Los reporteros extreman las precauciones ante el aumento de ataques en Ucrania
Los drones y los bombardeos indiscriminados obligan a los periodistas a adoptar nuevas medidas de seguridad cerca del frente, que ocupa cada vez una franja más ancha

El reciente ataque en el este de Ucrania en el que se ve al fotoperiodista ucranio Oleg Petrasyuk vestido de camuflaje y disparando no con una cámara sino con una escopeta hacia un dron ruso explica bien el galimatías bajo el que se encuentra la profesión de reportero en este conflicto. La ley marcial obliga a acudir a filas a los ciudadanos de entre 25 y 60 años. Petrasyuk, que comenzó a cubrir la invasión rusa haciendo fotos para la European Pressphoto Agency (EPA), es ahora oficial de prensa de la Brigada 24. A finales de octubre, el joven acompañaba junto a otros soldados a una reportera holandesa en Kostiantinivka (región de Donetsk) cuando, a la puerta de una iglesia bombardeada, se les empezó a acercar un dron kamikaze. “Entra en la iglesia”, le requirió a ella mientras trataba de afinar la puntería en sucesivos disparos hasta que, en la arboleda del fondo, se ve estallar al aparato, según el vídeo de los hechos.
El número de ataques contra periodistas locales y extranjeros en Ucrania ha aumentado en las últimas semanas. En casi todos los últimos casos, el armamento protagonista han sido los drones, que han ido cobrando protagonismo en los últimos cuatro años de conflicto, desde que Rusia lanzó la gran invasión en febrero de 2022. En este periodo, 116 informadores han muerto por ataques rusos, según el Ministerio de Cultura ucranio, que incluye en el recuento a todos los reconvertidos en uniformados. Los que en realidad perdieron la vida ejerciendo su profesión sin ser soldados ascienden a 18. Hasta 27, uno de ellos oficial de prensa del ejército, permanecen capturados por tropas invasoras, según la misma fuente.
Por parte rusa, son 14 los muertos, ocho de ellos en el último año, informa el recuento de la agencia oficial Tass. Todos menos dos, que se hallaban en suelo ruso cerca de la frontera, lo han hecho mientras acompañaban a las tropas del Kremlin en los territorios ucranios que mantienen bajo ocupación.
En todo caso, ni por parte del Kremlin ni por la de Kiev hay una amenaza específica emitida contra los periodistas que se hallan sobre el terreno. Para el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, no es, sin embargo, casualidad. “No se trata de accidentes ni errores, sino de una estrategia rusa deliberada para silenciar todas las voces independientes que informan sobre los crímenes de guerra de Rusia en Ucrania”, ha denunciado en sus redes sociales tras uno de los últimos incidentes.
En el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, según sus siglas en inglés) “no tenemos confirmación de que exista una estrategia u órdenes de Moscú para atacar específicamente a periodistas”, pero algunos casos “nos hacen pensar que, efectivamente, los periodistas son un objetivo”, pues llevaban distintivos de prensa visibles, comenta Gulnoza Said, coordinadora del programa para Europa y Asia Central de esta institución. En cuanto a la zona bajo control del Kremlin, “no tengo conocimiento de la estrategia para asesinar a quienes cubren la guerra para medios de propaganda rusos y a quienes Rusia llama periodistas o reporteros”, agrega.

En general, los enviados especiales consultados para este reportaje dudan sobre de si se han convertido en un objetivo específico, aunque reconocen que, a estas alturas de guerra, ya casi da igual ser militar, civil o informador. “Es difícil decirlo”, valora Charles-Frédérick Ouellet, fotógrafo documental canadiense habitual en Ucrania, “pero creo que vamos un paso por detrás en lo que respecta a nuestra huella digital y que dejamos muchas más pistas online de las que pensamos, lo que facilita que nos rastreen”. “Como freelance, siempre he sido muy precavido y debo velar por mi propia seguridad. Sin embargo, las recientes muertes trágicas me han hecho aún más precavido con los lugares que frecuento”, sostiene en un intercambio de mensajes escritos.
La española María Senovilla, una freelance que reside en Kramatorsk (Donetsk) que no ha dejado de indicar en su chaleco antibalas y casco que es periodista, cree que los rusos “están disparando de forma indiscriminada a todo. Civiles, militares, infraestructura crítica…”. Como ejemplo pone el ataque llevado a cabo en una gasolinera de esa misma ciudad, el 23 de octubre, cuando un dron mató a la periodista Olena Gubanova, que trabajaba bajo el pseudónimo Olena Gramova, y cámara Yevhen Karmazin, ambos del canal ucranio Freedom. El aparato impactó en su coche, que no llevaba indicativos de PRESS, dejando herido a Oleksandr Kolychev, que iba de conductor. Los tres llevanban cinco años trabajando juntos y con frecuencia se adentraban en el frente.
Desde el hospital de Dnipro, donde sigue ingresado por las graves heridas, Kolychev da su versión por teléfono: “Los rusos sabían que estábamos ahí” y “emplearon un lancet”, un tipo de dron “muy destructivo” que habitualmente se usa para objetivos más grandes o vehículos militares, añade. En el maletero del vehículo, que quedó reventado estaban los chalecos antibalas y los cascos de los reporteros, que estaban a una veintena de kilómetros de posiciones rusas. Kolichev explica que su medio de comunicación no tenía un protocolo especial, pero que ellos sí solían preparar las coberturas analizando el lugar al que se desplazaban. La realidad es que el mayor empleo de drones ha ensanchado la zona de peligro, que ocupa más kilómetros que hace tres años.
“Yo ahora me pongo el chaleco de forma concienzuda para todo”, agrega Senovilla en conversación telefónica. Tres días después de esa llamada, un dron ruso impacta en la furgoneta blindada y perfectamente identificada en la que, junto a otro periodista, Senovilla acompaña a dos trabajadores de la ONG Proliska a evacuar vecinos de la asediada Kostiantinivka. “Esto no era un vehículo militar ni estábamos cerca de una trinchera”, defiende ella. No hay heridos, pero el vehículo queda gravemente dañado. “Por su puesto que voy a seguir. Esto lo único que pone de manifiesto es que cada ve es más difícil hacer el trabajo de periodista”, subraya. “Los pobres evacuadores, ni te cuento”, sentencia.

