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Trump cierra un pacto comercial con Corea del Sur a la espera de la cumbre con Xi

El presidente estadounidense confía en un resultado “positivo” de las negociaciones con China, y tendrá un ojo puesto en un posible encuentro con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un

Trump Corea del Sur
Guillermo Abril

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha aterrizado este miércoles en Corea del Sur, plato final y, en principio, el más correoso de su gira asiática. El magnate tiene previsto encontrarse este jueves en ese país con su homólogo chino, Xi Jinping, que aterriza el mismo día. Será su primer cara a cara desde que el republicano llegó a la Casa Blanca por segunda vez, en enero de este año, y desató una escalada arancelaria entre los dos colosos que alcanzó cotas hiperbólicas la pasada primavera, y condujo al borde del abismo a buena parte de la economía mundial.

Entre tanto, durante la jornada de este miércoles, Trump ha logrado ultimar un pacto comercial con Corea del Sur, enquistado desde hace meses, mediante el cual ese país se compromete a invertir hasta 350.000 millones de dólares en Estados Unidos, a cambio de una reducción en los aranceles. “Hemos llegado a un acuerdo, prácticamente cerrado”, ha declarado Trump durante una cena con el presidente surcoreano, Lee Jae-myung, y otros líderes regionales en los márgenes de un foro de Asia-Pacífico.

También se ha mostrado optimista con respecto a la reunión con el líder de la segunda economía más grande del mundo. “La relación con China es muy buena”, ha afirmado a los periodistas a bordo del Air Force One, tras abandonar en la mañana de este miércoles Japón, la parada previa de su periplo por la región. “Así que creo que vamos a obtener un resultado muy positivo para nuestro país y, de hecho, para el mundo”, ha afirmado, según la agencia Reuters. Ha añadido que espera reducir los aranceles estadounidenses sobre los productos chinos a cambio del compromiso de Pekín de frenar las exportaciones de precursores químicos de fentanilo, el potente opiáceo sintético convertido en una epidemia de salud pública en el país norteamericano.

La reunión viene precedida por un fin de semana de intensas negociaciones de los equipos de ambos países, que han allanado el camino para la entrevista de sus jefes, y dado señales de un ambiente optimista, después del último cruce de manotazos que han reavivado la batalla comercial entre las dos potencias. Estados Unidos confía en que China acceda a retrasar la implementación de las nuevas restricciones a las exportaciones de tierras raras, aprobadas a principios de octubre; Pekín acude a la cita con la esperanza de que Trump dé marcha atrás en su política de barreras comerciales y cortapisas tecnológicas.

El encuentro se produce con poco margen de maniobra. La tregua en la imposición de aranceles recíprocos pactada en mayo, y prorrogada en agosto, se extingue el 10 de noviembre. A esto se añade la amenaza de unos nuevos aranceles del 100% a las importaciones procedentes de China, aireados por Trump como represalia por las recientes restricciones de Pekín a las tierras raras. Estos nuevos gravámenes estadounidenses podrían entrar en vigor este mismo sábado, si no se suspenden o posponen.

Además, se espera que haya sobre la mesa un buen número de dosieres, que se han ido atragantando con los meses, todos de algún modo vinculados: desde un posible acuerdo definitivo sobre la venta de la popular red social de vídeos china TikTok en Estados Unidos, a las exportaciones de soja estadounidense a la República Popular, pasando por las nuevas tarifas de atraque portuario y el siempre candente asunto de Taiwán.

Ambos líderes visitan Corea del Sur para asistir a una cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que se celebra en la ciudad de Gyeongju, la antigua capital medieval de Corea. Pero su encuentro, determinante para encauzar la mayor relación bilateral del mundo, corre el riesgo de ensombrecer casi todo lo demás. Se espera que Trump, de hecho, se marche antes de que la cumbre oficial comience el viernes.

Pekín también enfila la cita, que está prevista en la ciudad vecina de Busan, con optimismo, según ha expresado Guo Jiakun, portavoz chino de Exteriores, en una comparecencia. “Estamos dispuestos a colaborar con la parte estadounidense para promover que esta reunión dé resultados positivos” y lograr “un nuevo impulso para el desarrollo estable de las relaciones”.

El imprevisible torbellino de la diplomacia de Trump podría dar, no obstante, aún más titulares, sobre todo si logra cuajar un encuentro con Kim Jong-un en la frontera con Corea del Norte, en una nueva edición de la que fue una de sus grandes apuestas en política exterior de su anterior mandato.

El republicano ha hecho repetidas invitaciones al líder del hermético país nuclear, y los dirigentes surcoreanos le han apoyado en su iniciativa. Sería una “oportunidad única”, dijo la semana pasada el ministro de Unificación surcoreano, Chung Dong-young, según recogió Efe. También habló de “señales” que apuntaban a la posibilidad de ese encuentro, como las labores de eliminación de maleza, arreglo de jardines y poda de árboles en el Norte, junto a la zona fronteriza, donde los analistas especulan con un posible encuentro fugaz.

