destinado a fomentar las oportunidades para la comunidad hispana. De pronto, soltó: “Mi madre nos decía: ‘No sé qué pasa con vosotros, los jóvenes’. ¿Creéis que os acabáis de caer de un cocotero? Uno existe en el contexto de lo que vive y de todo lo que te precedió”. En el vídeo, ella misma parece responder a su ocurrencia con una de sus sonoras carcajadas.

Sobra decir que los bidenólogos llevan días dándole vueltas a la cita, intentando comprender no solo su significado, sino sobre todo cómo afectará el contexto “de lo que vive” Estados Unidos, con un presidente en caída libre, al futuro del país y al de Kamala Harris. Lo que, en vista de todo lo que la precedió a ella, tal vez sea lo mismo.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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