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Una unidad del Ejército ruso organiza un macabro concurso para posar con prisioneros ucranios ejecutados

La fotografía de un soldado con tres asesinados desata un sangriento desafío entre los combatientes de ambos bandos

Concurso Rusia prisioneros ejecutados
Javier G. Cuesta

Un soldado ruso con la cara difuminada posa delante de los cuerpos de tres soldados ucranios que yacen con las manos junto a la cabeza, boca abajo, sobre un charco de sangre. A la imagen, difundida por la unidad rusa Rúsich en su canal de Telegram, la acompaña el anuncio de un concurso: “Las tres primeras personas que envíen una foto con prisioneros que hayan sido claramente borrados de la existencia recibirán una recompensa en criptomonedas”. Es un crimen de guerra, otro más, en la guerra sin cuartel que el Kremlin llama “operación militar especial”. Esta vez, sin embargo, ha desatado una competición a la que también se han sumado las fuerzas ucranias.

La fotografía fue difundida, en primera instancia, por otros canales ultranacionalistas rusos la semana pasada. Después, un combatiente del Cuerpo de Voluntarios Rusos, una unidad que apoya a Ucrania y lucha contra el Kremlin, la vio y difundió en su perfil de Instagram pidiendo venganza. Rúsich vio sus publicaciones y ha llevado esta espiral hasta transformarla en un sangriento concurso con premios.

“Tomen ejemplo del enemigo: así es un ejército victorioso, no una banda”, decía el militar proucranio, apodado Slavián, al mismo tiempo que pedía imitar a sus enemigos.

El soldado compartió en sus siguientes historias algunas imágenes que le mandaron otros militares ucranios posando con los cuerpos de combatientes rusos muertos. En otro vídeo, un soldado disparaba a la cabeza de un ruso ya fallecido en mitad del bosque junto a un escrito: “Viva la muerte”. Según dijo el Cuerpo de Voluntarios Rusos al canal de noticias independiente Sota, su postura oficial “es no tocar a los prisioneros”, y el reto lanzado por Slavián solo implica “hacerse fotos con soldados muertos”. Un extremo que no ha podido verificarse.

Las palabras de Slavián fueron parafraseadas por Rúsich días después. “Tomen ejemplo. Así es como se fotografía un ejército victorioso, no uno perdedor”, le replicó este fin de semana la unidad, al anunciar su concurso.

No es la primera vez que la unidad propone ejecutar prisioneros de guerra. En el inicio de la invasión, en 2022, al conocerse los primeros intercambios de soldados rendidos entre Moscú y Kiev, la unidad publicó una guía titulada “Instrucciones para la eliminación de los prisioneros de guerra de las Fuerzas Armadas de Ucrania”.

En el documento recomendaban no avisar a los soldados de otras compañías rusas sobre las ejecuciones. “Si se ha informado, entonces informen de que el enemigo está herido y puede morir”, aconsejaban.

Sin embargo, las ejecuciones no son excepcionales. Ucrania denunció en 2024 una oleada de asesinatos de sus prisioneros. Y el presidente ruso, Vladímir Putin, posó hace un año con la bandera de la 155 Brigada de Infantería de Marina en su tradicional charla anual con medios y ciudadanos. Esa unidad, precisamente, había sido acusada de empalar las cabezas cortadas de soldados ucranios.

Según han contado a este periódico algunos veteranos rusos, francotiradores y pilotos de drones suelen ser los rivales que más peligro corren al rendirse. Sus asesinatos, mostrados en vídeos, van desde el disparo a quemarropa hasta el degollamiento. “El frente es terrible. El shock hace imposible que algunos puedan comportarse de forma humana. Una persona que vive esto no puede ser normal después de la guerra, ni en un país, ni en otro”, decía hace meses un comandante ruso.

El convenio de Ginebra relativo al trato a los prisioneros de guerra, del que son firmantes Rusia y Ucrania, rechaza expresamente la ejecución de los soldados rendidos.

“Se prohíben, en cualquier tiempo y lugar, los atentados contra la vida y la integridad corporal, especialmente el homicidio en todas sus formas, las mutilaciones, los tratos crueles, la tortura y los suplicios”, recoge el documento, pilar de las leyes internacionales, en su artículo 3.

En cualquier caso, son el Kremlin y Kiev, y no Rúsich o ninguna otra unidad concreta, los responsables últimos de estos crímenes de guerra. “Los prisioneros de guerra están en poder de la potencia enemiga, y no de los individuos o de los cuerpos de tropa que los hayan capturado. Independientemente de las responsabilidades individuales que pueda haber, la potencia detenedora es responsable del trato que reciban”, remarca el Convenio de Ginebra.

Además, el documento contempla que si la potencia en conflicto no puede garantizar la protección de los prisioneros, deberá confiar su seguridad a un Estado neutral o a organismos como la Cruz Roja.

“¡Gloria al Rus! ¡Gloria a Morana!”, es el grito con el que Rúsich concluía su concurso de ejecuciones de prisioneros. La palabra “Rus” se refiere a varios pueblos antiguos del este de Europa de orígenes inciertos y que dieron lugar a la fundación del Rus de Kiev, el primero de varios Estados medievales eslavos. Morana, por su parte, era la diosa pagana de la muerte.

Rúsich, integrada hoy en las fuerzas armadas rusas, era una unidad de la compañía de mercenarios Wagner. La agrupación es conocida por no ocultar su ideología ultraderechista. Su líder, Alexéi Milchakov dijo ser nazi en una entrevista concedida en 2014 al medio Spútnik y Pogromo, y su símbolo es el Kolovrat, una runa similar a una esvástica de ocho brazos popularizada por uno de los padres del neopaganismo eslavo en Rusia, Alexéi Dobrovolski. El parche militar lo completan los colores blanco, amarillo y negro de la bandera imperial rusa.

El Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK, por sus siglas en ruso) fue fundado por exiliados con el objetivo de derrocar al Kremlin. Su líder es Denis Kapustin, también llamado Denis Nikitin, un luchador de artes marciales que ha estado vinculado a grupos ultraderechistas en Europa y al que Alemania prohibió entrar en el espacio Schengen.

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