Michele Serra: “Contra la fuerza bruta que se apodera del mundo, en Europa somos los herederos de una fuerza amable, la democracia”
El periodista que impulsó la manifestación a favor de la UE en Roma espera que la iniciativa se extienda a otros países


Michele Serra (Roma, 70 años), periodista del diario progresista La Repubblica y escritor ―en España está traducido Los cansados (Alfaguara)―, ha perdido cinco kilos desde que se metió en el lío de organizar la manifestación por Europa del pasado día 15 en Roma. Esta sorprendente iniciativa, una movilización popular al margen de los partidos, solo con banderas de la UE para reivindicar el orgullo de ser europeo, reunió a cerca de 50.000 personas y partió de un artículo suyo. En él, pedía hacer algo, salir a la calle, en medio de la angustia por cómo va el mundo, tras la elección de Donald Trump. Recibió más de mil mensajes en su correo electrónico, decenas de llamadas de políticos, sindicatos, asociaciones. Era un deseo oculto que estaba en el aire. En una conversación en un restaurante de Milán, que interrumpe algún ciudadano para felicitarle “por hablar con ironía y un tono normal en este tiempo de aulladores”, cuenta cómo sucedió todo.
Pregunta. ¿Qué pensó al verse encima del escenario para hablar a 50.000 personas?
Respuesta. “¿Por qué yo?”. Es la política la que debería dar seguridad a las personas, darles la sensación de no estar solas a merced de los eventos. Por eso escribí algo diciendo que teníamos a Trump de una parte, a [Vladímir] Putin de otra, y que la fuerza bruta parece ser el único motor del mundo, y que no era posible que Europa no dijera nada. Que nos gustaría sentirnos representados. Recibí cientos de mensajes de lectores. Todos decían que había que salir a manifestarse.
P. Muchas personas dijeron: estaba pensando lo mismo.
R. Eso es. Es solo una necesidad emotiva, un sentimiento, pero evidentemente era un sentimiento muy extendido. Lo hablé con el director del periódico y me dijo que hiciera un artículo para la primera página, en el que dije: salgamos a la calle por Europa, alguien lo tendrá que organizar.
P. Tuvo un momento Bartleby, pensando que preferiría no hacerlo.
R. Sí. Por fortuna me llamaron varios alcaldes y me dijeron: la hacemos nosotros. E hicieron una declaración, 12 alcaldes de grandes ciudades, dos de ellas del centroderecha. Los alcaldes entre ellos se comunican mucho. Entonces surgió la idea de hacer una en Roma.
P. Luego Ursula von der Leyen presentó su plan de rearme, y el debate se enrareció.
R. Sí, en redes sociales empezó a abrirse un fuego tremendo, como si fuera una manifestación por el rearme. Que no lo era; era por Europa, sin más. [La crítica] Venía de la extrema izquierda, lo que llamo pacifismo belicoso, violento. En cambio, hubo una respuesta óptima del pacifismo católico. Hay una pequeña franja de la izquierda que es irreductible, no dialéctica, y que hay que dar por perdida.
P. La derecha se ausentó.
R. Así fue. Pero la derecha liberal es parte de la historia del europeísmo. Forza Italia se equivocó al no venir. Todo esto me hace recordar lo que pasó en las guerras de Yugoslavia, en los años noventa: limpieza étnica, Srebrenica, asedio de Sarajevo. Hubo un gran debate en la izquierda italiana y en el mundo pacifista porque una serie de intelectuales —Adriano Sofri, Alex Langer, que luego se ahorcó, por desesperación— dijeron: mira, todos somos pacifistas, pero si hay una masacre étnica ¿dónde diablos está Europa? ¿Por qué tenemos que presenciar algo así en el corazón de Europa y no hacer nada? Así que el único fallo de mi manifestación es que se ha convocado al menos 30 años tarde. Se ha perdido un tiempo infinito y nos encontramos sin ejército europeo, sin proceso federal... Algunas cosas de entonces parecen escritas hoy con Ucrania.
P. No solo la guerra es el detonante: también el orgullo de ser europeo, ante la irrupción de Trump. Hasta entonces mucha gente nunca se había sentido europea.
R. Yo tampoco. Cuando te sientes en peligro, reaccionas. El miedo sirve para esto. Además, Trump está atacando la sociedad del bienestar, atacando derechos... Esto está empezando a pasar a la opinión pública, y así empiezan a comprender que, de ambos lados, el ataque es a la democracia.