De momento, no ha habido respuesta alguna desde Pyongyang. Poco antes de que Trump despegara de Estados Unidos hacia Malasia, primera parada de su periplo asiático, el Norte ejecutó una prueba de lo que denominó un nuevo sistema de misiles hipersónicos. Este miércoles, coincidiendo con la llegada del magnate a la península, Corea del Norte ha anunciado un nuevo ensayo con misiles de crucero con capacidad nuclear.

El estadounidense, sin embargo, ha insistido en su intención de verse con Kim: “Tenía una buena relación con él”, dijo el lunes a bordo del Air Force One. “Me encantaría verlo, si él quiere, si es que recibe este mensaje. No hemos mencionado nada, pero él sabe que voy a ir allí. Si le apetece reunirse, me encantaría verlo”.

Un encuentro improvisado no sería descabellado. En 2019, Kim y Trump se citaron de un día para otro en la Zona Desmilitarizada (DMZ), la franja fronteriza entre las dos Coreas, después de que Trump lanzara una invitación a través de la red social Twitter. En esa ocasión, el estadounidense viajaba a Corea del Sur para reunirse con el entonces presidente del país, Moon Jae-in, después de una cumbre del G-20 en Osaka, en la que también se había reunido con Xi.

Kim y Trump alardeaban entonces de buena sintonía; ya habían celebrado las históricas cumbres de 2018 y 2019. Pero aquella fue la última vez que se vieron, y las negociaciones se acabarían rompiendo por desacuerdos sobre las sanciones y el desmantelamiento del programa nuclear norcoreano.

El mes pasado, Kim aseguró que estaba abierto a entablar de nuevo conversaciones con Estados Unidos, siempre que Washington deje de insistir en la desnuclearización de su país, asegurando que nunca abandonará su arsenal atómico para evitar las sanciones. “Personalmente, tengo buenos recuerdos del presidente estadounidense, [Donald] Trump”, dijo.

Al llegar a Gyeongju, Trump ha sido recibido con honores por su homólogo surcoreano, Lee Jae-myung, que le ha agasajado con una réplica de una corona de oro y le ha otorgado la Gran Orden de Mugunghwa, la más alta condecoración del país. Elegido presidente en junio, tras la fallida declaración de la ley marcial de su predecesor, y su cese, Lee es defensor de una diplomacia “pragmática” con respecto a Corea del Norte, que implica tratar de retomar el diálogo con Pyongyang.

Corea del Sur, donde Estados Unidos sigue teniendo unos 28.000 soldados desplegados, es una pieza clave en la estrategia de seguridad de Washington en Asia-Pacífico, pero Trump también ha convertido al país en blanco de su ira para que pague más por su defensa.

Durante el encuentro bilateral, los líderes han logrado desatascar el pacto comercial que llevan meses negociando. “Hemos tenido una reunión estupenda”, ha dicho Trump, según recoge la agencia surcoreana Yonhap. En virtud de un pacto preliminar alcanzado en julio, Corea del Sur acordó invertir 350.000 millones de dólares en Estados Unidos. A cambio, Trump accedió a reducir los aranceles del 25% anunciado inicialmente al 15%, una concesión fundamental para los fabricantes de automóviles surcoreanos.

El desacuerdo se mantenía en torno a los detalles y la estructura del desembolso. El pacto alcanzado este miércoles implica que Seúl invertirá 200.000 millones en efectivo que se pagarán a plazos, con un tope anual de 20.000 millones de dólares; otros 150.000 millones serán en forma de cooperación en el sector naval, según ha explicado en una comparecencia Kim Yong-beom, jefe de gabinete de políticas del Gobierno surcoreano.

Trump está empleando su gira asiática para rematar las negociaciones comerciales abiertas con diversos países de la región, una de las que salió peor paradas en el bautizado como “Día de la Liberación”, el pasado 2 de abril. En Japón, donde ha estado de visita oficial el lunes y el martes, el líder estadounidense ha proclamado junto a la recién investida primera ministra nipona, Sanae Takaichi, el inicio de una “nueva era dorada” en la relación bilateral, y ha firmado un acuerdo de cooperación para apoyar el suministro de minerales críticos y tierras raras, con del fin de reducir la dependencia de China. Tokio, de forma similar a Seúl, se comprometió en verano a invertir 550.000 millones de dólares en Estados Unidos a cambio de que los aranceles se mantengan en un 15%, por debajo del 25% anunciado inicialmente.

En Kuala Lumpur, donde Trump asistió el domingo a la cumbre de la ASEAN (la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental), aprovechó también para firmar con Camboya y Malasia acuerdos comerciales recíprocos que incluyen facilitar el acceso a la exploración y explotación de minerales críticos. Con Tailandia y Vietnam esbozó el marco para un futuro acuerdo comercial. En un encuentro con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, acordaron abrir negociaciones comerciales para reconsiderar el tarifazo del 50% que le impuso a este país.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.
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