Otros reporteros consultados han adoptado nuevas costumbres en el entorno del frente ante el acoso de los drones. “Evito detenerme en la carretera y trato de mantener una velocidad de unos 120 kilómetros por hora, que ayuda. Siempre aparco bajo árboles o entre edificios. Conduzco con las ventanas bajadas y sin música para poder oír el ruido de los drones. Casi nunca llevo en el coche señales de PRESS”, detalla André Luís Alves, reportero freelance portugués en Ucrania. Tampoco lo hace el canadiense Charles-Frédérick Ouellet.
Otro dron acabó el 3 de octubre, no lejos de Kramatorsk, con la vida del fotoperiodista francés Antoni Lallican y dejó herido grave a su colega ucranio George Ivanchenko, al que hubo que amputarle una pierna. El día 13, otro aparato kamikaze ruso impactó en una zona de la región de Denipropetrovsk donde un equipo del medio alemán Die Welt grababa junto a varios soldados. Uno de los militares murió, otro resultó gravemente herido y, de los tres informadores, el productor local Ivan Zakharenko recibió el impacto de metralla en las piernas.
“Supone una muestra más de los extraordinarios riesgos que corren los periodistas al cubrir la guerra de Rusia en Ucrania, en medio del uso generalizado de drones”, señaló Gulnoza Said, del CPJ. “Los periodistas son civiles según el derecho internacional humanitario y deben poder informar sobre la guerra con seguridad”, añadió según un comunicado publicado por este organismo, que eleva a 21 los reporteros muertos en el ejercicio de su profesión frente a los 18 de las autoridades locales y denuncia, además, diferentes ataques a las sedes de los medios de comunicación.
“Los rusos atacan a civiles y, de hecho, el derecho internacional que protege a los protege es el mismo que protege a los periodistas”, sostiene Alves, el portugués. “Es cierto que los rusos intentan amedrentar a la prensa”, pero “los ucranios también atacan a periodistas vinculados al Kremlin, acusándolos de propagandismo, algo que me parece un error”, agrega.
“Seguir trabajando sobre el terreno sigue siendo muy peligroso porque sabemos que Rusia no respeta en absoluto a los periodistas internacionales ni ucranios”, lamenta Alfonso Bauluz, presidente de Reporteros Sin Fronteras (RSF) en España. La actual coyuntura coincide, además, con la mayor represión interna desplegada por las autoridades de Rusia, según el CPJ, que denuncia el exilio que se ha impuesto a cientos de reporteros a los que se acusa y juzga en ausencia o el acoso y criminalización a los que ejercen en el país. Los encarcelados ascienden a 27 (15 rusos, 10 ucranios y 2 dos estadounidenses, de los que cuatro han sido liberados, dos exiliados y uno asesinado). Hasta 23 medios de comunicación han sido prohibidos por “indeseables” y más de 25.000 sitios web bloqueados en relación con informaciones sobre la guerra, añade el CPJ.
Pese al aumento de los ataques en territorio ucranio, las cifras que se manejan en este conflicto nada tienen que ver con los, al menos, 225 asesinatos de informadores y empleados de medios que ha llevado a cabo el ejército de Israel en la Franja de Gaza desde octubre de 2023. El gobierno que lidera el primer ministro Benjamín Netanyahu sigue vetando la entrada independiente de periodistas en ese territorio.
En Ucrania, el margen de movimiento del reportero es mucho más amplio pese a que esa mayor actividad de drones complica los traslados de los militares de entrada y salida de sus posiciones, lo que afecta también directamente a los periodistas que les acompañan. “Por mucho que quieran trabajar contigo, por mucho que quieran llevarte al frente de combate, el 90% de las veces no pueden”, lamenta María Senovilla. El túnel de redes antidrones que cubre la carretera que lleva a Kostiantinivka está seriamente dañado por la permanente ofensiva de aparatos no tripulados rusos. Es ahí donde, el lunes 3 de noviembre, un equipo de Radio Liberty ha sido objeto de un ataque que varios militares han logrado repeler a tiros en una escena cada vez más frecuente en el este de Ucrania. De hecho, en esa misma zona tiene lugar el sábado 8 el ataque sobre la furgoneta que acudía a evacuar vecinos en la que iba también María Senovilla.
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