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Ucrania busca soldados cada vez más jóvenes: “Cada día puede ser el último”

Reclutas de entre 18 y 24 años reciben entrenamiento antes de ir al frente tras alistarse como voluntarios con un contrato anual de unos 72.000 euros

Luis de Vega

“Los instructores nos recuerdan todo el tiempo que seamos conscientes de que cada día en nuestra posición puede ser el último”, afirma Ulan, de 18 años, durante una de sus jornadas de preparación, ya luciendo el uniforme del ejército de Ucrania junto a una decena de colegas. Eran unos niños cuando en 2014, Rusia ocupó Crimea y parte del este de Ucrania. Eran unos adolescentes cuando, en 2022, Moscú desató la gran invasión. Ahora, en 2025, con la mayoría de edad, son la última y más joven hornada que se une, de manera voluntaria, a un ejército local diezmado por tres años y medio de sangriento conflicto de muy alta intensidad.

Hasta este año, perfiles como el de Ulan no eran aceptados en los centros de reclutamiento, cuya edad obligatoria va de los 25 a los 60 años. Hasta febrero, cuando el Ministerio de Defensa aprobó el conocido como proyecto “Contrato 18-24”, que asegura una preparación bajo los estándares de la OTAN. “Al comienzo de la actual guerra, decidí que me uniría al ejército tan pronto como fuera posible”, reconoce este joven de grandes ojos azules originario de la región septentrional de Sumi.

Todos los integrantes del grupo que ha visitado EL PAÍS se encuentran en esa horquilla de entre 18 y 24 años. Completan su instrucción de dos meses en una zona del país que sus responsables no permiten localizar en este reportaje. Lo hacen tras haber firmado un contrato de un año en el que se van a embolsar unos 72.000 euros. A cambio, van a ser desplegados en una zona en la que, aunque el Gobierno no da cifras, las noticias que llegan hablan de un importante número de bajas.

Pese a que van a recibir una cantidad considerable de dinero (el salario medio ronda los 550 euros mensuales), Ulan no coloca entre las condiciones salariales el primer motivo para vestir el uniforme. “No todos podemos unirnos al ejército. La economía también es importante para que el país sobreviva”, señala mientras se escuchan disparos de fondo de unas prácticas de tiro.

Serhii (ninguno da su apellido), oficial de 39 años que trabaja en una unidad del ejército que trata de mantener la salud mental de los soldados a buen recaudo, explica que se encuentran con dos tipos de jóvenes que están acudiendo como voluntarios. Por un lado, y mayoritariamente, los que pertenecen a una familia nacionalista y otorgan una gran importancia a la defensa del país; y por otro, los que llegan de familias con problemas que puede que vean en la oferta salarial una salida a su situación.

En todo caso, cree que hay que ser cautelosos con el impulso que puede llevar a estos soldados de entre 18 y 24 años a minimizar los peligros que afrontan debido a su falta de experiencia vital y, al mismo tiempo, por el hecho de no tener casi nunca mujer o hijos.

“Defender la patria”

Alexander, de 21 años, no tiene duda de que el primer motivo para llegar al ejército como voluntario es “defender la patria”. Acaba de saltar con su rifle en la mano de un vehículo de combate de infantería tipo BMP 2 sobre el que realizan ejercicios. Cuando contaba con 17 años estalló en su vida la gran invasión y se fue a Polonia con su familia. Su padre regresó y se alistó, pero él no pudo tras varios intentos porque le decían que era muy joven. Con esta campaña 18-24 ha encontrado su oportunidad. “¡Rápido, rápido, rápido!”, les grita el instructor, al tiempo que pide a los demás que se tiren al suelo en posición de disparo.

La madre de Alexander, explica el joven, no quería otro militar en casa. Son varios familiares los que han acabado a lo largo de estos años en el ejército. Tampoco la esposa del joven soldado le apoyó al principio. La realidad es que, como reconocen los responsables militares del país, el ejército no puede dejar de reclutar, porque han de mantener un nivel de efectivos alto, incluso una vez que se dé por acabada la invasión rusa. Frente a posiciones como las de Alexander y los que acuden voluntarios sin estar obligados por ley por un sentido del patriotismo, hay cientos de miles de hombres —hasta 1,5 millones calculan las autoridades— en edad de acudir al ejército que se niegan a ser reclutados y viven fuera de la ley.

La escasez de efectivos ha llevado a las autoridades de Kiev a buscar nuevas fórmulas que permitan, en parte, hacer frente a ese problema. Por eso, además de los jóvenes de entre 18 y 24 años, el ejército ha abierto ahora también la puerta a los mayores de 60 que deseen alistarse, aunque estos no serán destinados en posiciones de combate. Lejos de tratarse de una obligación, el Contrato 18-24 “más bien, es una oportunidad para que las personas tomen una decisión consciente, adquieran experiencia en combate y obtengan estabilidad financiera en tan solo un año. Es decisión del voluntario extender su servicio o regresar a la vida civil”, destacó Rustem Umerov, ministro de Defensa, a comienzos de 2025.

La firma supone, de entrada, recibir un millón de grivnas (unos 20.700 euros). De este dinero, 200.000 se pagan de inmediato y el resto durante el servicio. Además, perciben una remuneración mensual de hasta 120.000 grivnas (unos 2.500 euros) así como otros beneficios: una hipoteca sin intereses, formación financiada por el Estado, acceso a atención médica gratuita, derecho a viajar al extranjero tras completar el año de servicio, así como la exención de ser movilizado durante 12 meses tras la finalización del contrato.

Ulan, Alexander y los demás llevan cinco semanas en el campo de entrenamiento. Han practicado con armas, han aprendido a desplazarse y coordinarse, a protegerse… Alexander sabe ya dónde va a ir destinado como integrante de la infantería, pero no está autorizado a dar detalles. El instructor les da órdenes y consejos a gritos. Les coloca el rifle de la manera adecuada, les dice cómo moverse agrupados y de forma individual… El grupo pronto completará los dos meses de instrucción y los chavales serán destinados a sus diferentes brigadas. La guerra continua en Ucrania y el horizonte no facilita el optimismo.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.
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