P. Hoy no es normal reconocer al adversario, marchar juntos por algo más grande.
R. Hay que reconstruir. Seguramente si un líder de un partido hubiera convocado la manifestación no hubiera podido reunir a tanta gente. El problema son las redes sociales: son una comunicación binaria. Correcto, equivocado. Listo, idiota. Nosotros, ellos. Mi generación creció con la idea de la dialéctica: tesis, antítesis, síntesis, una visión compleja de las cosas. Pero me estoy dando cuenta de que, como a la derecha no le importa la complejidad, y dicen que sabe comunicar bien, quizá la izquierda también necesita aprender a comunicar con cosas sencillas. El mensaje de la manifestación era simple: contra la fuerza bruta que se está apoderando del mundo, nosotros en Europa somos herederos de una fuerza amable: la democracia. Después de todo, la amabilidad también es una idea simple.

P. En un mensaje así entran todos: izquierda y derecha.
R. Sí, eso es. Yo he tenido una experiencia extraña y hermosa, porque he recibido muchas cartas insultantes en mi vida. Y empecé a responder: mire, su carta es muy fea, no es justo para usted, intente decirlo mejor, ¿no? Dos de cada tres veces me respondían: tiene razón, lo siento, estaba muy cabreado. Y me sentí triunfante, feliz. Debemos hacer esto, hablar en un tono normal. En la televisión me preguntaron: ¿te alegrarías si Marina Berlusconi viniera a la plaza? Estaría contentísimo. Cualquiera que crea en Europa y la democracia podía venir.
P. ¿Y ahora qué? ¿Se puede extender la idea en Europa?
R. Veremos. Podría ocurrir que se forme una opinión pública europea. Sería bueno que hubiera algunas manifestaciones similares en ciudades europeas. Y al menos en Italia ha servido para aclarar posiciones. Meloni ha dicho: mi Europa no es la de Ventotene [manifiesto federalista de 1941, precursor de la UE, redactado por antifascistas italianos en prisión y evocado en la manifestación]. Muy bien, normal. Un neofascista, uno de Vox, no sabe lo que es Europa. La pregunta es: ¿por qué todo el mundo se aferra al nacionalismo durante las crisis? Es necesario hacer más fácil y popular el pensamiento transnacional en el pensamiento democrático.
P. ¿Quién debe convocar esas manifestaciones en otros países?
R. Los alcaldes son una buena idea, hay una red europea de alcaldes que están hablando entre ellos. Veamos ahora el 9 de mayo, Día de Europa. A ver si se vuelve un poquito más popular, como una fiesta.
P. ¿Puede funcionar si se convoca desde Bruselas?
R. Quién sabe. Sería bueno. En el Consejo Europeo no creo que todos estén de acuerdo, también hay amigos de Trump allí, es un gran problema. Y para eso sirve la política, debe hacer explícito esto y decir: mire, cualquiera que esté de acuerdo con Trump está en contra de la asistencia social, de las políticas de inclusión, de los derechos de las minorías. Así que la única ventaja que tenemos en un momento histórico terrible es que estamos obligados a elegir. En la manifestación veías nuestra pereza como europeos. No nos damos cuenta de lo que tenemos, y llegó esta chica afgana y dijo: si no estuviera aquí, estaría muerta. Así de simple. Los demócratas, los progresistas, deberían aprender a decir cosas como esa. O que en Europa puedes recibir tratamiento médico sin mostrar tu tarjeta de crédito mientras estás muriendo. Repito, el gran vicio de la izquierda, hablo de mí, de mis amigos, es que hemos olvidado la capacidad de hablar con sencillez, porque sabemos que el mundo es complejo. Necesitamos redescubrir la capacidad de comunicar cosas sencillas.
P. ¿Es optimista?
R. Depende del día. Pero en la manifestación había optimismo. Mira, hace un mes entrevisté a Marracash, el rapero italiano del momento. Tiene 45 años, una visión muy negativa de todo, que no hay esperanza. Decía que, cuando él era pequeño, los niños de su barrio se habrían comido vivo a [Elon] Musk, y ahora lo admiran, todo se ha perdido. Entonces le pedí que me dijera una sola cosa positiva. ¿Qué podemos hacer, algo positivo? Y me dijo: dar ejemplo. Casi me conmueve. Pensé: sí, tal vez podamos hacerlo.
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